EVANGELIO
Yo soy el pan vivo que ha bajado del ciclo
Lectura del santo Evangelio según san Juan 6, 41-51
En aquel tiempo, los judíos murmuraban de Jesús porque había dicho: «Yo soy el pan bajado del cielo», y decían:
«¿No es este Jesús, el hijo de José? ¿No conocemos a su padre y a su madre? ¿Cómo dice ahora que ha bajado del cielo?»
Jesús tomó la palabra y les dijo:
«No critiquéis. Nadie puede venir a mí si no lo atrae el Padre que me ha enviado.
Y yo lo resucitaré en el último día.
Está escrito en los profetas: «Serán todos discípulos de Dios.»
Todo el que escucha al Padre y aprende, viene a mí.
No es que alguien haya visto al Padre, a no ser el que está junto a Dios: ese ha visto al Padre. En verdad, en verdad os digo: el que cree tiene vida eterna.
Yo soy el pan de la vida. Vuestros padres comieron en el desierto el maná y murieron: este es el pan que baja del cielo, para que el hombre coma de él y no muera.
Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo; el que coma de este pan vivirá para siempre.
Y el pan que yo daré es mi carne para la vida del mundo».
Palabra del Señor.
¿Atractivo para quién?
Somos una unión indivisible de cuerpo y alma. Hoy hay mucho culto al cuerpo pero ¿qué tal luce nuestra alma? A mí personalmente me atrae mucho más el estado del alma de una persona que el estado de su cuerpo. Un cuerpo bien cuidado pretende atraer hacia sí mismo, un alma bien alimentada pretende atraer hacia Dios. Y yo ¿pretendo ser atractivo para quién?
En la dieta del cuerpo hay multitud de opciones. Unas más sabrosas, otras más energéticas, otras más sanas… en el alimento del alma el menú es único, y se llama Cristo. No hay nada más que llene el alma, sólo Él. De alimentar el cuerpo depende la vida terrenal, y de alimentar el alma, depende la vida eterna.
Como decía San Juan Pablo: Descubrimos que lo invisible nos determina más que lo visible. El matrimonio es una relación de amor, y como tal, es una relación más condicionada por el estado del alma que por el cuerpo, aunque sea habitual fijarse más en el cuerpo a la hora de elegir pareja. Pero al matrimonio está mucho más condicionado por el alma que por el cuerpo, y el mejor alimento del matrimonio es la Eucaristía.
Esposos, fortaleced vuestra alma y veréis cómo mejora vuestra relación conyugal.
Aterrizado a la vida matrimonial:
Andrés: Muchos me preguntan qué hicimos para arreglar nuestro matrimonio y que ahora lo estemos viviendo como algo nuevo.
Marga: Y ¿Qué les dices?
Andrés: Está claro que tuvimos que esforzarnos, pero lo que cambió nuestro matrimonio fue introducir en él la Gracia de Dios. Cuando empezamos a vivir la Eucaristía a diario, eso fue lo que empezó a transformarnos.
Marga: Nuestro matrimonio pasó de ser algo casi exclusivamente corporal y terrenal, a un plano en el que se incorporaba lo más importante: Lo espiritual. Nuestra mera atracción se convirtió en la fuerza del Espíritu Santo, que es el único que puede hacernos uno. Desde que contamos con el Señor presente en nuestro matrimonio, todo lo humano ha quedado envuelto por un halo Divino, que lo engrandece, lo embellece y lo hace más fuerte que la muerte.
Madre,
Menudo don de Dios, poder recibir a Cristo en la Eucaristía. Él nos transforma y hace nuevas todas las cosas. Por Cristo, con Él y en Él, a ti Dios Padre Omnipotente, todo honor y toda gloria, por los siglos de los siglos. Amén.