Archivo por meses: agosto 2017

Para que el amor nunca flojee. Comentario del Evangelio para Matrimonios: Juan 12, 24-26

EVANGELIO

Lectura del santo evangelio según san Juan 12, 24-26

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Os aseguro que si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda infecundo; pero si muere, da mucho fruto. El que se ama a sí mismo se pierde, y el que se aborrece a sí mismo en este mundo se guardará para la vida eterna. El que quiera servirme, que me siga, y donde esté yo, allí también estará mi servidor; a quien me sirva, el Padre lo premiará.»

Palabra del Señor.

Para que el amor nunca flojee.

(Nota: Se hace uso genérico del masculino para designar la clase sin distinción de sexos.)

Celebramos hoy el día de San Lorenzo, mártir. El Evangelio nos propone ser trigo que cae en tierra y muere para dar mucho fruto. San Pablo en la primera lectura, dice una frase muy reveladora: “El que siembra tacañamente, tacañamente cosechará; el que siembra generosamente, generosamente cosechará”. Pues así son las cosas del Señor, en la medida que te entregues, así recibirás.

Esta ley se cumple también en el Sacramento del Matrimonio, como camino de santidad que es: Si me entrego a mi esposo tacañamente, tacañamente cosecharé. Si mi entrega es generosa, mi cosecha lo será también y dará fruto abundante.

Aterrizado a la vida matrimonial:

María (abuela de Pedro): Pedro ¿Cómo vas con tu amigo ese que tenías problemas?
Pedro: Ahí voy, abuela. Es una persona difícil y provoca muchos conflictos. Pero mis padres dicen siempre, que la relación de amor consiste en poner yo lo que el otro no es capaz de poner. Así se mantiene el vaso siempre lleno.
María: Sabia propuesta la de tus padres.
Pedro: Sí, mi padre siempre dice que eso lo aprendieron del abuelo y de ti. Me cuenta que cuando uno de los dos estaba más nervioso o más enfadado, el otro se ponía más cariñoso y más servicial, para que el amor entre vosotros nunca flojeara.
María: ¡Ay! El abuelo. Cuánto lo echo de menos. Desde que falleció, yo le sigo amando y ofrezco todos los sacrificios por él, para que vaya al cielo y nuestro amor siga vivo eternamente.
Pedro: Qué bonito abuela. Cuando me case, me gustaría tener una esposa como tú.
María: El Señor te bendiga, hijo, con una mujer de Dios.
Pedro: Cuando te mueras, abuela, te prometo rezar por ti, para que Dios te lleve también con el abuelo y estéis eternamente juntos en el cielo.
María: Amén.

Madre,

Me ofrezco como semilla que se hunde humillada en esta Tierra, donde reina lo material, lo frívolo. Haz de mí una espiga fecunda que brote para alimentar a muchos esposos y familias que lo necesitan. Alabado sea mi Maestro, que me enseña día a día el camino del amor. Amén.

Se deja ganar por nuestra fe. Comentario del Evangelio para Matrimonios: Mateo 15, 21-28

EVANGELIO

Mujer, qué grande es tu fe
Lectura del santo Evangelio según san Mateo 15, 21-28

En aquel tiempo, Jesús se retiró al país de Tiro y Sidón.
Entonces una mujer cananea, saliendo de uno de aquellos lugares, se puso a gritarle:
«Ten compasión de mí, Señor, Hijo de David. Mi hija tiene un demonio muy malo».
Él no le respondió nada. Entonces los discípulos se le acercaron a decirle:
«Atiéndela, que viene detrás gritando»
Él les contestó:
«Solo he sido enviado a las ovejas descarriadas de Israel».
Ella se acerco y se postró ante él diciendo:
«Señor, ayúdame».
Él le contestó:
«No está bien tomar el pan de los hijos y echárselo a los perritos».
Pero ella repuso:
«Tienes razón, Señor; pero también los perritos se comen las migajas que caen de la mesa de los amos».
Jesús le respondió:
«Mujer, qué grande es tu fe: que se cumpla lo que deseas».
En aquel momento quedó curada su hija.

