Esperando la plenitud en silencio.
No voceará no gritará por las calles… Señor, Tú no elegiste un camino llamativo, o protagonista. Tú nos estás marcando un camino sencillo, a la sombra sin aspavientos, sino construir Proyecto Amor en nuestros hogares. Porque Dios trabaja en lo íntimo, en lo cotidiano.
Muchas veces, cuando hablamos de Proyecto Amor, la gente nos pregunta: ¿Y si uno se entrega al esposo/a, y el otro no le corresponde?.
El amor, no es desinteresado. Espera amor. Pide amor. Dios mismo nos «manda» que le amemos sobre todas las cosas. ¿No voy yo a esperar que mi esposo/a me ame?. ¡Es natural! Hemos sido creados para amar y ser amados a imagen de Dios.
Tenemos sed, necesidad, de un amor de comunión que no recibimos, al menos no en plenitud. ¿Entonces qué hacemos? La respuesta nos la da hoy el Evangelio: Dios, a través de Cristo, pone sobre nosotros su Espíritu, para que anunciemos el derecho. Esperamos en Su nombre y la caña cascada no la quebramos, como Él no la quiebra: No rompemos con ese amor quebrado, imperfecto; ese que de vez en cuando tenemos la tentación de desechar. Seguimos intentando reavivar constantemente nuestras mechas de casi extintas por la rutina, enderezar nuestras cañas dobladas por la inconsciencia, la tibieza o el pecado.
Esperamos en su nombre a que se implante el derecho. Derecho a amarnos y a amar juntos a Dios. Derecho a amar y ser amados plenamente. Él curó a todos los que le siguieron.
Una espera silenciosa, sin reproches, misericordiosa. Con ese amor que va más allá de la justicia. ¿No es esto suficientemente heroico?.
Qué hermosa la Palabra de Dios, que llama a su Hijo, «Mi predilecto». Yo también tengo mi esposo/a, mi predilecto/a.
Oramos con el salmo: Pero tú ves las penas y los trabajos, tú miras y los tomas en tus manos. A ti se encomienda el pobre, tú socorres al huérfano.