Archivo por meses: enero 2018

No es la impureza la que separa. Comentario del Evangelio para Matrimonios: Marcos 1, 40-45

EVANGELIO

La lepra se le quitó, y quedó limpio
Lectura del santo Evangelio según San Marcos 1, 40-45

En aquel tiempo, se acerca a Jesús un leproso, suplicándole de rodillas:
-«Si quieres, puedes limpiarme.»
Compadecido, extendió la mano y lo tocó, diciendo:
-«Quiero: queda limpio.»
La lepra se le quitó inmediatamente, y quedó limpio.
Él lo despidió, encargándole severamente:
-«No se lo digas a nadie; pero, para que conste, ve a presentarte al sacerdote y ofrece por tu purificación lo que mandó Moisés, para que les sirva de testimonio».
Pero, cuando se fue, empezó a pregonar bien alto y a divulgar el hecho, de modo que Jesús ya no podía entrar abiertamente en ningún pueblo; se quedaba fuera, en lugares solitarios; y aun así acudían a el de todas partes.

Palabra del Señor.

Nota: Próximas misiones

  • Anuncio en Marbella: 19 de enero. Parroquia Santo Cristo del Calvario. 20:30h
  • Anuncio en Córdoba: 20 de enero. Parroquia Ntra. Sra. de la Consolación 18h. C/ Historiador Dozy 20
  • Breve testimonio en la Semana de la Familia de Sevilla:  27 de enero.
  • Anuncio en Sevilla: 28 de enero a las 11:30 en la Parroquia del Espíritu SantoCalle San Isidro Labrador. Mairena del Aljarafe (Sevilla)
  • Retiro para matrimonios en Madrid 2 a 4 de febreroCOMPLETO puedes inscribirte en lista de espera en el siguiente enlace: https://goo.gl/forms/7lUuhJUvnUbtos103

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No es la impureza la que separa.

(Nota: Se hace uso genérico del masculino para designar la clase sin distinción de sexos.)

Cuando uno se enamora, no puede evitar gritarlo a los 4 vientos. Las calles están llenas de pintadas con corazones y declaraciones de amor eterno. Pero ¿Qué pasa después? ¿Dónde está ahora la belleza de nuestro amor? Seguramente nos habremos decepcionado mutuamente y hemos dejado de ser una prioridad el uno para el otro.

Observemos cómo enamora Cristo:
– Se le acerca un leproso, considerado por tanto un pecador, que por su impureza tenía prohibido acercarse a nadie. Por Su fama, sabría que Cristo lo acogería.
– Pero Jesús, en su sobreabundancia, demuestra una ternura especial en su acogida, tocándole. Esto significaba quedar impuro inmediatamente a los ojos de todos. Su honor, su dignidad ante los demás quedaría afectada, pero Él da prioridad a demostrar Su cariño hacia aquel hombre.
– El leproso se sintió amado y curado, y no pudo evitar pregonarlo y divulgarlo bien alto.

Aplicando esta enseñanza a nuestra relación conyugal: Jesús nos enseña que no es la impureza la que nos separa, sino la falta de misericordia. Si Tú Señor que eres puro acoges con tanto cariño, ¿Por qué a nosotros que no somos puros nos cuesta acoger a nuestro esposo cuando peca?.

Hoy en día hacen falta matrimonios que se acojan mutuamente y griten a los 4 vientos el amor que sienten el uno por el otro. Pero para ello, es necesario pedir perdón y pedirnos perdón.