Palabra del Señor.

Se deja ganar por nuestra fe.

(Nota: Se hace uso genérico del masculino para designar la clase sin distinción de sexos.)

Celebramos hoy el día de Sta. Teresa Benedicta de la Cruz. Virgen y mártir del holocausto judío, de ahí que hoy se pueda leer también el Evangelio de las vírgenes y las lámparas encendidas.

En el Evangelio de hoy, vemos cómo a veces parece que Jesús no nos escucha. Es la prueba de la fe: El Señor está esperando un paso firme por nuestra parte y entonces, nuestra fe vence y cambia la respuesta de Dios. Cuánto le gusta a Dios dejarse ganar por nuestra fe. Como el padre que se deja ganar por su hijo como premio por el esfuerzo que realiza, y para reforzar su motivación. “Si no os hacéis como niños, no entraréis en el reino de los cielos”, dice el Señor. Ese, hijo, ese es el camino, pensará nuestro Padre del cielo, cuando nos vea conducidos por nuestra fe, a pesar de todos los indicios, a pesar de Su aparente silencio.

Aterrizado a la vida matrimonial:

Pablo: Llevo mucho tiempo rezando por mi hija, y no se convierte. Está un poco harta de que yo le hable de Dios, y le envíe testimonios de conversiones. Está harta de que le proponga ir a visitar el Santísimo o rezar el rosario. Le pone nerviosa.
Juan: Pablo, tu hija no se va a convertir gracias a tus esfuerzos directos. Se va a convertir gracias a tu oración y sacrificios. Ten fe. No pierdas la esperanza. Si te parece que no sirve, sigue insistiendo. El Señor te escucha, ya lo verás.
Ramón y Teresa: Pues nosotros parece que nos hemos estancado. Llevamos tiempo rezando y recibiendo los sacramentos con regularidad, y durante un tiempo crecimos bastante, pero ahora parece que ya no avanzamos. A veces nos parece incluso que vamos para atrás.
Juan: ¿No sabéis que el pueblo de Israel vagó 40 años por el desierto por no creer en la promesa de Dios? Él les dijo que tomasen unas tierras que manaban leche y miel, y les dio miedo porque sus habitantes parecían más fuertes que ellos. Amigos, esto una prueba para que comprendáis que no depende de vuestros esfuerzos o de si cumplís con determinados ritos y costumbres. El Proyecto de Amor de Dios en vosotros, es más grande que vosotros y que vuestras fuerzas. El que os salva es Dios, si tenéis fe. Él es un Padre bueno, y no os dejará abandonados si tenéis confianza en Él. ¡Ya lo veréis! Confiad, confiad, confiad. Decid con frecuencia: Sagrado Corazón de Jesús, en ti confío. Decid, Madre de los esposos, ruega por nosotros. Ellos os escuchan ¿Me oís? Ellos os escuchan ¡Siempre! Grabároslo a fuego en vuestro corazón: ¡Os escuchan siempre!
Ramón y Teresa: Gloria a Dios.

Sagrado corazón de Jesús, en ti confío. Madre de los esposos, ruega por nosotros. Madre de nuestros hijos, ruega por ellos.

Pocas cosas hay más feas. Comentario del Evangelio para Matrimonios: Mateo 15, 1-2. 10-14

EVANGELIO

La planta que no haya plantado mi Padre celestial, será arrancada de raíz
Lectura del santo Evangelio según san Mateo 15, 1-2. 10-14
En aquel tiempo, se acercaron a Jesús unos fariseos y escribas de Jerusalén y le preguntaron:
«¿Por qué tus discípulos quebrantan la tradición de nuestros mayores y no se lavan las manos antes de comer?».
Y, llamando a la gente, les dijo:
«Escuchad y entended: no mancha al hombre lo que entra por la boca, sino lo que sale de la boca, eso es lo que mancha al hombre».
Se acercaron los discípulos y le dijeron:
«¿Sabes que los fariseos se han escandalizado al oírte?».
Respondió él:
«La planta que no haya plantado mi Padre celestial, será arrancada de raíz. Dejadlos, son ciegos, guías de ciegos. Y si un ciego guía a otro ciego, los dos caerán en el hoyo».

