Archivo por meses: abril 2021

Más allá de mi dolor. Comentario para Matrimonios: Juan 20, 11-18

EVANGELIO

He visto al Señor y ha dicho esto.
Lectura del santo Evangelio según san Juan 20, 11-18

En aquel tiempo, estaba María fuera, junto al sepulcro, llorando. Mientras lloraba, se asomó al sepulcro y vio dos ángeles vestidos de blanco, sentados, uno a la cabecera y otro a los pies, donde había estado el cuerpo de Jesús.
Ellos le preguntan:
«Mujer, ¿por qué lloras?»
Ella les contesta:
«Porque se han llevado a mi Señor y no sé dónde lo han puesto».
Dicho esto, se vuelve y ve a Jesús, de pie, pero no sabía que era Jesús.
Jesús le dice:
«Mujer, ¿por qué lloras?, ¿a quién buscas?»
Ella, tomándolo por el hortelano, le contesta:
«Señor, si tú te lo has llevado, dime dónde lo has puesto y yo lo recogeré».
Jesús le dice:
«¡María!».
Ella se vuelve y le dice:
«¡Rabboni!», que significa: «¡Maestro!».
Jesús le dice:
«No me retengas, que todavía no he subido al Padre. Pero, anda, ve a mis hermanos y diles: «Subo al Padre mío y Padre vuestro, al Dios mío y Dios vuestro»».
María Magdalena fue y anunció a los discípulos:
«He visto al Señor y ha dicho esto».

Palabra del Señor.

 

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Más allá de mi dolor.

¿Por qué lloras? ¿A quién buscas? Son las dos preguntas buenísimas que le hace Jesús a María Magdalena frente a su llanto. Son dos preguntas que pueden iluminar cada situación de sufrimiento que vivo y “resucitarme”. Siempre decimos que es importante actuar conforme a lo que soy, y yo he sido creado para alguien. Este es el momento de preguntarme ¿Quién es ese alguien por el que sufro? Porque si sufro por mí, mal asunto. Es fácil que mi dolor me impida ver dónde está el verdadera bien de esa situación, y sobre todo, que me impida ver a Cristo de pie, a mi lado, donde siempre está. ¡Busca más allá de tus lamentos! Me dice hoy el Señor. Y se sufro “para” alguien, dichosos los que lloran, reza la bienaventuranza, porque serán consolados.

María Magdalena amaba a Jesús, su corazón había sido sanado por Él y lo siguió desde ese momento. Si yo también le sigo a través del Evangelio, y busco los designios de Dios sinceramente en lugar de centrarme en mi dolor y juzgar la situación desde mi corta visión, si me abro a la trascendencia de la circunstancia que estoy viviendo, me hablará el Señor y me enviará a hacer lo que tengo que hacer. La Virgen María, cuando estaba soltera y embarazada, dice llena del Espíritu Santo “se alegra mi espíritu en Dios”. Cuántas veces, cuántos momentos de tristeza he superado con esta frase de María. Cuánto me ayuda encontrarme entre llantos con el Resucitado, el que ha vencido al mal e incluso a la muerte. ¡Gloria a Dios!

Aterrizado a la vida matrimonial:

