Archivo por días: 19 enero, 2017

Diavolus. Comentario del Evangelio para Matrimonios: Marcos 3, 7-12

EVANGELIO
Los espíritus inmundos gritaban: «Tú eres el Hijo de Dios», pero él les prohibía que lo diesen a conocer.
Lectura del santo Evangelio según san Marcos 3, 7-12

En aquel tiempo, Jesús se retiró con sus discípulos a la orilla del mar, y lo siguió una gran muchedumbre de Galilea.
Al enterarse de las cosas que hacía, acudía mucha gente de Judea, de Jerusalén, Idumea, Transjordania y cercanías de Tiro y Sidón.
Encargó a sus discípulos que le tuviesen preparada una barca, no lo fuera a estrujar el gentío.
Como había curado a muchos, todos los que sufrían de algo se le echaban encima para tocarlo.
Los espíritus inmundos, cuando lo veían, se postraban ante él y gritaban:
«Tú eres el Hijo de Dios».
Pero él les prohibía severamente que lo diesen a conocer

Palabra del Señor.

Diavolus.
(Nota: Se hace uso genérico del masculino para designar la clase sin distinción de sexos.)

Aunque parezca extraño, Satanás reconoce a Cristo como Hijo de Dios. Pero el Señor no quiere que lo diese a conocer, evidentemente porque mostraría un dios falso. Su inteligencia angelical es muy superior a la nuestra, y busca desorientar, deprimir y finalmente destruir.

Una de las tácticas favoritas y que en los últimos tiempos le ha dado muy buen resultado al demonio, es el «pasar desapercibido» o hacerle creer a la gente que no existe, y que todo esto es un mito inventado por la Iglesia o en el mejor de los casos, por el mismo hombre ante el misterio del mal, de la enfermedad, etc. De ahí que hoy se busque hacer creer a la gente que dado que el demonio no existe, tampoco existe la tentación. Sin embargo, el testimonio de la Biblia no deja lugar a dudas sobre la acción del poder del Demonio.

Era aproximadamente enero de 1885, en el Vaticano, en la capilla privada de León XIIII. Después de haber celebrado la misa, el Papa, según su costumbre, asistió a una segunda misa. Hacia el final, se le vio levantar la cabeza de repente y mirar fijamente hacia el altar, encima del tabernáculo. El rostro del Papa palideció y sus rasgos se tensaron. Acabada la misa, León XIII se levantó y, todavía bajo los efectos de una intensa emoción, se dirigió hacia su estudio. El Papa se encerró en su estudio. Media hora más tarde, hizo llamar al secretario de la Congregación de Ritos. Le dio una hoja, y le pidió que la hiciera imprimir y la enviara a los obispos de todo el mundo. Esa hoja contenía la oración a San Miguel Arcángel, con la que acabaremos este comentario.

El nombre de «Satanás» es usado para indicar al Jefe de todos los demonios, al cual podríamos identificar con Luzbel, es decir «luz bella». Diferentes comentaristas de todos los siglos lo identifican como el ángel más bello, el cual debido a esa extraordinaria belleza se llenó de soberbia y se reveló contra Dios, siendo así arrojado de su presencia para siempre. El término «diablo» indica una función de Satanás, que es la de dividir (del latín «diavolus»).

El demonio obra por medio de la seducción. Es también lo que conocemos como la tentación, y consiste en incrementar en nosotros el deseo, presentando por medio de engaños, una realidad que es en sí misma mala y destructora, pero que sabe esconder muy bien bajo la apariencia de un bien, como lo podemos ver claramente tanto en el paraíso como en las tentaciones de Jesús, en donde se les ofrece, el poder, el placer y la gloria. ¿Nos suenan estos tres deseos? Seguro que he sido tentado muchas veces. Esto que en principio lo presenta como un bien, pronto se desenmascara descargando sobre su víctima todo su odio, destruyendo su vida y todo cuanto tiene a su alrededor.

Pues sí, la función de Satanás es la de dividir. Y ¿Qué está pasando hoy con los matrimonios? ¿Por acción de quién será?. Si voy a tomar una decisión en mi matrimonio y sospecho que me va a alejar de mi esposo, aunque sea lo más sano y bueno del mundo, ¡No lo voy a hacer!. No haré nada que distancie su corazón del mío. Ya sé quién me está incitando a ello.

Oración:
Arcángel San Miguel, defiéndenos en la lucha, sé nuestro amparo contra la adversidad y las asechanzas del demonio. Reprímale Dios, pedimos suplicantes. Y tú, Príncipe de la milicia celestial, arroja al infierno, con el divino poder, a Satanás y a los otros malos espíritus que andan dispersos por el mundo para la perdición de las almas. Amén.