Archivo por meses: diciembre 2016

¿Busco o me busco? Comentario del Evangelio para Matrimonios: Mateo 18, 12-14

EVANGELIO
Dios no quiere que se pierda ni uno de estos pequeños
Lectura del santo Evangelio según san Mateo 18, 12-14

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
– «¿Qué os parece? Suponed que un hombre tiene cien ovejas: si una se le pierde, ¿no deja las noventa y nueve en los montes y va en busca de la perdida? Y si la encuentra, en verdad os digo que se alegra más por ella que por las noventa y nueve que no se habían extraviado.
Igualmente, no es voluntad de vuestro Padre que está en el cielo que se pierda ni uno de estos pequeños».

Palabra del Señor.

¿Busco o me busco?
(Nota: Se hace uso genérico del masculino para designar la clase sin distinción de sexos.)

No es voluntad de Dios que me pierda. Tampoco puedo pensar que aún no ha llegado el momento de serle fiel, porque tampoco es voluntad Suya pensarlo por mí ni por los demás. Sí, hay quien piensa que todavía no ha llegado el momento de la conversión de un conocido, porque le ve muy perdido, y eso no es así. ¿Quiénes somos nosotros para decidir el momento en que Dios llama a las personas? No nos dé miedo de hablarles de Dios a todos.

Contrasta la actitud de la Fariseos, que consiste en apartar y despreciar a los infieles y pecadores, con la actitud del Buen Pastor, que consiste en salir al encuentro de las ovejas perdidas y experimentar una alegría enorme por la que se convierte.

Es verdad que me duele fallarle, pero me anima muchísimo saber que, mientras me he separado de Él, he sido su centro de atención y ha venido a buscarme. Después, cuando me arrepiento, sé la alegría que esto le provoca. No hay reproches ni resentimientos, porque Dios no es orgulloso. Él me ama y se alegra sobre todo por mi bien. «Dios no quiere la muerte del malvado, sino que se convierta de su conducta y que viva» Ezequiel (18, 23)

Convendría que yo reprodujese estas mismas actitudes con mi esposo, ya que nuestro amor es imagen del que Dios me tiene. Así, cuando mi esposo no es fiel al compromiso de entregarse totalmente a mí en las alegrías y en las penas… ¿Por qué esto me distancia de él/ella? ¿No debería dejarlo todo y salir en su búsqueda para recuperarle con cariño?. Y si mi esposo se arrepiente de haberme fallado ¿No debería alegrarme enormemente por él/ella?. Cuando mi esposo falla ¿En quién pienso? En su bien o en mi dolor. ¿Busco o me busco? El Señor me pregunta hoy ¿Qué os parece?

Mi esposo me falla, sí. No es perfecto. Pero hoy he aprendido que estas situaciones no son un motivo para sentirme dolido y distanciarme de él/ella, sino que son un motivo para quererle más y rescatarle con mi amor, y alegrarme cuando se arrepienta.

Madre,
Qué grande es el amor de Dios. Yo que en mi relación conyugal he experimentado el dolor que provoca el otro cuando me falla, me hago cargo del dolor que le causaré yo a Él cuando le fallo. Y no quiero ni pensar, qué le parecerá cuando miro con resentimiento a mi esposo.

Señor, Buen Pastor, cuántas veces te hago salir a buscarme, dolido por mi pérdida. Enséñame a cuidar yo también de tus ovejas así, como Tú. Amén.

¿No puedo? Comentario del Evangelio para Matrimonios: Lucas 5, 17-26

EVANGELIO
Hoy hemos visto maravillas
Lectura del santo Evangelio según san Lucas 5, 17-26

Un día, estaba Jesús enseñando, y estaban sentados unos fariseos y maestros de la ley, venidos de todas las aldeas de Galilea, Judea y Jerusalén. Y el poder del Señor estaba con él para realizar curaciones.
En esto, llegaron unos hombres que traían en una camilla a un hombre paralítico y trataban de introducirlo y colocarlo delante de él. No encontrando por donde introducirlo a causa del gentío, subieron a la azotea, lo descolgaron con la camilla a través de las tejas, y lo pusieron en medio, delante de Jesús. Él, viendo la fe de ellos, dijo:
«Hombre, tus pecados están perdonados».
Entonces se pusieron a pensar los escribas y los fariseos:
«¿Quién es este que dice blasfemias? ¿Quién puede perdonar pecados sino solo Dios?».
Pero Jesús, conociendo sus pensamientos, respondió y les dijo:
– «¿Qué estáis pensando en vuestros corazones? ¿Qué es más fácil: decir «Tus pecados te son perdonados», o decir “Levántate y echa a andar”? Pues, para que veáis que el Hijo del hombre tiene poder en la tierra para perdonar pecados – dijo al paralítico-: A ti te lo digo, ponte en pie, toma tu camilla y vete a tu casa”».
Y, al punto, levantándose a la vista de ellos, tomó la camilla donde había estado tendido y se marchó a su casa dando gloria a Dios
El asombro se apoderó de todos y daban gloria a Dios. Y, llenos de temor, decían:
«Hoy hemos visto maravillas».