Aterrizado a la vida matrimonial:

Marga: Mamá, Juan me ha sido infiel ¿recuerdas? ¿Cómo me dices ahora que le perdone?
Alicia (Madre de Marga): Comprendiéndole, Marga. Entrando en su corazón y comprendiendo su debilidad. No hay otro camino. No mires la ofensa, mira a la persona, mira su fragilidad, su necesidad de ayuda para llegar a la santidad.
Marga: Ya, pero eso que dices es muy difícil.
Alicia: Eso que digo es amor. Lo otro es amor propio, es orgullo, es soberbia de no creerle digno de ti. No puedes mirarle desde arriba y machacarle el resto de su vida por haber sido un ruin despreciable. Eso destruye a las personas. Tenéis que reconocer la gravedad del acto, pero luego tienes que poner todo tu empeño en recuperar su dignidad, que vuelva a verse digno de ti.
Marga: Gracias, Mamá. Tú sí que eres una madre. Conozco otras muchas que odiarían a su yerno por lo que ha hecho Juan. Tú en cambio sabes reconocer el valor de las personas y del matrimonio.
Marga: El Señor nos lo enseña. Contémplale en el pesebre y lo entenderás.

Madre,

Es el momento de acercarnos a Jesús y suplicarle juntos de rodillas: Señor, si quieres puedes limpiar nuestro matrimonio. El Señor quiere, se comprometió con nosotros el día de nuestra boda. Sólo Él nos puede llevar a vivir el matrimonio tal como Dios lo pensó. Alabado sea el Señor.

Cuando “toco” su dolor. Comentario del Evangelio para Matrimonios: Marcos 1, 29-39

EVANGELIO

Curó a muchos enfermos de diversos males
Lectura del santo Evangelio según San Marcos 1, 29-39

En aquel tiempo, al salir Jesús de la sinagoga, fue con Santiago y Juan a casa de Simón y Andrés.
La suegra de Simón estaba en cama con fiebre, e inmediatamente le hablaron de ella. Él se acercó, la cogió de la mano y la levantó. Se le pasó la fiebre y se puso a servirles.
Al anochecer, cuando se puso el sol, le llevaron todos los enfermos y endemoniados. La población entera se agolpaba a la puerta. Curó a muchos enfermos de diversos males y expulsó muchos demonios; y como los demonios lo conocían, no les permitía hablar.
Se levantó de madrugada, cuando todavía estaba muy oscuro, se marchó a un lugar solitario y allí se puso a orar. Simón y sus compañeros fueron en su busca y, al encontrarlo, le dijeron:
-«Todo el mundo te busca.»
Él les respondió:
– «Vámonos a otra parte, a las aldeas cercanas, para predicar también allí; que para eso he salido»
Así recorrió toda Galilea, predicando en sus sinagogas y expulsando los demonios

Palabra del Señor.

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  • Retiro para matrimonios en Madrid 2 a 4 de febreroCOMPLETO puedes inscribirte en lista de espera en el siguiente enlace: https://goo.gl/forms/7lUuhJUvnUbtos103

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Cuando “toco” su dolor.

(Nota: Se hace uso genérico del masculino para designar la clase sin distinción de sexos.)

El Evangelio de hoy nos muestra el final de un día en la vida cotidiana de Jesús. Cuando se retira a descansar a casa de Pedro, se encuentra con la suegra enferma y no puede evitar curarla. Muchas veces, llegamos a casa con el “chip” de descansar, y nos encontramos situaciones que requieren de nuestra atención, porque nos necesitan. Jesús no pone su descanso como prioridad a la necesidad de los demás, sino que descansa en la voluntad del Padre.

Dios se hizo hombre para servir y nosotros desde nuestra vocación, nos convertimos en esposos también para servir. Tanto es así que en el Catecismo de la Iglesia Católica, el Sacramento del Matrimonio está contenido en el apartado denominado «Los sacramentos al servicio de la comunidad».

Lo que nos impide volcarnos en ese servicio, son los deseos desordenados fruto del pecado. La llamada “concupiscencia” es la búsqueda de la autosatisfacción en lugar de la auto donación. Dice San Juan Pablo II (Catequesis 22 de octubre de 1980):

La concupiscencia, impide la entrega en el servicio al esposo, porque se le da un “valor no bastante apreciado”. Se le “desvaloriza”, no reconociendo la dignidad que le corresponde. Parece que deja de merecerse ser servido con la intensidad con que lo hace Cristo.

