El amor de acogida, tan importante como el de entrega.
Dios es amor y en esa relación de amor con nosotros, nos revela su intimidad. La vida de Jesús nos la revela: Se llama “Misericordia”.
La medida que solemos utilizar es diferente de la de Cristo: La medida que utilicéis, la utilizarán con vosotros, nos dice el Señor en otro pasaje evangélico. Los fariseos, nos representan en esta escena, quitando valor a aquella mujer hasta despreciarla y hacerla indeseable e indigna de presentarse allí, entre ellos, por ser una pecadora.
Este fin de semana comentábamos con un grupo de matrimonios que mi esposo/a no pierde valor por ser un pecador. Vale según el amor que Dios le tiene, y su valor es incalculable, puesto que Cristo murió por él/ella. Comentábamos que Cristo no murió por la humanidad en general, sino que murió por cada uno de nosotros, uno por uno. Ese es el valor de mi esposo/a, el suficiente como para que merezca que el Padre envíe a su Hijo único para morir por él/ella, como subraya la parábola de la oveja perdida.
Nos hacemos ya una idea del valor de aquella pecadora. Dios nos entrega en un don gigantesco del valor que acabamos de describir. El tema de la hermenéutica del don de San Juan Pablo II nos sobrecoge cuando explica que un don (que se da con amor de persona a persona) sólo puede darse si la persona a la que va destinado lo recibe. En cierto modo, la persona que da el don se entrega con él y la que lo recibe se entrega acogiéndolo. Así Cristo se da en matrimonio por su Iglesia por amor y María en nombre de la Iglesia lo acoge también con amor.
Si Dios nos da en matrimonio un don de este calibre (mi esposo/a) cuyo valor no pierde ni un ápice por sus pecados, y yo no me entrego acogiéndolo con amor, el don no se produce. Cuando no hay unión entre los esposos, no es porque Dios nos esté entregando el don equivocado, sino porque no lo estamos acogiendo en todo su valor, con el amor que deberíamos. Estamos utilizando una medida incorrecta, nuestro juicio, y no hemos sido nombrados jueces de nuestro hermano/a.
¿Cómo es nuestro amor de acogida? El Escándalo de Jesús (por lo que le mataron), es acoger a los pecadores, dejarse tocar por ellos. A nosotros nos corresponde acoger a nuestro/a esposo/a como Él nos acoge a nosotros, pecadores.
Si tienes duda de cómo acoger con amor a tu esposo/a pecador, mira esta escena:
Oramos con el Salmo: Dad gracias al Señor porque es bueno, porque es eterna su misericordia. Diga la casa de Israel: eterna es su misericordia.