Palabra del Señor.

¿No puedo?
(Nota: Se hace uso genérico del masculino para designar la clase sin distinción de sexos.)

¡No puedo! Esas son las palabras con las que se regocija el demonio, porque pronunciarlas significa que no lo voy a intentar. Pronunciarlas significa que no tengo fe. Pronunciarlas significa que seré una carga para otros y que arrastraré a otros a la desesperanza, y otros dirán “no puedo” porque me oyeron decirlo a mí.

La primera frase que debe sustituir al “no puedo” es: “No estoy solo”. Sí, el paralítico de hoy, efectivamente no podía llegar solo hasta Jesús, pues no podía moverse, pero se dejó llevar por otros que le querían, dejó incluso que lo subieran por la azotea y lo descolgasen por el techo. Hace falta confianza para dejarse hacer ¿Verdad?. Qué importante es confiar en mi esposo, en ese compañero que me ha puesto Dios. Qué importante es crear un clima de amor y confianza con él/ella, para poder contar con su ayuda en tantas ocasiones que le necesito. Tengo que practicar más el “no estoy solo” y pedirle ayuda.

La segunda frase que debe sustituir al “no puedo” es la que dijo San Pablo: “Todo lo puedo en aquel que me conforta” (Flp 4 ,13). Y San Pablo no se refiere a que seamos una especie de Supermanes, sino a esas situaciones en que, a pesar de la dureza de las circunstancias, somos confortados por Cristo. No consiste tanto en que las cosas sean como yo quiero, sino en aceptar con alegría las circunstancias de la vida tal como Dios las quiere y colaborar con Él. Gracias a Él, sí puedo.

Así que, si soy yo el paralítico, sé lo que tengo que hacer: Pedirle ayuda a mi esposo si él/ella también se dirige hacia Jesús. Si no, busca ayuda entre los hermanos de la Iglesia. Y si es mi esposo quien está paralítico, también sé lo que tengo que hacer: Ingeniármelas para llevarle a Jesús. Sí, superando todas las dificultades, como los camilleros del Evangelio que no se paran porque haya mucha gente que les impide el paso. Que no me pare el bullicio, las distracciones, su resistencia… con cariño, tengo que ingeniármelas para llevarle ante Jesús.

Madre,
Que cultivemos nuestro espíritu para que veamos las maravillas de Dios en lugar de cultivar nuestra dimensión carnal, siguiendo los parámetros de este mundo, que nos confunden como a los escribas y los fariseos. Que el asombro ante la belleza de las maravillas de Dios, se apodere de nosotros y demos gloria a Dios cada día. Amén.

En proceso de conversión. Comentario del Evangelio para Matrimonios: Mateo 3, 1-12

EVANGELIO
Convertíos, porque está cerca el reino de los cielos
Lectura del santo Evangelio según san Mateo 3, 1-12

Por aquellos días, Juan el Bautista se presentó en el desierto de Judea, predicando:
«Convertíos, porque está cerca el reino de los cielos».
Éste es el que anunció el profeta Isaías, diciendo:
«Voz del que grita en el desierto:
«Preparad el camino del Señor, allanad sus senderos»»
Juan llevaba un vestido de piel de camello, con una correa de cuero a la cintura, y se alimentaba de saltamontes y miel silvestre.
Y acudía a él toda la gente de Jerusalén, de Judea y de la comarca del Jordán; confesaban sus pecados; y él los bautizaba en el Jordán.
Al ver que muchos fariseos y saduceos venían a que los bautizará, les dijo:
«¡Raza de víboras!, ¿quién os ha enseñado a escapar del castigo inminente?
Dad el fruto que pide la conversión.
Y no os hagáis ilusiones, pensando: «Tenemos por padre a Abrahán», pues os digo que Dios es capaz de sacar hijos de Abrahán de estas piedras.
Ya toca el hacha la raíz de los árboles, y todo árbol que no dé buen fruto será talado y echado al fuego.
Yo os bautizo con agua para que os convirtáis; pero el que viene detrás de mí es más fuerte que yo y no merezco ni llevarle las sandalias.
Él os bautizará con Espíritu Santo y fuego.
Él tiene el bieldo en la mano: aventará su parva, reunirá su trigo en el granero y quemará la paja en una hoguera que no se apaga».

Palabra del Señor.

