EVANGELIO
¡Si reconocieras lo que conduce a la paz!
Lectura del santo Evangelio según san Lucas 19, 41-44
En aquel tiempo, al acercarse Jesús a Jerusalén y ver la ciudad, lloró sobre ella, mientras decía:
«¡Si reconocieras tú también en este día lo que conduce a la paz! Pero ahora está escondido a tus ojos.
Pues vendrán días sobre ti en que tus enemigos te rodearán de trincheras, te sitiarán, apretarán el cerco, de todos lados, te arrasarán con tus hijos dentro, y no dejarán piedra sobre piedra. Porque no reconociste el tiempo de tu visita».
Palabra del Señor.
Nota: Proyecto Amor Conyugal realiza un Anuncio en Madrid, sobre la verdad y la belleza del matrimonio, el día 2 de diciembre a las 12h. en el colegio Montealto. Calle La Masó 76
Lo que conduce a la paz.
El Señor nos transmite a veces a nosotros esas lágrimas ante matrimonios que no salen de su cerrazón. Prefieren estar encerrados en su dolor, en sus quejas y su visión obstinada de la vida y de las cosas, que abrirse al esposo, que salir de sí y crecer y hacerse uno según el designio Divino.
Entonces nos tortura ese mismo pensamiento: «Si reconocierais lo que conduce a la paz». Solemos comentarlo: Nos duele, casi más que lo que están sufriendo, lo que se están perdiendo, porque Dios nos ha permitido saborear los frutos de Su plan para el matrimonio, aunque sea mínimamente. Pero después de haber probado el plan de Dios, ya no queremos otra cosa. Lo venderíamos todo.
Aterrizado a la vida matrimonial:
Andrés: O cambia Ana, o me separo.
Ana: No lo soporto, no puedo perdonar a Andrés el daño que me ha hecho. Ya he sufrido bastante y no quiero seguir sufriendo ni un minuto más. Y mis hijos tampoco quiero que sufran nuestras discusiones constantes. Necesito un poquito de tranquilidad, y sólo la voy a conseguir si nos separamos. Así que no quiero escuchar más ni ir a ningún sito más para arreglar esto. He tomado una decisión y no hay vuelta atrás.
(Pero Pedro y María siguieron rezando por ellos, sufriendo por ellos, hasta que un día, Andrés y Ana estuvieron abiertos a escuchar. Después de un año trabajando su matrimonio…)
Ana: Andrés, no puedo entender cómo llegamos a caer tan bajo. Te veía tan horrible… No sé qué había en mi mirada, qué me tenía tan ciega. Y ahora, puedo decir, que eres «hueso de mis huesos y carne de mi carne».
Andrés: Es impresionante la fuerza que nos une ahora. Es el mismo Espíritu que nos une. Me siento muy cerca de ti. He aprendido a comprenderte, eres mi amante, mi consejera, mi amiga… mi esposa.
(Andrés y Ana habían reconocido lo que conduce a la paz: Hacer la voluntad de Dios para ellos. Responder a su vocación de esposos.)
Madre,
Queremos hacer un matrimonio a nuestra medida. Queremos ser dueños de nuestra vida, y no sabemos alcanzar la paz por nuestros medios. Necesitamos la paz que nos da Cristo después de resucitado. La paz de haber obedecido a la voluntad de Dios a pesar de las circunstancias. En tus manos estamos, Señor. Alabado seas.