Matrimonio tutor: Venga, contarnos qué os pasa.
Elisa: No me siento nada querida. Nunca valora nada de lo que hago.
Matrimonio tutor: ¿Y a ti, Juanjo?
Juanjo: Pues mira, que me tiene absolutamente machacado. Todo el día recriminándome cosas. Todo el día exigiéndome más. Creo que en el fondo, no me quiere a mí, quiere que sea otro.
Matrimonio tutor: Queridos amigos, sois preciosos los dos, pero si lloráis, llorad por amor, no por autocompasión. ¿Qué os parece si le damos la vuelta a vuestro dolor y lo convertimos en algo maravilloso?
Elisa: Si fuerais capaces… fliparía.
Matrimonio tutor: A ver, Elisa, dinos una de las cosas que te duelen, concretamente.
Elisa: Pues que no valora mi esfuerzo por ocuparme de los niños.
Matrimonio tutor: Juanjo ¿de verdad que no valoras que tu esposa se ocupe de vuestros hijos?
Juanjo: No es eso. Es que está todo el día centrada en los niños, y los demás también tenemos necesidades.
Matrimonio tutor: A ver, Juanjo, tienes que aprender a transmitir tu dolor en positivo, descubrir dónde está el amor en tu dolor ¿vale? ¿Qué te parece si reformulamos tu “queja” de la siguiente manera?: Elisa, eres tan importante para mí, que te necesito muchísimo. Comprendo que nuestros hijos necesitan de mucha parte de tus esfuerzos, y te agradezco lo que haces por ellos, porque yo también les quiero y deseo lo mejor para ellos. Si te parece, compartimos ese esfuerzo juntos y después nos dedicamos un rato el uno al otro ¿vale? Elisa, te amo y no puedo vivir sin ti.
Juanjo: Mucho mejor. Pero claro, estaba dolido…
Matrimonio tutor: No os encerréis en el dolor. Hablad desde lo profundo, no desde las sensaciones. Dios os ha creado el uno para el otro y después ha resucitado vuestro amor. Tenéis todo lo que necesitáis para construir un matrimonio hermoso. Mirad al Resucitado y… ¡Alegraos!

Madre,

¿De verdad ha resucitado Cristo y no va a afectar a mi matrimonio en nada? ¿Tenemos entre nosotros a Alguien que ha vencido al mal y a la muerte y no lo vamos a seguir? Muchas veces nuestro dolor es una señal de alarma de que no estamos amando, y nos ahogamos en él en lugar de centrarnos en amar. Cuánto necesitamos aprender a amar. Cuánto necesitamos de tu guía y de tu abrazo maternal. Madre, contigo, se alegra mi espíritu en Dios mi Salvador. Amén.

Obstinación o Verdad. Comentario para Matrimonios: Mateo 28, 8-15

EVANGELIO

Comunicad a mis hermanos que vayan a Galilea; allí me verán.
Lectura del santo Evangelio según san Mateo 28, 8-15

En aquel tiempo, las mujeres se marcharon a toda prisa del sepulcro; llenas de miedo y de alegría, corrieron a anunciarlo a los discípulos.
De pronto, Jesús les salió al encuentro y les dijo:
«Alegraos».
Ellas se acercaron, le abrazaron los pies y se postraron ante él.
Jesús les dijo:
«No temáis: id a comunicar a mis hermanos que vayan a Galilea; allí me verán».
Mientras las mujeres iban de camino, algunos de la guardia fueron a la ciudad y comunicaron a los sumos sacerdotes todo lo ocurrido. Ellos, reunidos con los ancianos, llegaron a un acuerdo y dieron a los soldados una fuerte suma, encargándoles:
«Decid que sus discípulos fueron de noche y robaron el cuerpo mientras vosotros dormíais. Y si esto llega a oídos del gobernador, nosotros nos lo ganaremos y os sacaremos de apuros.»
Ellos tomaron el dinero y obraron conforme a las instrucciones. Y esta historia se ha ido difundiendo entre los judíos hasta hoy.

Palabra del Señor.

 

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Obstinación o Verdad.

Hoy vemos el contraste entre la obstinación del hombre y la Verdad de Dios. La una siembra corrupción y muerte, la otra llena de alegría y regenera la vida.
Duele contemplar cómo podemos llegar a destruir lo bello, el amor, la familia, la unión en la fe, por intereses propios y egoísmo. ¡Hasta dónde es capaz de llegar el mal cuando se alimenta! Hasta negar la verdad, como hacen los sumos sacerdotes obstinados por tener la razón, manipulan la historia para que otros muchos no crean. Quién sabe si de ellos, de aquella decisión por mantener su status, dependió la conversión de todo el pueblo judío… y la unión del pueblo de Dios.
El acontecimiento más grande de la historia ha sucedido, y no tiene marcha atrás. Acabará venciendo el Amor de Dios, que se ha hecho más fuerte que la muerte.

