EVANGELIO
Anunciad a Juan lo que habéis visto y oído.
Lectura del santo Evangelio según san Lucas 7, 19-23
En aquel tiempo, Juan, llamando a dos de sus discípulos, los envió al Señor diciendo:
«¿Eres tú el que ha de venir, o tenemos que esperar a otro?».
Los hombres se presentaron ante él y le dijeron:
«Juan el Bautista nos ha mandado a ti para decirte: “¿Eres tú el que ha de venir, o tenemos que esperar a otro?”». En aquella hora Jesús curó a muchos de enfermedades, achaques y malos espíritus, y a muchos ciegos les otorgó la vista.
Y respondiendo, les dijo:
«Id a anunciad a Juan lo que habéis visto y oído: los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos quedan limpios y los sordos oyen, los muertos resucitan, los pobres son evangelizados. Y ¡bienaventurado el que no se escandalice de mí!».
Palabra del Señor.
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Lo que cambiaste.
Señor, nosotros lo hemos visto y oído: Ciegos que ven, sordos que oyen, pobres evangelizados… Primero en nuestro matrimonio, cómo te introdujiste en nuestras vidas y cambiaste nuestras actitudes, nuestras prioridades… Después en muchos otros matrimonios. Seguramente tú, esposo/a que estás leyendo este comentario, también has visto y oído Sus obras en ti y en tu matrimonio. Anímate a ser testigo enviando tu testimonio a proyectoamorconyugal@gmail.com
Aterrizado a la vida matrimonial:
Juan: Señor, ¿Cómo vamos a escandalizarnos de Ti? Te damos gracias cada día, porque nuestra vida podía haber sido una ruina si no nos hubieses rescatado. Quiero ser testigo Tuyo ante el mundo, porque cambiaste mi afán por destacar, por mi afán por señalarte. Cambiaste mi ambición mundana y me hiciste indigente de la gracia. Cambiaste mi carcajada irónica por una alegría inmensa. Cambiaste mis deseos desordenados por deseos de alcanzar la caridad conyugal. Cambiaste mi espíritu de dominio en el matrimonio por la admiración ante la grandeza del misterio revelado. Cambiaste mi paternidad orgullosa por el reto de ser imagen Tuya…
Teresa (esposa de Juan): Cambiaste mis miedos por la confianza en Ti. Cambiaste mi vergüenza sobre Ti por el orgullo de ser Tu elegida. Cambiaste el afán de controlar mi vida por un hágase Tu voluntad. Cambiaste mis heridas por oblación fructífera. Cambiaste mis rencores por Tu misericordia por los pecadores. Cambiaste mi soberbia de creerme mejor por la luz de saberme nada y que Tú eres el Todo. Y cada vez que voy a confesarme de tantas cosas como aun tienes que transformar en mí, cambias mi pecado por gracia santificante. El caso es que, cuanto más Te conozco, más me muestras quién soy o mejor, quién estoy llamado a ser.
Madre,
No somos dignos. Sólo nos sale una oración de alabanza, de agradecimiento. ¡Alabado seas por siempre, Señor!