EVANGELIO
Al ver a las muchedumbres, se compadecía de ellas.
Lectura del santo Evangelio según san Mateo 9, 35-10, 1. 6-8
En aquel tiempo, Jesús recorría todas las ciudades y aldeas, enseñando en sus sinagogas, proclamando el Evangelio del reino y curando toda enfermedad y toda dolencia.
Al ver a las muchedumbres, se compadecía de ellas, porque estaban extenuadas y abandonadas, «como ovejas que no tienen pastor».
Entonces dice a sus discípulos:
«La mies es abundante, pero los trabajadores son pocos; rogad, pues, al Señor de la mies que mande trabajadores a su mies».
Llamó a sus doce discípulos y les dio autoridad para expulsar espíritus inmundos y curar toda enfermedad y toda dolencia.
A estos doce los envió Jesús con estas instrucciones:
«ld a las ovejas descarriadas de Israel. Id y proclamad que ha llegado el reino de los cielos. Curad enfermos, resucitad muertos, limpiad leprosos, arrojad demonios. Gratis habéis recibido, dad gratis».
Palabra del Señor.
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¿Alecciono o enamoro?
El matrimonio es una buena noticia, pero ¿Cómo transmitirla si no la vivo? Si hablo de la buena noticia, puedo convencer, pero si he llegado a vivir un poquito del matrimonio como Dios lo quiere, puedo llegar a enamorar a los esposos de su hermosa vocación. Digamos que sobran expertos y se necesitan testigos.
El Señor quiere sanar a muchos matrimonios que están confundidos, quieren amarse pero están ciegos y no saben cómo. Se ven como enemigos, como un estorbo el uno para el otro. Están hundidos en un fango que se han ido forjando a base de desplantes, de malos humores, de echarse en cara miles de cosas… Pero el Señor me ha dado a mí y a ti, autoridad para curarles de toda enfermedad del amor, para mostrarles la belleza de su matrimonio, el camino para purificar el corazón y descubrirse como un tesoro el uno para el otro. El Señor me ha liberado gratis y gratis tengo que transmitir que con Cristo, la buena noticia del reino de Dios ha llegado a nuestro hogar.
Aterrizado a la vida matrimonial:
Antonio: Antes estaba hasta el gorro de mi esposa. Me molestaba todo de ella. Todas esas cosas suyas que me habían enamorado o habían desaparecido, o les había tomado manía. Me costaba mirarla a los ojos me costaba admirarla por algo. Pero el Señor me ha enseñado a verla pequeña, a ver que lucha con sus limitaciones, que desea vivir conmigo el amor que Dios había pensado para nosotros y que ha puesto grandes tesoros en ella. Antes sacaba lo peor de mi esposa y la desesperaba, ahora la ayudo a mejorar, la intento comprender aunque esté enfadada, y la animo a seguir luchando. Le doy esperanza, porque Dios quiere algo grande de ella, y yo soy su ayuda para hacerlo posible. Ahora estoy realmente enamorado de mi vocación. Me encanta la misión que Dios me ha encomendado. Alabado sea el Señor.
Madre,
Es increíble que Dios quiera contar con nosotros para su misión de salvar matrimonios que son víctimas del desamor, la enfermedad más grave y más dolorosa que existe. Es increíble que nos haya dado poder para ello, pero es así. Es increíble que podamos ser sus manos para levantar al caído, sus brazos para abrazar al que se siente solo, sus hombros para ofrecer un apoyo al que sufre… Todo eso en Su nombre. Alabado sea el Señor que cuenta con nosotros para construir Su reino. Amén.