El templo es mi esposo/a. En él reside Dios. Le damos gloria en cada pequeño acto de entrega o acogida, dotado por Cristo de una potencia enorme. Nuestra unión es Sagrada.
¿La vivo con esta sacralidad?
EVANGELIO
Habéis hecho de la casa de Dios una “cueva de bandidos”
Lectura del santo Evangelio según san Lucas 19, 45-48
En aquel tiempo, Jesús entró en el templo y se puso a echar a los vendedores, diciéndoles:
«Escrito está: «Mi casa será casa de oración»; pero vosotros la habéis hecho una «cueva de bandidos»».
Todos los días enseñaba en el templo.
Por su parte, los sumos sacerdotes, los escribas y los principales del pueblo buscaban acabar con él, pero no sabían qué hacer, porque todo el pueblo estaba pendiente de él escuchándolo.
Palabra del Señor.
Avisos:
- Retiro en Valladolid: 23, 24 y 25 de noviembre (Casa de Espiritualidad Sagrado Corazón)
- Retiro en Navarra: 14, 15 y 16 de diciembre (Casa de Javier) Infórmate aquí: http://wp.me/p6AdRz-1r4
- Retiro en Madrid: 18-20 de enero (Casa Oblatos)
- Anuncio en Valencia: (Inauguramos ciudad!!) Viernes 25 de enero a las 20:30 en la parroquia de San Pascual Bailón.
- Retiro en Sevilla: 15-17 de febrero en Betania
- Retiro en Madrid: 22-24 de febrero (El Escorial)
- Retiro en Madrid: 8-10 de marzo (Casa Oblatos)
Percibir la sonrisa de Dios.
Ahora el templo no está aquí o allí, sino en mi esposo. En él reside Dios, y donde está Dios está el cielo entero. Y en la unión de mi esposo conmigo está Cristo vivo. Esa es la grandeza de la dignidad que Dios nos ha dado y de la misión de Dios que nos ha conferido en nuestro Sacramento. Nuestra unión es Sagrada. ¿La vivo con esta sacralidad? O la lleno de excusas, desprecios, espíritu de dominio… ¿Qué hemos hecho del matrimonio? ¿Una cueva de bandidos que se apoderan de los dones de Dios para otros fines distintos a la unidad?
Nuestra relación de esposos es para dar gloria a Dios, es para alabar a Dios, y nada más. Le damos gloria en cada pequeño acto de entrega o acogida, cada uno de esos pequeños actos ha sido dotado por Cristo de una potencia enorme. No maltratemos el matrimonio. Convirtámoslo en la casa del Señor, en casa de oración.
Aterrizado a la vida matrimonial:
Jaime: Piensa: Uy! Me va a pillar todo el tráfico de la hora punta. Me voy pitando. – Cuando ya se iba, ve sus zapatillas en el lateral de la cama – Sigue pensando: Vaya, las zapatillas, a Ana no le gusta que las deje ahí. Voy a colocarlas en su sitio. – Al cerrar la puerta, se da cuenta de que dejó los vaqueros colgados en la percha del camisón de su mujer – Siguen pensando. Vaya… no quiero que se encuentre su percha ocupada con mis pantalones. Voy a guardarlos en el armario… – Y así, pensando en su esposa y en como le gustan a ella las cosas, sale de casa, tarde, claro, y le pilla todo el tráfico de la hora punta. Piensa: Señor, era más importante hacer lo que le agrada a mi esposa que quitarme de todo este tráfico. Con gusto lo ofrezco por ella.
Ana: Se despierta casi a la misma hora que su esposo. Saluda al Señor y le da gracias por su esposo antes de levantarse. Le pide que sea fiel a su vocación para mayor gloria de Dios. Se quedaría un ratito más en la cama, pero decide levantarse para preparar los tupperware con comida que se llevará su esposo a la oficina. Pero antes va en busca suya y le da un beso y un abrazo de buenos días. Casi puede percibir la sonrisa de Dios en ese momento. Después va a la cocina y le sirve lo que sabe que a él más le gustará, y se regocija en pensar en lo que disfrutará cuando se lo coma. Luego vuelve a charlar con él un rato mientras él se afeita… Aprovecha cualquier momento para compartir con él su día…
(Así trascurre el día entre Jaime y Ana. Pensando el uno en el otro, haciéndose la vida más agradable el uno al otro, y alabando a Dios en las cosas pequeñas de cada día. Así es como se santifican Jaime y Ana. Su matrimonio es casa de oración.)
Madre,
Nuestra vocación es hermosa y es sagrada, y si no la tratamos como tal, estamos cometiendo sacrilegio. Es la cara y la cruz de la misma moneda. Que Dios haya instaurado algo tan grande entre nosotros, nos confiere una enorme responsabilidad, y una gracia inmensa. Alabado sea Dios!