Aterrizado a la vida matrimonial:

Juan: Antes, me hubiera mantenido en mis trece, intentando defender a toda costa que tengo razón. Además, es que estoy convencido de ello. Pero ahora, no me importa llevar razón. Sólo me importa lo que Dios piense, y Dios quiere que te ame. Así que, te pido perdón, Rosa, si te he ofendido. Soy poca cosa y lo que tengo me lo ha dado Dios, y si hago algo bien, es mérito de Dios y no mío. Esto es lo que tengo y lo pongo a tu servicio y al servicio del Señor para construir Su reino, el reino del Amor.
Rosa: Gracias, Juan. Tienes razón. Estoy feliz, porque el Señor nos ama y nos ha salvado ¿qué más reconocimientos necesito? Ninguno. No necesito quedar por encima de ti, y tampoco necesito llevar la razón. Los juicios son sólo de Dios. Yo quiero llegar a tu corazón y descubrir quién eres. Porque te quiero y me importas muchísimo. Esto es lo que me pide el Señor, y esto es lo que voy a hacer. Dejo de centrarme en mis heridas para centrarme en conocerte para poder amarte.
Juan: Gracias Señor, por haber cargado con todas nuestras culpas. Alabado seas.
Rosa: Seríamos unos desagradecidos si discutimos por una culpa por la que ya has pagado Tú. Alabado seas, Señor.

Madre,

Te pedimos por quienes no conocen el Corazón de Cristo, especialmente los que se acercan a Él, pero no le conocen, para que dejen los sepulcros y les invites a caminar a Galilea para verle allí. Señor, has resucitado y esto significa que el amor de Dios es más fuerte que el mal y sus consecuencias, significa que el amor de Dios puede transformar nuestro matrimonio y hacer nuestro amor más fuerte que la muerte. Alabado seas, Señor.

Ahora sí. Comentario para Matrimonios: Juan 20, 1-9

EVANGELIO

Él había de resucitar de entre los muertos.
Lectura del santo Evangelio según san Juan 20, 1-9

El primer día de la semana, María la Magdalena fue al sepulcro al amanecer, cuando aún estaba oscuro, y vio la losa quitada del sepulcro.
Echó a correr y fue donde estaba Simón Pedro y el otro discípulo, a quien Jesús amaba, y les dijo:
«Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto. »
Salieron Pedro y el otro discípulo camino del sepulcro. Los dos corrían juntos, pero el otro discípulo corría más que Pedro; se adelantó y llegó primero al sepulcro; e, inclinándose, vio los lienzos tendidos; pero no entró.
Llegó también Simón Pedro detrás de él y entró en el sepulcro: vio los lienzos tendidos y el sudario con que le habían cubierto la cabeza, no con los lienzos, sino enrollado en un sitio aparte.
Entonces entró también el otro discípulo, el que había llegado primero al sepulcro; vio y creyó.
Pues hasta entonces no habían entendido la Escritura: que él había de resucitar de entre los muertos.

Palabra del Señor.

 

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Ahora sí.

¡El Señor ha resucitado!! ¡Gloria a Dios! Nos ha traído el Perdón de Dios, y hace posible perdonarnos mutuamente. El matrimonio vuelve a ser posible porque ya podemos restaurarlo en cada caída, con el Perdón que nos ha traído Dios. Es nuestro nuevo camino del amor, el camino del Perdón. ¡Aleluya!!

Aterrizado a la vida matrimonial:

Marta: Juan, te perdono.
Juan: Disculpa, Marta, que creo que no te he oído bien. ¿Qué me has dicho?
Marta: Que te perdono de verdad. Sinceramente. Quedas libre de todo el dolor que me has provocado. Y yo me libero de mi dolor, y de mi tentación de tenerte sometido sacándote aquellas ofensas cuando me convenía, utilizándolas para coartar cualquier intento tuyo de pedir algo e incluso de actuar con normalidad o de hacer el amor.
Juan: Marta, ¿de verdad?. ¿No será un flush que te está dando hoy por ser domingo de Pascua?
Marta: No, Juan. Me he dado cuenta de que si no te perdono es porque quiero ejercer un domino sobre ti, y me he dado cuenta de todo lo que el Señor pasó para traernos el Perdón, y no puedo yo quitarte ese derecho por mi orgullo.
Juan: ¡Qué pasada! Gracias Dios mío. Gracias por liberarme. (Se abraza a Marta) Gracias mi amor. Creí que nunca podría quitarme esa culpa de encima. Ahora veo que realmente me quieres, porque a través de ti, me llega la Misericordia de Dios.
Marta: Te amo Juan. Por fin nuestros corazones vuelven a estar unidos y ya nada nos separará. Gracias Señor, porque nos has salvado. Alabado seas por siempre.