En proceso de conversión.
(Nota: Se hace uso genérico del masculino para designar la clase sin distinción de sexos.)

Reino de Dios es aquel lugar donde reside el Rey. Juan el Bautista anuncia a Cristo, Rey del Universo. Él es el que “manifiesta plenamente el hombre al propio hombre” (Gadium et Spes, 22), como le gustaba repetir a San Juan Pablo II. Yo no soy lo que soy ahora. La verdad de mí está escrita en lo que estoy llamado a ser en el cielo. Esa es mi verdad. Para ser persona (hombre o mujer) tengo que descubrir cómo serlo en Cristo, en su vida en la Tierra, camino que se resume fundamentalmente en las Bienaventuranzas.

El Rey ha venido, y ya está aquí el reino de los cielos, pero no llegará a su plenitud hasta la segunda venida Cristo, cuando venza definitivamente al mal y reine sobre toda la tierra. Mientras tanto, estamos en camino. Por eso Cristo compara el reino de Dios con una semilla destinada a dar fruto. La capacidad está ahí, en el interior de la semilla, pero no dará fruto hasta más adelante.

Y ese crecimiento del trigo, se vendrá dando entre cizañas. Nos lo explica el Señor en la parábola del trigo y la cizaña (Mt 13, 24-30). Así el bien y el mal crecen juntos hasta la hora de la siega. Y mientras, lo que tenemos que hacer es convertirnos a la ley del amor. La ley suprema. “Amaos unos a otros como yo os he amado”.

Esposos, ¡convirtámonos!. Dios ha puesto en nosotros la semilla, la del bautismo, la de nuestro sacramento del matrimonio, y esa semilla tiene en nuestro interior la capacidad de dar fruto, si la alimentamos. Tenemos que crecer rodeados de mal, no lo vamos a poder evitar, ni en nosotros ni en nuestro esposo, pero eso no nos exime de la necesidad de conversión. ¡Convertíos a la ley del amor!, nos dice hoy el Señor. Estamos viviendo una especie de “noviazgo” con Dios, pero todos hemos sido invitados a la boda en la que el Padre del cielo, invita a los hombres a la comunión de amor con su Hijo.

Solo depende de mí, querer asistir. ¡Convertíos!

Madre,
Si la primera venida de Cristo fue grande, la segunda será apoteósica. Quiero estar ahí, Madre, con vosotros. Sé que mientras, tendré que lidiar con el mal. Son las reglas del juego. Ir transformando todas las mentiras que me siguen afectando, en la verdad del amor. Ir dejando al hombre viejo para que nazca el nuevo. Espero impaciente el momento, Madre. Mientras continuaré esforzándome por construir esa relación de amor con mi esposo. Bendito sea el Señor, que nos promete hacernos partícipes de Su reino. Amén.

Id y proclamad. Comentario del Evangelio para Matrimonios: Mateo 9, 35-10, 1. 6-8

EVANGELIO
Al ver a las muchedumbres, se compadecía de ellas
Lectura del santo Evangelio según san Mateo 9, 35-10, 1. 6-8

En aquel tiempo, Jesús recorría todas las ciudades y aldeas, enseñando en sus sinagogas, proclamando el Evangelio del reino y curando toda enfermedad y toda dolencia.
Al ver a las muchedumbres, se compadecía de ellas, porque estaban extenuadas y abandonadas, «como ovejas que no tienen pastor».
Entonces dice a sus discípulos:
«La mies es abundante, pero los trabajadores son pocos; rogad, pues, al Señor de la mies que mande trabajadores a su mies».
Llamó a sus doce discípulos y les dio autoridad para expulsar espíritus inmundos y curar toda enfermedad y toda dolencia.
A estos doce los envió Jesús con estas instrucciones:
«Id a las ovejas descarriadas de Israel. Id y proclamad que ha llegado el reino de los cielos. Curad enfermos, resucitad muertos, limpiad leprosos, arrojad demonios. Gratis habéis recibido, dad gratis».

Palabra del Señor.

Id y proclamad.
(Nota: Se hace uso genérico del masculino para designar la clase sin distinción de sexos.)

Hoy Jesús nos habla de la misión hacia fuera. Nuestro amor tiene que generar vida, y no sólo por los hijos que traemos al mundo. Jesús era misionero, iba de aldea en aldea, a todas las que podía. Nuestra labor, ya lo dice el Papa Francisco, no puede ser esperar a que vengan a nosotros. Tenemos que salir, ir a las casas de la gente, participar de sus vidas.

Debemos comunicar algo grande que hemos recibido gratis. Si hablamos del evangelio del matrimonio y no hablamos de una buena noticia, ¿no estaremos equivocando el mensaje? Pero claro, si no vivimos el matrimonio como una buena noticia ¿De qué vamos a hablar? ¿Cómo lo vamos a defender apoyándonos en la realidad de la vida? ¿Argumentamos o enamoramos?