Aterrizado a la vida matrimonial:

Ramón: Hoy estoy especialmente cansado. Tengo unas ganas de llegar a casa…
(Al llegar a casa)
Ramón: Hola, Marta. ¿Qué te pasa? Te pasa algo, te noto rara.
Marta: Si no sabes lo que me pasa, empezamos mal.
Ramón: Vaya… algo he hecho mal, claramente. Pues perdona mi torpeza, pero no sé qué he hecho mal, de verdad.
Marta: Hace tiempo que estoy mal, te lo he dicho ya muchas veces, y no haces nada.
Ramón: (Piensa: Antes pensaría que ya está otra vez con lo mismo, que siempre está mal, que siempre está reclamando y con su victimismo… pero ahora sé que esto son síntomas de que necesita más atención, sentirse querida y valorada, así que es el momento de renunciar a mi cansancio y acercarme a ella hasta que me cuente todo lo que le pasa. Después descansará).
Al acabar aquel día, Marta se abrazó a Ramón. Marta se sentía mucho mejor, y Ramón sentía haber hecho lo que ella se merecía, porque su esposa vale un montón.

Madre,

Hoy vemos a Jesús, cercano al sufriente: Sobre todos y cada uno de los enfermos, ponía Sus santas manos, cerca de ellos, tocando su dolor. Cuando me acerco a mi esposo y “toco” su dolor, entonces comprendo su valor. Vale mucho y me duele verle sufrir.
Después de una larga noche de curaciones, se levanta de madrugada para orar. He ahí el secreto de Su amor, nos ve con la mirada del Creador. Enséñanos también a perseverar en ese amor. Amén.

Ahora lo entiendo. Comentario del Evangelio para Matrimonios: Marcos 1, 21-28

EVANGELIO

Les enseñaba con autoridad
Lectura del santo Evangelio según San Marcos 1, 21-28

En la ciudad de Cafarnaún, el sábado entra Jesús en la sinagoga a enseñar; estaban asombrados de su enseñanza, porque les enseñaba con autoridad y no como los escribas. Había precisamente en la sinagoga un hombre que tenía un espíritu inmundo, y se puso a gritar:
« ¿Qué tenemos que ver nosotros contigo, Jesús Nazareno? ¿Has venido a acabar con nosotros? Sé quién eres: el Santo de Dios».
Jesús lo increpó:
«Cállate y sal de él».
El espíritu inmundo lo retorció violentamente y, dando un grito muy fuerte, salió de él. Todos se preguntaron estupefactos:
«¿Qué es esto? Una enseñanza nueva expuesta con autoridad. Incluso manda a los espíritus inmundos y lo obedecen».
Su fama se extendió enseguida por todas partes, alcanzando la comarca entera de Galilea.

Palabra del Señor.

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Ahora lo entiendo.

(Nota: Se hace uso genérico del masculino para designar la clase sin distinción de sexos.)

Los escribas y fariseos difundían la Palabra de Dios, pero no sacaban los espíritus inmundos de la gente. Cristo en cambio, transmite la Palabra con autoridad, porque los espíritus inmundos lo obedecen, y sólo Dios es capaz de echar a los demonios.

Ahora lo entiendo. Hay veces que predico la Palabra de Dios en mi casa, a mi esposo, con esas “correcciones” que le hago instalado en mi posición de “yo lo hago y tú no”, y ¿qué descubro? Que no tengo ninguna autoridad sobre él/ella, y que no consigo echar a los espíritus inmundos, más bien al contrario, consigo que se instalen más si cabe en esa debilidad de mi esposo, provocándole además para que se revuelva contra mí o quizás huya por no oírme. Ahora lo entiendo. Sólo si echo los espíritus inmundos, estaré transmitiendo la Palabra en el nombre del Señor.