Madre,

Por fin el triunfo sobre el mal y sobre la muerte. Por fin, redimidos de todas nuestras culpas. Estamos alegres, estamos gozosos, es un maravilloso don de Dios. Ahora sí entendemos cuánto merece la pena la cruz. Ahora todo cobra sentido. ¡Gloria a Dios…!

Del miedo a la alegría. Comentario para Matrimonios: Mateo 28, 1-10

EVANGELIO

Ha resucitado y va por delante de vosotros a Galilea.
Lectura del santo Evangelio según san Mateo 28, 1-10

Pasado el sábado, al alborear el primer día de la semana, fueron María Magdalena y la otra María a ver el sepulcro. Y de pronto tembló fuertemente la tierra, pues un ángel del Señor, bajando del cielo y acercándose, corrió la piedra y se sentó encima. Su aspecto era de relámpago y su vestido blanco como la nieve; los centinelas temblaron de miedo y quedaron como muertos. El ángel habló a las mujeres:
«Vosotras, no temáis; ya sé que buscáis a Jesús, el crucificado, No está aquí: ¡ha resucitado!, como había dicho. Venid a ver el sitio donde yacía e id aprisa a decir a sus discípulos: «Ha resucitado de entre los muertos y va por delante de vosotros a Galilea. Allí lo veréis.» Mirad, os lo he anunciado».
Ellas se marcharon a toda prisa del sepulcro; llenas de miedo y de alegría corrieron a anunciarlo a los discípulos.
De pronto, Jesús les salió al encuentro y les dijo:
«Alegraos».
Ellas se acercaron, le abrazaron los pies y se postraron ante él.
Jesús les dijo:
«No temáis: id a comunicar a mis hermanos que vayan a Galilea; allí me verán».

Palabra del Señor.

 

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Del miedo a la alegría.

Celebramos hoy el Sábado Santo y la Vigilia Pascual. Solemos vivir de cara a la eternidad, como si esta vida durara para siempre. Esto nos pasa tanto con lo bueno como con lo malo. Cuando vivimos una dificultad, no tomamos conciencia de que lo malo pasa, igual que el resto de esta vida. El problema de vivir así es que nos podemos acostumbrar, y hoy es un día para salirse de esa tendencia. Hoy es un día para mirar el Sagrario vacío, la frialdad de las iglesias, de los altares desnudos… El Señor no está. Es un día para echarlo mucho de menos y tomar conciencia de lo horrible que sería mi vida si de repente me lo quitasen. Entonces sólo quedaría el polvo, la nada y el miedo, y todo sería por un tiempo para dejar de ser definitivamente. Sería como una mentira, porque sólo la verdad permanece. Me gusta, el Sábado Santo por la mañana, “saborear” el dolor y el miedo de estar sin el Señor, para por la tarde, en la Vigilia Pascual vivir el exultante e indescriptible “Alegraos” que nos dice al reencontrarnos con Él.

Aterrizado a la vida matrimonial:

Carlos, el esposo de Sara, se fue a China en viaje de negocios. El avión en el que volaba tuvo un problema grave en el aterrizaje y se accidentó. Horas más tarde, sonó el teléfono de casa y a Sara le comunicaron que su esposo había fallecido. La desgracia para Sara era de tal envergadura, que le costó varios días digerirla. Estaba absolutamente desolada. Sus 35 años y sus 3 hijos pequeños, hacían que la situación cobrase más dramatismo si cabe. Una semana después, consiguieron repatriar el cadáver a España, y Sara fue al aeropuerto a recibir los restos de su esposo. Venía en un ataúd de zinc sellado y no pudo ni siquiera despedirse del cadáver. Sara tenía fe, pero nunca pensó que Dios le pediría vivir esta experiencia tan traumática. Era como si se hubiera entrenado toda la vida para una misión y ahora, su vida perdiera casi completamente su sentido. Sara estaba sola, sola, sola, para siempre, siempre, siempre, hasta el fin de sus días. Nadie podría rellenar el hueco que había dejado Carlos.
Fue entonces cuando Sara, descubrió el verdadero valor de su esposo, y recordaba con rabia todas aquellas veces que habían discutido por tonterías y se habían distanciado. Quisiera volver atrás y recuperar todos aquellos momentos, uno por uno, y aprovecharlos para abrazar a su esposo, mirarlo y sonreírle. Era lo único que valía la pena, disfrutar de su presencia.
Dos días después del entierro, alguien llama a la puerta de casa de Sara. Ella estaba en uno de esos momentos en que echaba de menos a su esposo y lloraba desconsoladamente. Sara abre la puerta y… casi se desmaya… era Carlos, un tanto magullado, pero ¡Vivo! ¡Carlos estaba vivo! Superados unos cuantos segundos de desconcierto e incredulidad, Sara se abrazó a Carlos llorando de alegría, una alegría desbordante. No se lo podía creer, había recuperado a su esposo con vida. En el accidente hubo algún problema con las identificaciones y se equivocaron de persona, pero ¡Era real! Su esposo estaba vivo.
Aquella experiencia dura pero a la vez gozosa enseñó a Sara y a Carlos a valorarse mutuamente como si cada minuto fuese a ser el último. Sara y Carlos viven ahora su fe de otra manera, porque también han comprendido lo que es el Sábado Santo y recuperar al Señor ¡Vivo! ¡Es real! Para la eternidad.

Madre,

Exulten los coros de los ángeles… llega el gran momento de la Vigilia Pascual. El que da sentido a todo, el que lo llena todo, el que merece todo. Que disfrutemos del Señor y de su promesa todos los días del año como lo hacemos hoy. ¡Alabado sea el Señor!

¿Se asemeja? Comentario para Matrimonios: Juan 18, 1-19, 42

EVANGELIO

Pasión de nuestro Señor Jesucristo.
Pasión de nuestro Señor Jesucristo según san Juan 18, 1-19, 42

