Archivo por meses: junio 2016

Válido para la eternidad. Comentario del Evangelio para Matrimonios: Lucas 7, 11-17

EVANGELIO
¡Muchacho, a ti te lo digo, levántate!

Lectura del santo Evangelio según san Lucas 7, 11-17
En aquel tiempo, Jesús se fue a una ciudad llamada Naín, y caminaban con él sus discípulos y mucho gentío.
Cuando se acercaba a la puerta de la ciudad, resultó que sacaban a enterrar a un muerto, hijo único de su madre, que era viuda; y un gentío considerable de la ciudad la acompañaba.
Al verla el Señor, se compadeció de ella y le dijo:
«No llores».
Y acercándose al ataúd, lo tocó (los que lo llevaban se pararon) y dijo:
«¡Muchacho, a ti te lo digo, levántate!».
El muerto se incorporó y empezó a hablar, y Jesús se lo entregó a su madre.
Todos, sobrecogidos de temor, daban gloria a Dios, diciendo:
«Un gran Profeta ha surgido entre nosotros», y «Dios ha visitado a su pueblo».
Este hecho se divulgó por toda Judea y por toda la comarca.

Palabra del Señor.

Válido para la eternidad.
(Nota: Se hace uso genérico del masculino para designar la clase sin distinción de sexos.)

La vida de familia no exenta de dolor y sufrimiento, pero como dice el Papa Francisco en Amoris Laetitia 19, Jesús quiso vivir esa experiencia del dolor en la familia. El de hoy es uno de esos casos. Él se compadece de una madre viuda que ha perdido a su único hijo y por tanto la única posibilidad de sustento que le quedaba, pues en aquella época, quedaría abocada a la mendicidad.

En este caso, llama la atención que la iniciativa del milagro no viene de ninguna petición, sino de la propia compasión del Señor. El Corazón de Dios se compadece, es decir, “padece con” nosotros. El Señor se acerca al ataúd de nuestro amor herido, cuando hemos “matado” las virtudes del otro a base de exasperarlo con exigencias de perfección. Quizás hemos matado lo bello y lo bueno del otro. Podemos haber “matado” un diálogo profundo a base de llevar una vida superficial… Jesús hoy toca nuestro amor conyugal y nos dice: A vosotros os lo digo, ¡Levantaos!. Este mandato del Señor, exige una reacción por nuestra parte. No podemos quedarnos tendidos lamentándonos en nuestro “ataúd”, tenemos que pasar a la acción, levantarnos y hablar, para volver a la vida.

Cristo, «es la encarnación definitiva de la misericordia, su signo viviente» (San Juan Pablo II, Dives in misericordia, n. 8). Suerte que esté con nosotros, acompañándonos permanentemente en nuestro matrimonio por el Sacramento que hemos recibido.
Sin embargo, “La fe en Cristo no suprime el sufrimiento, pero lo ilumina, lo eleva, lo purifica, lo sublima, lo vuelve válido para la eternidad” (San Juan Pablo II). ¡Válido para la eternidad!.

Madre:
Doy gracias a Dios porque me acompaña en mi dolor, porque hace que crezca en él. Hace también maravillas en mi esposo con mi sufrimiento, le da un valor con una dimensión que llega hasta lo eterno. Bendito seas por siempre, Señor. Tú engrandeces mi pequeña aportación y la elevas hasta lo alto. Alabado seas. Amén.

Ensanchar el corazón. Comentario del Evangelio para Matrimonios: Lucas 2, 41-51

EVANGELIO
Conservaba todo esto en su corazón

Lectura del santo Evangelio según san Lucas 2, 41-51
Cuando Jesús cumplió doce años, subieron a la fiesta según la costumbre y, cuando terminó, se volvieron; pero el niño Jesús se quedó en Jerusalén sin que lo supieran sus padres. Éstos, creyendo que estaba en la caravana, hicieron una jornada y se pusieron a buscarlo entre los parientes y conocidos; al no encontrarlo, se volvieron a Jerusalén en su busca. A los tres días, lo encontraron en el templo, sentado en medio de los maestros, escuchándolos y haciéndoles preguntas; todos los que le oían quedaban asombrados de su talento y de las respuestas que daba.
Al verlo, se quedaron atónitos, y le dijo su madre: «Hijo, ¿por qué nos has tratado así? Mira que tu padre y yo te buscábamos angustiados.»
Él les contestó: «¿Por qué me buscabais? ¿No sabíais que yo debía estar en la casa de mi Padre?»
Pero ellos no comprendieron lo que quería decir. Él bajó con ellos a Nazaret y siguió bajo su autoridad. Su madre conservaba todo esto en su corazón.

Palabra del Señor

Ensanchar el corazón.
(Nota: Se hace uso genérico del masculino para designar la clase sin distinción de sexos.)

Hoy es el Inmaculado Corazón de María. Ella, podía no entender algunas cosas de Dios, pero siempre las guardaba en Su corazón.

Vemos cómo el matrimonio de José y María, en la dificultad, ante la pérdida de su Hijo, no se recriminan el uno al otro, sino que se unen para buscarlo. Vivieron una angustia, pero la vivieron juntos, y esto cambia las cosas. No es lo mismo vivir una angustia que provoca una distancia y una oposición del uno contra el otro, que una angustia cuando se vive unidos, como José y María.

