El Adviento es el deseo de que venga el Niño Dios para colmar mi necesidad de vivir contigo el matrimonio como Dios lo pensó, renunciando a mi dureza de corazón.
EVANGELIO
Vendrán muchos de oriente y occidente al reino de los cielos
Lectura del santo Evangelio según san Mateo 8, 5-11
En aquel tiempo, al entrar Jesús en Cafarnaún, un centurión se le acercó rogándole:
«Señor, tengo en casa un criado que está en cama paralítico y sufre mucho».
Le contestó:
«Voy yo a curarlo».
Pero el centurión le replicó:
«Señor, no soy digno de que entres bajo mi techo. Basta que lo digas de palabra, y mi criado quedará sano. Porque yo también vivo bajo disciplina y tengo soldados a mis órdenes; y le digo a uno: «Ve», y va; al otro: «Ven», y viene; a mi criado: «Haz esto», y lo hace».
Al oírlo, Jesús quedó admirado y dijo a los que le seguían:
«En verdad os digo que en Israel no he encontrado en nadie tanta fe. Os digo que vendrán muchos de oriente y occidente y se sentarán con Abrahán, Isaac y Jacob en el reino de los cielos».
Palabra del Señor.
Avisos:
- Retiro en Navarra: 14, 15 y 16 de diciembre (Casa de Javier) Infórmate aquí: http://wp.me/p6AdRz-1r4
- Retiro en Madrid: 18-20 de enero (Casa Oblatos)
- Anuncio en Valencia: (Inauguramos ciudad!!) Viernes 25 de enero a las 20:30 en la parroquia de San Pascual Bailón.
- Retiro en Sevilla: 15-17 de febrero en Betania
- Retiro en Madrid: 22-24 de febrero (El Escorial)
- Retiro en Madrid: 8-10 de marzo (Casa Oblatos)
La ansiada estabilidad.
El adviento es un tiempo de deseo. Hay un desequilibrio en nosotros por causa de una carencia, y deseamos recuperar la estabilidad, es decir, alcanzar la satisfacción. Los deseos son consecuencia de nuestra finitud hasta que llegue la satisfacción plena, o infinito. Siempre que tengan esta orientación, son buenos. Por eso es bueno alimentar ese deseo, no adelantar las celebraciones, y experimentar durante un tiempo la insatisfacción de estar carentes de lo más grande. El adviento nos ayuda a ordenar nuestros deseos, pues es un tiempo para controlar los terrenales y poner en el centro el deseo del Eterno.
Y ahí es donde entra en juego la fe. Cuando mi deseo del Eterno se ve casi colmado por la fe, encuentro una estabilidad y una satisfacción en mi vida, que no tiene comparación. Por eso, los cristianos, este adviento, deseamos ante todo recibir al Niño Dios.
Aterrizado a la vida matrimonial:
Ángel: Cariño, vivir el adviento, me ayuda a vivir de otra manera nuestra relación imperfecta. El adviento representa un tiempo en el que deseo algo más grande, Alguien que colme mi necesidad de vivir contigo el matrimonio como Dios lo pensó.
Sofía: Anda, que te estás volviendo de un místico… no tengo ni idea de lo que me estás hablando.
Ángel: Te hablo de que el deseo que tenemos que alimentar este adviento, es que va a venir el Niño Dios para hacer posible nuestra unión como Dios la había pensado para ti y para mí. Es cierto que ahora no lo estamos viviendo del todo, pero tenemos que renunciar a nuestra dureza de corazón y alimentar ese deseo, ilusionarnos y confiar en que Dios estará con nosotros en todo momento.
Sofía: O sea, ofrecer especialmente en este tiempo nuestras renuncias, en la confianza de que vendrá el Señor para darnos lo más grande, que es convertir nuestro amor en Su Amor.
Ángel: ¡Equilicuá!
Madre,
Que importante es la espera. Adán y Eva no quisieron esperar, y se perdieron el Paraíso. El amor es paciente, dice San Pablo. Que aprendamos a ser pacientes el uno con el otro hasta que Dios nos dé la gracia de liberarnos del mal. Él vendrá y nos salvará. Lo esperamos con ilusión y confianza. Amén.
¡Qué ejemplo de fe la del centurión!
Hace que sus palabras sean puestas, por la Iglesia, en boca de la liturgia eucaristica, en el momento en que se nos presenta EL CUERPO DE CRISTO, EN LA EUCARISTÍA, PARA SU COMUNIÓN.
«SEÑOR, NO SOY DIGNO/A DE QUE ENTRES EN MI CASA, PERO UNA PALABRA TUYA, BASTARÁ PARA SANARME»
Por supuesto, que esa palabra del Señor es el perdón a nuestro arrepentimiento. Su misericordia infinita a permitirnos acercarnos a su mesa. Etc. Etc. Pero hay más: «…una palabra tuya…»
¿Cuál es esa palabra del Señor?
-¡Quiero, quedas limpio!»
–¡Vete en paz…y no peques más»!
-«Simón, ¿me amas?»
Podemos reflexionar todas y cada una de las palabras de Jesús, en los evangelios, y encontraremos respuestas. Pero tiene que haber UNA PALABRA, SOLO UNA, que resuma la palabra clave del Señor para nosotros, pintes ilusos, ante SU BONDAD INFINITA.
¿CUÁL ES?