Así que he decidido cambiar de táctica. Voy a dejar de exigirle a mi esposo que sea más perfecto de lo que es, y en su lugar, voy a hacerle feliz. Voy a hacer que se sienta acogido por mí, que descanse en mí cuando llegue cansado, que tenga confianza en mí y me cuente sus cosas sin miedo a una reprimenda. Voy a ser su amigo, su confidente, quien le mima, quien le hace sentirse valorado, quien más misericordia tiene con él/ella. Creo que eso es lo que Dios me pide que le dé. En definitiva, voy a ser quien más le ame. Quizás así, comportándome como un verdadero esposo, Dios me dé autoridad para ayudarle y sacar lo mejor de él/ella.

Aterrizado a la vida matrimonial:

Pedro: Cariño, reconozco que te estoy haciendo la vida imposible con tantas quejas sobre ti. Entiendo perfectamente que no te sientas valorada porque de mis labios no sale casi nada bueno cuando te hablo de ti. Pero quiero que sepas, que en realidad te valoro muchísimo, y quiero que cuando estés conmigo descanses en mí, que puedas estar relajada conmigo, que te sientas importante a mi lado, que puedas ser tú sin miedo a que te recrimine nada. Quiero que me sientas parte de ti porque te comprenda. No quiero enterrar nuestro amor en un montón de razonamientos y leyes que te impongo. Quiero que nuestro amor florezca hermoso, lleno de color.
María: (Llorando) Gracias, cariño. Ahora me siento mucho mejor. Yo haré lo mismo. Voy a quererte como eres, a dejar que seas tú y que te sientas admirado siendo tú. Sólo me importa una cosa en la vida, y es verte feliz. Todo lo demás es secundario para mí. Si tú eres feliz conmigo, yo soy feliz. Así que, no te juzgaré cuando te vea nervioso, te refugies en algo, cuando te vea amargado o abatido. En su lugar, me dedicaré a calmarte cuando estés nervioso, acompañarte cuando te sientas solo, a alegrarte cuando te vea triste, a animarte cuando te vea cansado. Creo que esa es la misión de esposa que Dios me ha encomendado.
Pedro: Gracias, preciosa. Te amo.
María: Te amo.

Madre,

A veces, a pesar de las dificultades de la vida, nos lo ponemos más difícil el uno al otro con tantas exigencias y tantos reclamos. Siempre pidiéndonos más, en lugar de hacernos la vida más sencilla, aliviarnos la carga mutuamente. Dios no quiere que actuemos como los fariseos, cargando fardos pesados sobre el otro, Dios quiere que nos amemos como Él, con ternura, comprensión y misericordia. Alabado sea el Señor que nos habla del amor con tanta autoridad. Él es el único Maestro. Amén.

Dejarás a tu padre y a tu madre. Comentario del Evangelio para Matrimonios: Marcos 1, 14-20

EVANGELIO

Convertíos y creed en el Evangelio
Lectura del santo Evangelio según san Marcos 1, 14-20

Después de que Juan fue entregado, Jesús se marchó a Galilea a proclamar el Evangelio de Dios; decía:
«Se ha cumplido el tiempo y está cerca el reino de Dios. Convertíos y creed en el Evangelio».
Pasando junto al mar de Galilea, vio a Simón y a Andrés, el hermano de Simón, echando las redes en el mar, pues eran pescadores.
Jesús les dijo:
«Venid en pos de mí y os haré pescadores de hombres».
Inmediatamente dejaron las redes y lo siguieron.
Un poco más adelante vio a Santiago, hijo de Zebedeo, y a su hermano Juan, que estaban en la barca repasando las redes. A continuación los llamó, dejaron a su padre Zebedeo en la barca con los jornaleros y se marcharon en pos de él.

Palabra del Señor.

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Dejarás a tu padre y a tu madre.

(Nota: Se hace uso genérico del masculino para designar la clase sin distinción de sexos.)