¿A quién buscáis? A Jesús, el Nazareno
Cronista:
En aquel tiempo, salió Jesús con sus discípulos al otro lado del torrente Cedrón, donde había un huerto, y entraron allí él y sus discípulos. Judas, el que lo iba a entregar, conocía también el sitio, porque Jesús se reunía a menudo allí con sus discípulos. Judas entonces, tomando una cohorte y unos guardias de los sumos sacerdotes y de los fariseos, entró allá con faroles, antorchas y armas. Jesús, sabiendo todo lo que venía sobre él, se adelantó y les dijo:
+ – «¿A quién buscáis?»
C. Le contestaron:
S. – «A Jesús, el Nazareno».
C. Les dijo Jesús:
+ – «Yo soy».
C. Estaba también con ellos Judas, el que lo iba a entregar. Al decirles: «Yo soy», retrocedieron y cayeron a tierra. Les preguntó otra vez:
+ – «¿A quién buscáis?»
C. Ellos dijeron:
S. – «A Jesús, el Nazareno».
C. Jesús contestó:
+ – «Os he dicho que soy yo. Si me buscáis a mí, dejad marchar a estos».
C. Y así se cumplió lo que había dicho: «No he perdido a ninguno de los que me diste».
Entonces Simón Pedro, que llevaba una espada, la sacó e hirió al criado del sumo sacerdote, cortándole la oreja derecha. Este criado se llamaba Malco. Dijo entonces Jesús a Pedro:
+ – «Mete la espada en la vaina. El cáliz que me ha dado mi Padre, ¿no lo voy a beber?».
Llevaron a Jesús primero a Anás
C. La cohorte, el tribuno y los guardias de los judíos prendieron a Jesús, lo ataron y lo llevaron primero a Anás, porque era suegro de Caifás, sumo sacerdote aquel año; Caifás era el que había dado a los judíos este consejo: «Conviene que muera un sólo hombre por el pueblo».
Simón Pedro y otro discípulo seguían a Jesús. Este discípulo era conocido del sumo sacerdote y entró con Jesús en el palacio del sumo sacerdote, mientras Pedro se quedó fuera a la puerta. Salió el otro discípulo, el conocido del sumo sacerdote, habló a la portera e hizo entrar a Pedro. La criada portera dijo entonces a Pedro:
S. – «¿No eres tú también de los discípulos de ese hombre?».
C. Él dijo:
S. – «No lo soy».
C. Los criados y los guardias habían encendido un brasero, porque hacía frío, y se calentaban. También Pedro estaba con ellos de pie, calentándose.
El sumo sacerdote interrogó a Jesús acerca de sus discípulos y de su doctrina.
Jesús le contestó:
+ – «Yo he hablado abiertamente al mundo; yo he enseñado continuamente en la sinagoga y en el templo, donde se reúnen todos los judíos, y no he dicho nada a escondidas. ¿Por qué me preguntas a mí? Pregunta a los que me han oído de qué les he hablado. Ellos saben lo que yo he dicho».
C. Apenas dijo esto, uno de los guardias que estaba allí le dio una bofetada a Jesús, diciendo:
S. – «¿Así contestas al sumo sacerdote?».
C. Jesús respondió:
+ – «Si he faltado al hablar, muestra en qué he faltado; pero si he hablado como se debe, ¿por qué me pegas?»
C. Entonces Anás lo envió atado a Caifás, sumo sacerdote.
¿No eres tú también de sus discípulos? No lo soy
C. Simón Pedro estaba en pie, calentándose, y le dijeron:
S. – «¿No eres tú también de sus discípulos?»
C. Él lo negó, diciendo:
S. – «No lo soy».
C. Uno de los criados del sumo sacerdote, pariente de aquel a quien Pedro le cortó la oreja, le dijo:
S. – «¿No te he visto yo en el huerto con él?»
C. Pedro volvió a negar, y enseguida cantó un gallo.
Mi reino no es de este mundo
C. Llevaron a Jesús de casa de Caifás al pretorio. Era el amanecer, y ellos no entraron en el pretorio para no incurrir en impureza y poder así comer la Pascua. Salió Pilato afuera, adonde estaban ellos, y dijo:
S. – «¿Qué acusación presentáis contra este hombre?»
C. Le contestaron:
S. – «Si éste no fuera un malhechor, no te lo entregaríamos».
C. Pilato les dijo:
S. – «Lleváoslo vosotros y juzgadIo según vuestra ley».
C. Los judíos le dijeron:
S. – «No estamos autorizados para dar muerte a nadie».
C. Y así se cumplió lo que había dicho Jesús, indicando de qué muerte iba a morir.
Entró otra vez Pilato en el pretorio, llamó a Jesús y le dijo:
S. – «¿Eres tú el rey de los judíos?».
C. Jesús le contestó:
+ – «¿Dices eso por tu cuenta o te lo han dicho otros de mí?».
C. Pilato replicó:
S. – «¿Acaso soy yo judío? Tu gente y los sumos sacerdotes te han entregado a mí; ¿qué has hecho?».
C. Jesús le contestó:
+ – «Mi reino no es de este mundo. Si mi reino fuera de este mundo, mi guardia habría luchado para que no cayera en manos de los judíos. Pero mi reino no es de aquí».
C. Pilato le dijo:
S. – «Entonces, ¿tú eres rey?»
C. Jesús le contestó:
+ – «Tú lo dices: soy rey. Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo: para dar testimonio de la verdad. Todo el que es de la verdad escucha mi voz».
C. Pilato le dijo:
«Y, ¿qué es la verdad?»
C. Dicho esto, salió otra vez a donde estaban los judíos y les dijo:
S. – «Yo no encuentro en él ninguna culpa. Es costumbre entre vosotros que por Pascua ponga a uno en libertad. ¿Queréis que os suelte al rey de los judíos?».
C. Volvieron a gritar:
S. – «A ése no, a Barrabás».
C. El tal Barrabás era un bandido.
¡Salve, rey de los judíos!
C. Entonces Pilato tomó a Jesús y lo mandó azotar. Y los soldados trenzaron una corona de espinas, se la pusieron en la cabeza y le echaron por encima un manto color púrpura; y, acercándose a él, le decían:
S. – «¡Salve, rey de los judíos!».
C. Y le daban bofetadas.