Palabra del Señor.

Pocas cosas hay más feas.

(Nota: Se hace uso genérico del masculino para designar la clase sin distinción de sexos.)

Ya lo dice San Agustín: El Señor no se refiere a lo que sale de la boca como tal, sino a lo que sale del corazón. Puede que sea un mal pensamiento, y mancharía al hombre igualmente.
Una de las cosas más destructivas que puede salir del corazón y mancharme es la crítica. Nosotros que somos padres, cuando contemplamos a nuestros hijos que se critican el uno al otro, o cuando un hermano habla mal de otro, nos produce dolor. Queremos que nuestros hijos se miren con buenos ojos, se admiren mutuamente, se echen de menos, aprendan unos de otros, se ayuden… hablen bien unos de otros. Pues cuánto más nuestro Padre celestial, querrá que bendigamos (digamos bien) de nuestros hermanos.

Y hay un hermano muy especial, con el que Él ha querido que me lleve especialmente bien, que admire, que aprenda de él/ella, que hable bien de él/ella, con un respeto exquisito. Y ese hermano es mi esposo, con el que Dios quiere que construya una comunión de personas muy especial, muy profunda y muy íntima. Pocas cosas hay más feas que hablar mal de mi esposo, que, en el fondo es hablar mal de mí mismo. No seamos ciegos que guiemos a nuestros hijos hacia el hoyo, mostrémosles la belleza del plan de Dios en nosotros. Esta planta, la de nuestro matrimonio y nuestra familia, la ha plantado nuestro Padre celestial, y no debe ser arrancada nunca. Hay que mirar la manera de que dé fruto abundante.

Aterrizado a la vida matrimonial:

Alicia (Madre de Pedro): Pedro, tu mujer es un poco mandona ¿No?. Siempre llamándote para hacerte encarguitos. Me da mucha pena de ti, hijo. ¿Por qué no le dices algo?.
Pedro: Perdona, Mamá. Sé que te debo un respeto enorme, pero no te voy a consentir que hables así de mi esposa. A mí me parece que es una maravilla de mujer. Tiene sus defectos como todos, como yo mismo, pero la quiero tal como es y ahora es mi vida y mi prioridad. Tenemos que construir un matrimonio precioso juntos.
Ana: Tía, tu marido es un moro. No le gusta nunca que salgas con nosotras. No sabes la que te perdiste el viernes pasado. Lo pasamos genial.
María: Perdona Ana. Mi marido es un hombre maravilloso. No quiero que vuelvas a criticarlo en mi presencia. A mí me gusta tal como es y le quiero con locura. Y desde luego que prefiero mil veces haber estado con él el viernes, por muy bien que os lo hayáis pasado.
Ana: ¡Ay hija! Cómo estás de empalagosa con tu maridito… Siempre juntos, siempre juntos…

Madre,

Bendecir a mi esposo es bendecirme a mí mismo, porque mi esposo es parte de mí. Sé que Dios es un Padre bueno, y quiere que Sus hijos estén unidos. Tengo que hacer muchos sacrificios para purificar mi corazón y no mirar a mi esposo con malos ojos. Ayúdame Madre, a mirarle con el corazón limpio para ver a Dios en él/ella. Te lo pido, por Jesucristo nuestro Señor. Amén.

Por encima de las dificultades. Comentario del Evangelio para Matrimonios: Mateo 14, 22-36

EVANGELIO

Mándame ir hacia ti andando sobre el agua.
Lectura del santo Evangelio según san Mateo 14, 22-36