Siempre me he preguntado cómo se quedaría el pobre Zebedeo, cuando llega un desconocido, invita a sus hijos a seguirle y se marchan con él, dejándole solo con la barca y las redes. También me he preguntado ¿Qué pasa con Jesús? ¿No le importa que los hijos de Zebedeo le dejen solo? Podría al menos haber llamado a uno y dejado al otro… Pero Dios no se equivoca. Cuando te llama, te llama, y debemos responderle a pesar de todo lo que dejemos atrás.

Es relativamente frecuente que uno de los dos esposos tenga cierto “apego” a su familia de origen. Primero porque tiene la costumbre de vivir sometido a sus padres, y depender de ellos, segundo, porque hay cariño y tercero porque con su familia de origen se siente “como en casa”, pues es donde ha nacido y se ha criado. Pero cuando me caso, Dios me llama a realizar un servicio desde mi matrimonio, y eso implica desapegarme de mis padres. ¿Puede esto causarles algún tipo de “dolor”? Pues sí, pero es la llamada de Dios y Él no se equivoca. Puede también que viva la tentación de que mis padres me necesitan, y puede ser verdad, pero solo en casos de enfermedad grave o similar. No en vano, la familia de origen acaba siendo uno de los principales motivos de ruptura entre los matrimonios. Tiene triste gracia.

Por eso, hay un mandato expreso de Dios: “Dejará el hombre (a la mujer) a su padre y a su madre y se unirá a su mujer (o marido) y los dos serán una sola carne. Lo que Dios ha unido no lo separe el hombre”. Expresamente lo menciona Cristo, porque es posible que viva esa tentación de “dejar” a mi esposo por sentir lástima o cierta preferencia hacia mis padres o hermanos, y eso no es lo que Dios quiere. Él quiere que me haga una sola carne con mi esposo, que para eso me ha creado.

Aterrizado a la vida matrimonial:

Jaime: Dice mi madre que si vamos a comer el sábado.
Laura: Jaime, no puede ser que estemos todos los fines de semana metidos en casa de tus padres. Si entre semana casi no nos vemos, el sábado estamos con tus padres y el domingo con los míos ¿Qué tiempo queda para nosotros?
Jaime: Bueno… a ellos les hace ilusión, y es un rato, el rato de comer.
Laura: No, Jaime. Al final, no hacemos otra cosa en todo el día. Entre que vas, que empezamos a comer tarde, que luego viene una sobremesa eterna, que después ayudamos a recoger la mesa y después, que ya es la hora de merendar los niños… Acabamos ya sin ganas de nada más, y nos volvemos a casa al sofá. No hacemos excursiones juntos, ya no tenemos nuestros ratos para hablar, no hay momentos para cultivar nuestra familia, la nuestra.
Jaime: Lo entiendo. Eso no debe faltar. Si te parece, a partir de ahora programaremos los fines de semana en función de nuestros planes. Primero tú y yo, segundo nuestra propia familia y el tiempo que sobre lo dedicamos a la familia más amplia, amigos y demás. ¿Te parece?
Laura: Sí, gracias por comprenderme Jaime. También, necesitaba saber que para ti soy tu prioridad. A veces tengo la sensación de que te preocupas más de tus padres que de nosotros.
Jaime: No, tontorrona… Tú eres mi vida, y siempre lo serás. Y después de ti, nuestros niñitos. Te quiero, te amo.

Madre,

A veces no somos conscientes de la importancia de nuestra vocación, de que es Dios quien nos llama al matrimonio, y es Dios quien desea que nos centremos en hacernos uno. A veces disfrazamos de bien centrar nuestra atención y nuestra caridad en otras cosas o personas que nos distraen de nuestra vocación. Madre, enséñanos a ser fieles a nuestra llamada, como Tú lo fuiste. Tú subyugaste cualquier otra cosa a tu vocación de Madre de Dios. Enséñame a hacer yo lo mismo con mi vocación. Por Jesucristo Nuestro Señor. Amén.