Pilato salió otra vez afuera y les dijo:
S. – «Mirad, os lo saco afuera, para que sepáis que no encuentro en él ninguna culpa».
C. Y salió Jesús afuera, llevando la corona de espinas y el manto color púrpura. Pilato les dijo:
S. – «He aquí al hombre».
C. Cuando lo vieron los sumos sacerdotes y los guardias, gritaron:
S. – «¡Crucifícalo, crucifícalo!»
C. Pilato les dijo:
S. – «Lleváoslo vosotros y crucificadlo, porque yo no encuentro culpa en él».
C. Los judíos le contestaron:
S. – «Nosotros tenemos una ley, y según esa ley tiene que morir, porque se ha hecho Hijo de Dios».
C. Cuando Pilato oyó estas palabras, se asustó aún más. Entró otra vez en el pretorio y dijo a Jesús:
S. – «¿De dónde eres tú?».
C. Pero Jesús no le dio respuesta.
Y Pilato le dijo:
S. – «¿A mí no me hablas? ¿No sabes que tengo autoridad para soltarte y autoridad para crucificarte?».
C. Jesús le contestó:
+ – «No tendrías ninguna autoridad sobre mí, si no te la hubieran dado de lo alto. Por eso el que me ha entregado a ti tiene un pecado mayor».
¡Fuera, fuera; crucifícalo!
C. Desde este momento Pilato trataba de soltarlo, pero los judíos gritaban:
S. – «Si sueltas a ése, no eres amigo del César. Todo el que se hace rey está contra el César».
C. Pilato entonces, al oír estas palabras, sacó afuera a Jesús y se sentó en el tribunal, en el sitio que llaman «el Enlosado» (en hebreo Gábbata). Era el día de la Preparación de la Pascua, hacia el mediodía.
Y dijo Pilato a los judíos:
S. – « He aquí a vuestro rey».
C. Ellos gritaron:
S. – «¡Fuera, fuera; crucifícalo!».
C. Pilato les dijo:
S. – «¿A vuestro rey voy a crucificar?».
C. Contestaron los sumos sacerdotes:
S. – «No tenemos más rey que al César».
C. Entonces se lo entregó para que lo crucificaran.
Lo crucificaron, y con él a otros dos
C. Tomaron a Jesús, y cargando él mismo con la cruz, salió al sitio llamado «de la Calavera» (que en hebreo se dice Gólgota), donde lo crucificaron; y con él a otros dos, uno a cada lado, y en medio, Jesús. Y Pilato escribió un letrero y lo puso encima de la cruz; en él estaba escrito: «Jesús, el Nazareno, el rey de los judíos».
Leyeron el letrero muchos judíos, porque estaba cerca el lugar donde crucificaron a Jesús, y estaba escrito en hebreo, latín y griego.
Entonces los sumos sacerdotes de los judíos dijeron a Pilato:
S. – «No escribas: «El rey de los judíos», sino: «Este ha dicho: Soy el rey de los judíos”».
C. Pilato les contestó:
S. – «Lo escrito, escrito está».
Se repartieron mis ropas
C. Los soldados, cuando crucificaron a Jesús, cogieron su ropa, haciendo cuatro partes, una para cada soldado, y apartaron la túnica. Era una túnica sin costura, tejida toda de una pieza de arriba abajo. Y se dijeron:
S. – «No la rasguemos, sino echémosla a suerte, a ver a quién le toca».
C. Así se cumplió la Escritura: «Se repartieron mis ropas y echaron a suerte mi túnica». Esto hicieron los soldados.
Ahí tienes a tu hijo. Ahí tienes a tu madre
C. Junto a la cruz de Jesús estaban su madre, la hermana de su madre, María, la de Cleofás, y María, la Magdalena. Jesús, al ver a su madre y cerca al discípulo que tanto quería, dijo a su madre:
+ – «Mujer, ahí tienes a tu hijo».
C. Luego, dijo al discípulo:
+ – «Ahí tienes a tu madre».
C. Y desde aquella hora, el discípulo la recibió en su casa.
Está cumplido
C. Después de esto, sabiendo Jesús que ya todo estaba cumplido, para que se cumpliera la Escritura dijo:
+ – «Tengo sed».
C. Había allí un jarro lleno de vinagre. Y, sujetando una esponja empapada en vinagre a una caña de hisopo, se la acercaron a la boca. Jesús, cuando tomó el vinagre, dijo:
+ – «Está cumplido».
C. E, inclinando la cabeza, entregó el espíritu.
Todos se arrodillan, y se hace una pausa.
Y al punto salió sangre y agua
C. Los judíos entonces, como era el día de la Preparación, para que no se quedaran los cuerpos en la cruz el sábado, porque aquel sábado era un día grande, pidieron a Pilato que les quebraran las piernas y que los quitaran, Fueron los soldados, le quebraron las piernas al primero y luego al otro que habían crucificado con él; pero al llegar a Jesús, viendo que ya había muerto, no le quebraron las piernas, sino que uno de los soldados, con la lanza, le traspasó el costado, y al punto salió sangre y agua. El que lo vio da testimonio, y su testimonio es verdadero, y él sabe que dice verdad, para que también vosotros creáis. Esto ocurrió para que se cumpliera la Escritura: «No le quebrarán un hueso»; y en otro lugar la Escritura dice: «Mirarán al que traspasaron».
Envolvieron el cuerpo de Jesús en los lienzos con los aromas
C. Después de esto, José de Arimatea, que era discípulo de Jesús aunque oculto por miedo a los judíos, pidió a Pilato que le dejara llevarse el cuerpo de Jesús. Y Pilato lo autorizó. Él fue entonces y se llevó el cuerpo. Llegó también Nícodemo, el que había ido a verlo de noche, y trajo unas cien libras de una mixtura de mirra y áloe.
Tomaron el cuerpo de Jesús y lo envolvieron en los lienzos con los aromas, según se acostumbra a enterrar entre los judíos. Había un huerto en el sitio donde lo crucificaron, y en el huerto, un sepulcro nuevo donde nadie había sido enterrado todavía. Y como para los judíos era el día de la Preparación, y el sepulcro estaba cerca, pusieron allí a Jesús.

