EVANGELIO
Este es el Cordero de Dios.
Lectura del santo Evangelio según san Juan 1,29-34
Al día siguiente, al ver Juan a Jesús que venía hacia él, exclamó:
«Este es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo. Este es aquel de quien yo dije: «Tras de mí viene un hombre que está por delante de mí, porque existía antes que yo”. Yo no lo conocía, pero he salido a bautizar con agua, para que sea manifestado a Israel».
Y Juan dio testimonio diciendo:
«He contemplado al Espíritu que bajaba del cielo como una paloma, y se posó sobre él. Yo no lo conocía, pero el que me envió a bautizar con agua me dijo: “Aquél sobre quien veas bajar el Espíritu y posarse sobre él, ése es el que bautiza con Espíritu Santo”. Y yo lo he visto, y he dado testimonio de que este es el Hijo de Dios».
Palabra del Señor.
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¿Cómo y cuándo?
¿Sé reconocer la acción del Espíritu Santo en mi vida? ¿Ayer, cómo y cuándo percibí que actuó? ¿Y anteayer? Si no lo percibo, quizás es porque me falta humildad. Seguramente me falta pasar una buena temporada en el “desierto”, rodeado de dificultades y haciendo muchos sacrificios, como Juan Bautista, hasta despojarme de todo aquello que me hace vanidoso y orgulloso. Quizás me faltan muchas horas de relación con Dios, hasta descubrir quién es Él y quién soy yo, para colocarme en mi sitio y reconocer lo que viene de Él y lo que viene de mí. Así dejaré de ver en Cristo a un Dios lejano que no parece hacerme mucho caso, y veré en Él al Cordero de Dios que entrega hasta Su última gota de Sangre para quitar el pecado del mundo.
Aterrizado a la vida matrimonial:
Pedro: Padre, no sé qué pasa. A veces me parece que mi esposa y yo volvemos a caer en algunas cosas en las que ya no caíamos hace tiempo. Es como si nos hubieras dado la gracia y después nos la hubieras quitado por algún motivo.
El Padre: Y esas caídas, ¿Las vivís igual que entonces o algo ha cambiado?
Pedro: Ha cambiado que ahora somos más conscientes del origen y las consecuencias de cada caída. Es como que estamos experimentando las consecuencias del pecado sobre Tu obra creadora, y sufrimos por lo que sabemos que nos estamos perdiendo.
El Padre: Pues vivid esas caídas con humildad. Quiero que aprendáis a ser conscientes de cómo afecta vuestro pecado en vosotros y en vuestra misión de esposos, para que sintáis verdadera repugnancia por él. Aprended, aprended, tened la esperanza puesta en mi misericordia, para haceros humildes y estar listos para cuando os dé la gracia de redimiros de estas circunstancias y sepáis que no ha sido obra vuestra, sino mía, por amor a vosotros. Por amor os lo di, por amor os redimí.
Madre,
Alabado sea Dios, que nos enseña, nos instruye en Sus sendas y se hace presente entre nosotros en todas las circunstancias de la vida. A Él gloria y alabanza por los siglos. Amén.