EVANGELIO
A quien me sirva, el Padre lo honrará
Lectura del santo Evangelio según san Juan 12, 24-26
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«En verdad, en verdad os digo: si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda infecundo; pero si muere, da mucho fruto.
El que se ama a sí mismo, se pierde, y el que se aborrece a sí mismo en este mundo, se guardará para la vida eterna. El que quiera servirme, que me siga, y donde esté yo, allí también estará mi servidor; a quien me sirva, el Padre lo honrará».
Palabra del Señor.
Avisos:
- Retiros en Madrid: 13-15 y 27-29 de septiembre (Casa de Espiritualidad Emaús – Oblatos). Orad por los frutos.
- Retiro en Málaga y campamento para niños: 04-06 de octubre. Infórmate aquí: https://wp.me/p6AdRz-1RV
(Retiros pendientes de apertura de inscripciones. Informaremos más adelante)
- Retiro en Sevilla: 18-20 de octubre
- Retiro en Valladolid: 15-17 de noviembre
- Retiro en Salamanca: 22-24 de noviembre
- Retiro en Barcelona: 22-24 de noviembre
- Retiro en Valencia: 29 nov- 01 dic
…Para ver más pincha aquí: https://wp.me/P6AdRz-D1
¿Tacañamente?
Hay una frase en la primera lectura de hoy, de San Pablo a los Corintios, que tiene que ver con este Evangelio, y que me parece buenísima para el matrimonio: «El que siembra tacañamente, tacañamente cosechará; el que siembra abundantemente, abundantemente cosechará». Así es el amor conyugal: ¿Das o te das? Hasta el punto de que, si no me entrego, no doy fruto y si me entrego daré mucho fruto.
Y además dice, que «…Dios ama “al que da con alegría”». Porque todos tenemos experiencia de darnos “a la fuerza”, resistiéndonos, y eso tarde o temprano pasa factura a la relación. ¿No encuentro alegría en darme? Eso es porque no he descubierto la belleza y la grandeza del matrimonio. ¿Quiero vivir un matrimonio hermoso y grande? Pues voy a darme con alegría, daré ese paso adelante, y veré qué pasa.
Aterrizado a la vida matrimonial:
Alberto: Me casé y empecé a centrarme en hacer feliz a mi esposa y cuidar y educar bien a mis hijos. Descubrí lo mucho que me costaba. Descubrí mi egoísmo. Continúo luchando cada día por darme completamente y así dejar de mirarme.
Susana: Me casé con un esposo austero. Se preocupaba de que no se tirase la comida y de no comprar cosas innecesarias. Al principio me molestaba que se quejase, pero luego descubrí que era una caprichosa y que no era capaz de valorar lo que tenía. Entonces me fui dejando llevar por él, para ir aprendiendo a aprovechar los bienes que Dios nos da. Ahora no necesito tanto como antes y poco a poco me voy liberando.
Alberto: Yo tengo mucho temperamento, y necesito llevar la razón. Me di cuenta de que mi esposa sufría mucho con eso, porque me enfadaba a menudo. Me empecé a esforzar por no hacerla daño. Cada vez voy controlando más mis impulsos, soy dueño de mis actos y estar con ella me va haciendo más manso y tengo mucha más paz.
Susana: Tenía una fe muy espiritualizada. Me encantaba estar con el Señor, pero luego llegaba a casa y no aguantaba los defectos de mi esposo. Me di cuenta que en realidad no seguía a Cristo, sino que buscaba en la fe mi propia complacencia. Así que fui pidiendo misericordia y me fui esforzando por amar como Cristo. Poco a poco el Señor me va liberando de mi orgullo espiritual.
Ambos: Damos gracias a Dios por nuestro matrimonio, porque constantemente nos permite salir de nosotros mismos para entrar en el otro y así ir haciéndonos cada vez más libres para donarnos mutuamente. Solo el que cae en tierra y muere, da fruto.
Madre,
Hoy tomo más conciencia de que sirviendo a mi esposo, sirvo a Cristo y que donde está Él es en mi matrimonio. El Señor quiere de nosotros un amor como el Suyo: Encarnado. Alabado sea el Señor.