Palabra del Señor.

 

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¿Se asemeja?

Contemplamos a Jesús, Esposo, cómo ama. Decía San Juan Pablo que un matrimonio no se puede llamar cristiano si no se asemeja a Cristo Esposo que se entrega por su Esposa la Iglesia en la Cruz. Contemplo por tanto cuánto se parece mi manera de amar a la de Cristo.

Aterrizado a la vida matrimonial:

Marta: Yo ya no creo en mi matrimonio. ¿Quién cree que es posible vivir una comunión entre esposos como Dios la había pensado?
Teresa: No digas eso, Marta. ¿Crees que Dios nos habría hecho esposos si el matrimonio no fuese posible?
Marta: ¿A pesar del pecado de mi esposo? ¿A pesar del mío? Eso me lo dices porque tú no estás en mi situación y no sabes lo que yo estoy viviendo. ¿Acaso conoces a alguien que esté aguantando lo que yo he aguantado y siga luchando por su matrimonio?
Teresa: Sí. Conozco un matrimonio. Uno de los dos cónyuges fue llevado a los tribunales, sufrió malos tratos, desprecios, juicios injustos, machacado por el orgullo, la vanidad, la envidia y montones de pecados de su cónyuge…
Marta: Ya, y ahora me dirás que siguen unidos ¿no?
Teresa: Sí, con unos lazos más fuertes que la muerte.
Marta: ¡Venga ya! ¿Quién es ese o esa para que le haga un monumento?
Teresa: Cristo. Y Él te promete por Su Sangre que si tú le sigues, alcanzarás lo que buscas en tu matrimonio.

Madre,

Qué desgarro vives en la Pasión de Nuestro Señor, que revivimos en estos días. Pero todo tu dolor fue también por nuestra salvación. Gracias, Madre, Gracias. Gracias, Señor, alabado seas por siempre. Nadie me ha amado tanto como Tú.