Hasta rasgar el cielo. Comentario del Evangelio para Matrimonios: Marcos 1, 7-11

EVANGELIO

Tú eres mi Hijo amado, en ti me complazco
Lectura del santo Evangelio según san Marcos 1, 7-11

En aquel tiempo, proclamaba Juan:
«Detrás de mí viene el que es más fuerte que yo y no merezco agacharme para desatarle la correa de sus sandalias. Yo os he bautizado con agua, pero él os bautizará con Espíritu Santo».
Y sucedió que por aquellos días llegó Jesús desde Nazaret de Galilea y fue bautizado por Juan en el Jordán.
Apenas salió del agua, vio rasgarse los cielos y al Espíritu que bajaba hacia él como una paloma. Se oyó una voz desde los cielos:
«Tú eres mi Hijo, el amado; en ti me complazco».

Palabra del Señor.

Nota: Próximos eventos

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Hasta rasgar el cielo.

(Nota: Se hace uso genérico del masculino para designar la clase sin distinción de sexos.)

Contemplamos hoy esta bella imagen de la Santísima Trinidad: El Hijo es bautizado por Juan, se rasgan los cielos y aparece el Espíritu Santo y la voz del Padre que lo bendice diciéndole que “Tú eres mi Hijo, el amado; en ti me complazco” en ese ejemplo de amor del Padre hacia el Hijo.
Recordamos que para el matrimonio, la Santísima Trinidad es un modelo a imitar, nuestra relación fue creada a imagen de la comunión Trinitaria. Por tanto, esta escena para nosotros es un modelo para contemplar y aprender.
Decía Benedicto XVI que “Su comunión (de Cristo) con la voluntad del Padre abre el cielo, porque es el cielo el lugar del cumplimiento de la voluntad de Dios”.

También nosotros podemos “abrir el cielo” si acogemos la voluntad de Dios para nuestra misión conyugal. También nosotros tenemos un predilecto, que es nuestro esposo, y también Dios, en nuestro bautismo hizo bajar el Espíritu Santo sobre nosotros. Contemplamos la escena y la llevamos a nuestra vida conyugal.

Gracias al bautismo de Jesús, sucede algo incomprensible. Esa barrera que separa a Dios del hombre, una distancia que separa al Dios Omnipotente en su cielo del hombre impotente en la tierra, cae para permitir un encuentro inefable en nuestros corazones. Esa barrera que separa la Comunión Trinitaria del amor infiel e imperfecto de los esposos, cae para permitir que seamos testigos de su Amor Trinitario aquí en la tierra.

Promoveremos fielmente la verdad del amor conyugal, y entonces, el cielo se rasgará porque hemos sido fieles a la voluntad de Dios.

Aterrizado a la vida matrimonial:

Pedro: (Rezando) Señor, hay muchas veces que no entiendo lo que pasa entre mi esposa y yo. Hay muchas veces que no comprendo qué le pasa, hay otras muchas que lleva cuentas del mal sin que se le olvide nada y no ve lo mucho que me esfuerzo y lo mucho que la quiero. Hay otras muchas veces que vuelvo a hacerle daño aunque no quiero, y otras muchas que me sorprendo a mí mismo pensando en mí otra vez en lugar de pensar en ella… en fin, un desastre. Pero Señor, yo quiero hacer Tu voluntad por encima de todo, aunque no entienda nada, aunque sea tan torpemente, aunque no sea capaz con mis fuerzas. Quiero que lo sepas. Te pido con todas mis fuerzas y con toda mi ilusión, que se haga Tu voluntad, hasta rasgar el cielo. Amén.

Madre,

A ti suspiramos, gimiendo y llorando, en este valle de lágrimas… vuelve a nosotros esos Tus ojos misericordiosos, y después de este destierro, muéstranos a Jesús… Ruega por nosotros Santa Madre de Dios para que seamos dignos de alcanzar las promesas de Nuestro Señor Jesucristo. Amén.