El matrimonio no es una buena noticia porque no se pueda uno divorciar, ni tampoco porque haya que exigir un respeto entre los esposos o porque se pacte un reparto de las tareas del hogar, no son un conjunto de técnicas que facilitan una relación complicada. Todo esto, no alienta.

Tenemos que expulsar espíritus inmundos con las armas de Dios. ¡Ha llegado el reino de los cielos a los esposos!. Es una pasada, descubrir la grandeza de nuestra relación. Es algo que se escapa de lo humano, es algo Divino. Es lo que todo el mundo quiere y ansía: El amor verdadero. Es costoso, hay que trabajarlo, pero precisamente por eso lo apreciaremos más, porque nos hemos esforzado para construirlo juntos. Y al final de mi día, tengo alguien en quien descansar. Un esposo junto al que he luchado, en el que me he apoyado, a quien he recurrido, en quien he pensado, por quien me he preocupado, a quien he ilusionado… Con quien puedo ser como soy porque me ama tal como soy, con quien tengo una relación sincera en la que no caben disimulos. Que los sabe todo de mí y yo todo de él/ella. Casi no tengo ni que decirle nada porque me lo ve en los ojos. Es mi otro yo. Él/ella en mí y yo en él/ella. Unidos ni más ni menos que por el Espíritu Santo. ¡Ha llegado el reino de los cielos!.

Oración:
Madre, guíanos hacia la belleza de nuestra vocación. Que descubramos el inmenso don que nos entregó el Padre, un tesoro por el que merece la pena vivir y dar la vida. Alabado sea por siempre.

¿Creéis que puedo hacerlo? Comentario del Evangelio para Matrimonios: Mateo 9, 27-31

EVANGELIO
Jesús cura a dos ciegos que creen en él

Lectura del santo Evangelio según san Mateo 9, 27-31
En aquel tiempo, dos ciegos seguían a Jesús, gritando:
«Ten compasión de nosotros, hijo de David».
Al llegar a la casa se le acercaron los ciegos, y Jesús les dijo:
«¿Creéis que puedo hacerlo?»
Contestaron:
«Sí, Señor».
Entonces les tocó los ojos, diciendo:
«Que os suceda conforme a vuestra fe».
Y se les abrieron los ojos. Jesús les ordenó severamente:
«¡Cuidado con que lo sepa alguien!»
Pero ellos, al salir, hablaron de él por toda la comarca.

Palabra del Señor.

¿Creéis que puedo hacerlo?
(Nota: Se hace uso genérico del masculino para designar la clase sin distinción de sexos.)

La curación de los ciegos está muy relacionada con la venida del mesías, tal como predijo Is 29,18; 35,5: «Entonces se abrirán los ojos de los ciegos y los oídos de los sordos» (Mt 11,1-6/Lc 7, 18-23)
Los judíos pensaban que la ceguera era un castigo de Dios porque les impedía leer la Torá. Así que la curación de la ceguera siempre ha estado relacionada con la fe y la venida del que es la Luz del mundo. Cristo vino a curar nuestra ceguera espiritual.

¡Bien! Porque eso es justo lo que necesito: Ver con los ojos de la fe a mi esposo y mi matrimonio, y escucharle con el corazón. ¿No es eso lo que queremos lograr los esposos en nuestro camino hacia la Caridad Conyugal?

Pues hoy Jesús nos hace una pregunta: “¿Creéis que puedo hacerlo?”. No, no contestemos a la ligera, nos jugamos mucho en esta pregunta. ¿De verdad lo creo? Porque la respuesta del Señor va a ser “Que suceda conforme a vuestra fe”. Si mi fe es escasa, no sucederá nada, que es probablemente lo que esté ocurriendo.

Bien, pues si quiero que aumente mi fe, aparte de seguir pidiéndola (pues es un don sobrenatural) tengo que hacer lo que me propone Santo Tomás: “Al participar en la vida de Dios, empezamos a apreciarlo y a verlo todo como si lo hiciéramos con sus ojos”. Esa es la clave, participar en la vida de Dios. Intentar ver a Dios en todo lo que acontece, por pequeño que sea. Poco a poco, me voy acostumbrando y descubro una serenidad nueva. Poco a poco, iré descubriendo la participación de Dios también en mi matrimonio, y eso me ayudará a ver a mi esposo con los ojos de Dios.

Madre:
Todo el problema nos viene de que sacamos a Dios de nuestra vida, y claro, ¿Qué esperamos?. Ayúdanos a volver a introducirlo en todo, porque Él está en todo y en todos. Pídele al Señor que aumente nuestra fe. Amén.