¿Cara o cruz?
Siempre nos ha parecido muy significativo en relación al matrimonio, que Jesús dijese que donde haya dos o más reunidos en su nombre, ahí estará Él en medio de ellos.
El matiz de la intencionalidad es importante. En Su nombre.
El corazón del hombre está herido. La pureza con que se miraban Adán y Eva antes del pecado se ha corrompido. Esto lo descubren los novios, después de un tiempo. Su visión del otro como alguien perfecto se desvanece y ambos descubren la fragilidad del amado. Es el momento de la madurez del amor, que consiste en amarle tal como es.
“El amor crea siempre espacio para el amado, llamando al amante a aceptar con alegría la novedad que el amado le trae. Y así el amor es capaz de hacerse pequeño, de humillarse para dejar sitio al amado, para hacerlo crecer.” (Llamados al amor). Dios se revela como amor, precisamente en la humildad del cuerpo.
Después de muchos años, hay puntos débiles en nuestra relación de esposos. Puede haber temas que cuando se tocan, suelen acabar en dolor, en un alejamiento mutuo. Sentirse incomprendidos por el esposo (genérico), decirse cosas que hieren, recordar situaciones del pasado en que sentimos traicionado nuestro amor, reabrir heridas…
Solo hay una solución: “aceptar con alegría la novedad del amado”. Cada día es una persona nueva, que va cambiando, luchando por encontrar la verdad. Al igual que Cristo es capaz de hacerse pequeño, de humillarse esperando nuestra conversión, así tenemos que ser capaces de humillarnos el uno por el otro. Él/Ella merece la pena. Su dignidad, merece la pena. ¿Le vas a hacer sufrir? (cara) o te vas a entregar (Cruz).
Sigamos intentándolo, unámonos en Su nombre para que Cristo esté en medio de nosotros. Él eligió cruz.
Oramos con el Salmo: tocad para Dios, tocad, tocad para nuestro Rey, tocad. Porque Dios es el rey del mundo; tocad con maestría.