Después que la gente se hubo saciado, Jesús apremió a sus discípulos a que subieran a la barca y se le adelantaran a la otra orilla, mientras él despedía a la gente.
Y, después de despedir a la gente, subió al monte a solas para orar. Llegada la noche, estaba allí solo.
Mientras tanto, la barca iba ya muy lejos de tierra, sacudida por las olas, porque el viento era contrario. A la cuarta vela de la noche se les acercó Jesús andando sobre el mar. Los discípulos, viéndole andar sobre el agua, se asustaron y gritaron de miedo, diciendo que era un fantasma.
Jesús les dijo en seguida:
«¡Ánimo, soy yo, no tengáis miedo!».
Pedro le contestó:
«Señor, si eres tú, mándame ir hacia ti sobre el agua».
Él le dijo:
«Ven».
Pedro bajó de la barca y echó a andar sobre el agua, acercándose a Jesús; pero, al sentir la fuerza del viento, le entró miedo, empezó a hundirse y gritó:
«Señor, sálvame».
En seguida Jesús extendió la mano, lo agarró y le dijo:
«¡Hombre de poca fe! ¿Por qué has dudado?».
En cuanto subieron a la barca, amainó el viento.
Los de la barca se postraron ante él, diciendo:
«Realmente eres Hijo de Dios».
Terminada la travesía, llegaron a tierra en Genesaret. Y los hombres de aquel lugar apenas lo reconocieron, pregonaron la noticia por toda aquella comarca y trajeron a todos los enfermos.
Le pedían tocar siquiera la orla de su manto. Y cuantos la tocaban quedaban curados.

Palabra del Señor.

Por encima de las dificultades.

(Nota: Se hace uso genérico del masculino para designar la clase sin distinción de sexos.)

Pues sí, el Señor nos embarca en una misión, como es la del matrimonio y la familia, Iglesia doméstica. Una misión en la que habrá olas y llevaremos el viento en contra. Pero Él no nos deja, Él está presente. Si no tenemos la vista puesta en Él, habrá veces en que nos parecerá que es un fantasma. Pero no, es Él, en persona, caminando por encima de mis dificultades.

Yo también podría caminar sobre ellas, porque Él me llama a hacerlo. Pero en cuanto me falta fe, me hundo, y necesito que me vuelva a rescatar. Hoy el Evangelio nos muestra la vida misma de cualquiera de los esposos. A aquel que se está hundiendo, el Señor le pregunta ¿Por qué has dudado de que tu matrimonio era tu camino? ¿Por qué has dudado de que tu esposo es el que yo quiero para ti? ¿Por qué has dudado de que yo puedo hacerlo posible?

Aterrizado a la vida matrimonial:

Marta: Pensé que estaría siempre enamorado de mí, que me escucharía como me escuchaba antes, que sería siempre lo más importante para él, que siempre sería delicado conmigo…
Ramón: Pensé que iba a ser siempre dulce y cariñosa, que iba a disfrutar cada mañana de su sonrisa, que con su alegría me alegraría la vida, que los hijos no ocuparían mi lugar en su corazón…
Dios: (En la oración) Pensé que queríais construir una historia de amor verdadero. Pensé que estabais dispuestos a dar lo máximo para alcanzar lo máximo. Pensé que querríais ser semejantes a mí. Pensé que os gustaría colaborar conmigo en mi obra creadora y en mi obra redentora.
Ramón y Marta: Perdón, Señor, nos habíamos olvidado de que estás presente en nuestro amor de esposos.
Marta: Yo, Señor, renuevo mi compromiso y le digo “Sí” a mi esposo.
Ramón: Yo, Señor, renuevo mi compromiso y le digo “Sí” a mi esposa.

Madre,

En cuanto dejamos de mirarle, nuestro proyecto de vida se vuelve frágil, a merced de las circunstancias, de nuestros sentimientos, se vuelve un proyecto raquítico de corto alcance. Madre, sé que el Señor está atento a mi vida y quiere hacer de ella algo grande. Alabado sea Dios que nos ama más que como meras criaturas Suyas, nos ama como hijos. Gloria a ti por siempre, Señor.

