Para construir mi matrimonio tengo que renunciar a mí y a todo lo mío. Dios no puede crear una unión de dos si cada uno sigue con lo que tenía y era antes de casarse. Es el precio de la libertad, el amor y la felicidad, de ser discípulo de Cristo.
EVANGELIO
Aquel que no renuncia a todos sus bienes no puede ser discípulo mío
Lectura del santo Evangelio según san Lucas 14, 25-33
En aquel tiempo, mucha gente acompañaba a Jesús; él se volvió y les dijo:
«Si alguno se viene conmigo y no pospone a su padre y a su madre, y a su mujer y a sus hijos, y a sus hermanos y a sus hermanas, e incluso a sí mismo, no puede ser discípulo mío.
Quien no carga con su cruz y viene en pos de mí, no puede ser discípulo mío.
Así, ¿quién de vosotros, si quiere construir una torre, no se sienta primero a calcular los gastos, a ver si tiene para terminarla?
No sea que, si echa los cimientos y no puede acabarla, se pongan a burlarse de él los que miran, diciendo:
«Este hombre empezó a construir y no ha sido capaz de acabar».
¿O qué rey, si va a dar la batalla a otro rey, no se sienta primero a deliberar si con diez mil hombres podrá salir al paso del que lo ataca con veinte mil?
Y si no, cuando el otro está todavía lejos, envía legados para pedir condiciones de paz.
Así pues, todo aquel de entre vosotros que no renuncia a todos sus bienes no puede ser discípulo mío».
Palabra del Señor.
Notas: Próximas misiones.
- Anuncios en Madrid noviembre:
- Viernes 16 a las 20h en San Jorge
- Fuenlabrada: Domingo 18 a las 18:30 en San Esteban Protomártir
- Martes 20 a las 20:30h en San Juan Crisóstomo
- Retiro en Valladolid: 23, 24 y 25 de noviembre (Casa de Espiritualidad Sagrado Corazón) Apertura de inscripciones jueves 18/10 a las 20h. Infórmate aquí: http://wp.me/p6AdRz-1px
- Retiro en Pamplona: 14, 15 y 16 de diciembre (Casa de Javier) Infórmate e inscríbete aquí: http://wp.me/p6AdRz-1r4
- Ver más en https://proyectoamorconyugal.es/misiones-y-noticias/
El secreto de Alberto.
La torre del matrimonios cuesta demasiado como para pretender construirla solos. Así que, nos toca “negociar” si queremos terminarla. Hoy en día, se pretende simular que si no eres capaz de construir tu matrimonio no pasa nada, pero el que vive esta experiencia, queda marcado para siempre.
El precio es alto, porque uno tengo que renunciar a mí y a todo lo mío, pero sin renuncia no hay unión. Dios no puede crear una unión de dos si cada uno pretende seguir con lo que tenía y era antes de casarse. ¿Cuesta? Sí, pero es el precio de la libertad, del amor y de la felicidad. Es el precio de ser discípulo de Cristo. Yo elijo.
Aterrizado a la vida matrimonial:
Alberto: Marta, te voy a contar un secreto. Como soy financiero de profesión, unos meses antes de nuestra boda, se me ocurrió hacer el “presupuesto afectivo” de mi matrimonio contigo.
Marta: Chico, lo tuyo es deformación profesional.
Alberto: En el debe, empecé a poner todo lo que iba a tener que “cargar” sobre mis espaldas: Días de nerviosismo y malos modos, desprecios, juicios injustos, exigencias, renunciar a mis gustos por los tuyos, tareas, muuuchas tareas.
Marta (le corta en tono cariñoso): Ey!! No te pasessss
Alberto: Sigo…, dedicarte tiempo de descanso, enfermedades, escucharte contarme tus mismas cosas una y otra vez, aguantar todo lo que me viniera de tu familia… En fin, que cuando acabé, aquello, más que un presupuesto, parecía una tragedia. En el haber, puse una sola cosa: Amor entre nosotros, que luego la desglosé en varias subcuentas: Paz, alegría, felicidad… Pero en fin, aquella lista era mucho más corta!!
Marta: Con un presupuesto así, quién se mete en ese “negocio”.
Alberto: Eso mismo pensé yo. Y leí aquello que le decían los discípulos a Jesús: Si el matrimonio es así, no trae cuenta casarse. Pero la contrapartida no es nada atractiva, porque si no “inviertes” tu vida, te ahogas en tu propia miseria. La conclusión que saqué es que necesitaba un “préstamo” para abordar el “negocio” de mi matrimonio, porque yo no tenía recursos para acometerlo. Y Dios era quien me los podía prestar. Así que firmé una póliza, que avalé con todos mis bienes. Renuncié a todo con tal de obtener ese préstamo. Y así, construí mi matrimonio. Hoy en día, tengo amor y por tanto, tengo paz, alegría y soy feliz. Gracias a Dios y gracias a ti, esposa.
Madre,
Nos cuesta renunciar tanto… Por muy grande que sea el premio. Qué lucha!! Mira con bondad nuestra debilidad y apiádate de nosotros. Envíanos la gracia santificante, para responder a esta hermosa llamada de Dios al matrimonio. Por Jesucristo Nuestro Señor. Amén.
Me encanta este símil. La verdad es que de haber tenido la suficiente preparación «económica», también hubiéramos pedido ese préstamo al Señor, pero sabemos que Dios puede construir caminos en los páramos, en los pedregales, sobre las aguas y en medio de los océanos, sólo hay que confiar en su omnipotencia, en su bondad, en su belleza y en su grandeza. Señor, tú que lo puedes todo, pusiste en las manos de mi esposo y en las mías las finanzas para construir nuestro matrimonio, pero no supimos hacerlo porque antepusimos nuestros «gastos» al «haber» común. Hazte nuestro supremo prestamista, concédenos un nuevo préstamo de amor y que en esta ocasión no seamos miopes a la hora de invertir todo nuestro capital y podamos rendirte una próspera y rentable cuenta de entrega, generosidad y amor conyugal. AMÉN
Amén.
Muchas gracias! María Elena.