Al acoger al Espíritu Santo, creo que Cristo puede hacer mi matrimonio Santo y veo la voluntad de Dios en mi esposo/a.
EVANGELIO
Si no me voy, no vendrá a vosotros el Paráclito
Lectura del santo Evangelio según san Juan 16, 5-11
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Ahora me voy al que me envió, y ninguno de vosotros me pregunta: «¿Adónde vas?» Sino que, por haberos dicho esto, la tristeza os ha llenado el corazón. Sin embargo, os digo la verdad: os conviene que yo me vaya; porque si no me voy, no vendrá a vosotros el Paráclito. En cambio, si me voy, os lo enviaré.
Y cuando venga, dejará convicto al mundo acerca de un pecado, de una justicia y de una condena. De un pecado, porque no creen en mí; de una justicia, porque me voy al Padre, y no me veréis; de una condena, porque el príncipe de este mundo está condenado».
Palabra del Señor.
Nota: Próximas misiones
- Anuncio en Valladolid: Viernes 25 de mayo, por la tarde-noche.
- Retiro en Madrid: 8, 9 y 10 de junio. Para informarte pincha aquí: https://wp.me/p6AdRz-FX
- Retiro en Córdoba: 29 y 30 de junio y 1 de julio.
La “ilusión” de Dios.
Son las tres consecuencias de no acoger al Espíritu Santo: No creer en Cristo, porque Él es quien nos muestra a Cristo; alejarle de nosotros, no verle y considerar que está lejos en su mundo Divino; y condenarse (en lo que muy pocos creen, y por eso viven tan relajados).
Las consecuencias en el matrimonio son impactantes, las hemos vivido y las hemos visto en otros. No creer que Cristo puede hacer de nuestro matrimonio un matrimonio Santo a pesar de estar presente en él; no verle en nuestro esposo, no ver la voluntad de Dios en mi esposo, no ver el don en ese esposo que Él hizo para mí con tanto cariño y con tanta “ilusión” pensando que me gustaría ser uno con él/ella; y por último, llega la condena. Condenados a no vivir el amor como Él lo pensó, condenados a sufrir no para construir, sino para destruirnos y hacernos daño, condenar al fracaso a mi familia y a nuestros hijos.
La solución para un matrimonio no es el diálogo. El diálogo será un medio para comunicarse un bien, pero en sí mismo no es la panacea. La solución para un matrimonio, como unidad en el amor, es acoger al Espíritu Santo, entonces descubriremos admirados lo que Cristo es capaz de hacer en nosotros.
Aterrizado a la vida matrimonial:
Raúl: Todavía estoy flotando. Esposa, gracias por haberme llevado a este retiro de matrimonios que me ha cambiado la visión del matrimonio y me ha llenado de esperanza.
Carmen: ¿Qué es lo más grande que Dios ha sembrado en tu corazón?
Raúl: Lo más grande ha sido experimentarme uno contigo. Vivir esa experiencia nueva que jamás había vivido.
Carmen: ¡Qué pasada! Nunca pensé que te escucharía decir esas palabras. ¡Gloria a Dios!
Raúl: Y en cuanto a la Verdad del matrimonio, lo que más me ha marcado es que cada vez que te acojo tal como eres, aunque me cueste, o cada vez que me entrego a ti aunque no me apetezca, Cristo se hace presente entre nosotros y nuestro amor crece porque se va convirtiendo poco a poco en Su amor.
Carmen: Sí, es Su Espíritu, el Espíritu Santo, el Amor entre el Padre y el Hijo, que entra en nosotros. ¡Alabado sea!
Raúl: ¡Alabado sea!
Madre,
En algunos momentos estamos desesperanzados, porque nos sentimos solos, y eso es porque no acogemos el Espíritu Santo. Con Él es imposible sentirse solo. Él construye el artífice que construye nuestro amor. Que no le entorpezcamos en su obra maravillosa, Madre. Amén.