En quien Se complace. Comentario del Evangelio para Matrimonios: Mateo 17, 1-9

EVANGELIO

Su rostro resplandecía como el sol
Lectura del santo Evangelio según san Mateo 17, 1-9

En aquel tiempo, Jesús tomó consigo a Pedro, a Santiago y a su hermano Juan, y subió con ellos aparte a un monte alto.
Se transfiguró delante de ellos, y su rostro resplandecía como el sol, y sus vestidos se volvieron blancos como la luz.
De repente se les aparecieron Moisés y Elías conversando con él.
Pedro, entonces, tomó la palabra y dijo a Jesús:
«Señor, ¡qué bueno es que estemos aquí! Si quieres, haré tres tiendas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elías».
Todavía estaba hablando cuando una nube luminosa los cubrió con su sombra, y una voz desde la nube decía:
«Este es mi Hijo, el amado, en quien me complazco. Escuchadlo».
Al oírlo, los discípulos cayeron de bruces, llenos de espanto.
Jesús se acercó y, tocándolos, les dijo:
«Levantaos, no temáis».
Al alzar los ojos, no vieron a nadie más que a Jesús, solo.
Cuando bajaban del monte, Jesús les mandó:
«No contéis a nadie la visión hasta que el Hijo del hombre resucite de entre los muertos».

Palabra del Señor.

En quien Se complace.

(Nota: Se hace uso genérico del masculino para designar la clase sin distinción de sexos.)

Celebramos la fiesta de la Transfiguración. Una fiesta muy importante, porque nos revitaliza ante las dificultades de la vida. Unos días después de revelarles Jesús a sus discípulos, que el Mesías debía sufrir mucho, le darían muerte y resucitaría al tercer día, y decirles que el que quiera seguirle, que coja su cruz de cada día, el Señor sube con tres de ellos al monte para transfigurarse ante ellos. Para mostrarles Su gloria. Moisés, Elías, y El mismo Dios Padre, le ratifican como Mesías. Sí, Jesús es el Mesías esperado, y los discípulos debían saberlo para tener suficiente ánimo y soportar la terrible prueba de la Pasión del Señor.

En los momentos difíciles de nuestro matrimonio, ante una cruz denigrante y humillante que desearíamos rechazar, el Padre quiere recordarnos que por nuestro Sacramento, Jesús está en nuestro amor y es Su Hijo amado en quien se complace. Jesús, por su parte nos anima a no tener miedo y a levantarnos.

Aterrizado a la vida matrimonial:

Marta: Dices que el matrimonio es muy hermoso, pero ¿Y si el esposo no te acompaña, es egoísta y no se entrega, te desprecia…?
María: Sigue siendo hermoso.
Marta: (En tono irónico) Sí, una maravilla… no se lo deseo a nadie.
María: Marta, miras la cruz con recelo. ¿Y si te digo que en esa relación injusta está Cristo compensándote con creces? Está el Predilecto del Padre, está el Salvador, el Hijo de Dios. No tengas miedo. Tú sé fiel a lo que el Señor te pide, sé una buena esposa que se entrega sin mirar la reacción de su esposo, y verás cómo Dios, te sorprende. Pero recuerda, tienes que entregarte sabiendo que es a Dios a quien te entregas, y eso tiene un valor y un poder tremendo.
Marta: No sé, María. Yo no tengo tanta fe. Y estoy cansada…
María: Pues habla con Teresa, con Maricruz, con Fátima, con Blanca… y pregúntales qué ha pasado con su matrimonio desde que le han dado el “sí” a la cruz de Cristo en su matrimonio.
Marta: (Unos días más tarde) María, ya he hablado con ellas. Y te reconozco que no estaba siendo yo tampoco una buena esposa, tenía que purificar mi manera de entender el amor. Estoy convencida y lista para entregarme en la cruz, esta vez, sí. Además, tengo una misión: El Señor espera de mí que le ayude a redimirle en Su nombre. Me necesita. No puede fallar. Es una promesa de Dios Todopoderoso.

Madre,

A veces necesitamos que nos animéis un poquito. No olvidéis que somos muy frágiles e inconstantes. Somos tus pequeños, Madre. Acógenos en Tu regazo y transmítenos Tu protección. Sabemos que nos amas, que no nos dejas, que siempre que lo necesitemos nos enviarás el Espíritu de Tu Hijo, para que salga en nuestra ayuda, el Espíritu Consolador. Gracias, bendita Madre. Gracias por haber querido ser nuestra Madre.