Y por otra parte, no se imponen a Dios, escuchan a Dios. El corazón es el lugar donde uno escucha a Dios y donde guarda las cosas de Dios. María y José, desde el silencio, permanecen atentos para escuchar lo que Dios dice a través de Jesús y a través de los acontecimientos. Después de llevar 3 días de nervios, su reacción es escuchar a Dios y guardarlo en su corazón. Ahí se ve la actitud de humildad, de mansedumbre y de acogida que hay en Su corazón.

¿No sería hermoso vivir esto con nuestro esposo? Solamente de esta actitud, podemos aprender tanto… En cada suceso, en cada inconveniente… Guardar todas esas cosas como cosas de Dios, en mi corazón, con humildad, con mansedumbre, con confianza.

Madre:
Hoy es uno de los días en que te tenemos especialmente presente. Muéstranos tu Inmaculado Corazón, bendita Madre y danos la gracia para purificar el nuestro y ensancharlo, para que quepa en él la voluntad de Dios. Por Jesucristo nuestro Señor, Amén.

Consagrados. Comentario del Evangelio para Matrimonios: Mateo 11, 25-30

EVANGELIO
¡Alegraos conmigo!, he encontrado la oveja que se me había perdido

Lectura del santo Evangelio según san Mateo 11, 25-30

En aquel tiempo, exclamó Jesús: «Te doy gracias, Padre, Señor de cielo y tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos y se las has revelado a la gente sencilla. Sí, Padre, así te ha parecido mejor. Todo me lo ha entregado mi Padre, y nadie conoce al Hijo más que el Padre, y nadie conoce al Padre sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar. Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré. Cargad con mi yugo y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontraréis vuestro descanso. Porque mi yugo es llevadero y mi carga ligera.»

Palabra del Señor

Consagrados.
(Nota: Se hace uso genérico del masculino para designar la clase sin distinción de sexos.)

Hoy es el día del Sagrado Corazón. Un día grande para los que estamos consagrados a Él.
Los que el Evangelio llama “los sabios y entendidos” son los soberbios, que creen saberlo todo. En ellos no tiene cabida el Sagrado Corazón de Jesús.

Buscando información para el comentario de hoy (solemos apoyarnos en otras fuentes), hemos encontrado este párrafo de una homilía de San Juan Pablo II (6-6-99):
“Todo lo que Dios quería decirnos de sí mismo y de su amor, lo depositó en el Corazón de Jesús y lo expresó mediante este Corazón. Nos encontramos frente a un misterio inescrutable. A través del Corazón de Jesús leemos el eterno plan divino de la salvación del mundo. Y se trata de un proyecto de amor”.

Inmediatamente nos hemos sentido como “llamados” por esta última frase. Es por tanto, a través del Corazón de Jesús, que el Padre nos muestra su plan, que es un proyecto de amor. Es a través del Corazón del Esposo, que el Padre nos muestra Su proyecto de amor para nosotros, los esposos.

Bien ¿Y qué hay es Su Corazón? Nos lo relata San Juan Pablo más adelante: “Jesús es la fuente; de él brota la vida divina en el hombre”.

Si pudiésemos categorizar los matrimonios en tres niveles (un poco “a lo bestia”) podríamos decir que están los “animalizados”, los “humanizados” y los “divinizados”. Los “animalizados” son los que se siguen basando en sus instintos, en lo que me apetece y poco más. Los “humanizados” ya son capaces de reconocer el valor de su esposo como persona, con sus virtudes y defectos. Pero éstos tienen un límite que no pueden superar. Como que llega un punto en que no avanzan. Falta saltar la barrera de la “soberbia” de apoyarse en las fuerzas y en los criterios humanos y adentrarse en el Corazón de Cristo. Él es fuente, de santidad y de vida, y el que beba de su Corazón “no tendrá sed jamás”.

Consagrarse a Su Corazón, es ponerse a Su disposición. Sí, a lo que Él disponga. Precisamente porque su Corazón es grande y misericordioso, porque le amamos y queremos restañar sus heridas. Qué hermoso, un matrimonio que, como consagrados el uno al otro, deciden consagrarse juntos al Sagrado Corazón de Jesús. ¿Creéis que ese matrimonio dará fruto?-

Madre:
Todo para mayor gloria de Dios. Alabado y bendito sea Su Sacratísimo Corazón.

La aprobación de Dios. Comentario del Evangelio para Matrimonios: Marcos 12, 28b-34

EVANGELIO
No hay mandamiento mayor que estos

Lectura del santo evangelio según san Marcos 12, 28b-34
En aquel tiempo, un escriba se acercó a Jesús y le preguntó:
-«¿Qué mandamiento es el primero de todos?».
Respondió Jesús:
-«El primero es: «Escucha, Israel, el Señor, nuestro Dios, es el único Señor: amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente, con todo tu ser. » El segundo es este: «Amarás a tu prójimo como a ti mismo.» No hay mandamiento mayor que estos».
El escriba replicó:
-«Muy bien, Maestro, sin duda tienes razón cuando dices que el Señor es uno solo y no hay otro fuera de él; y que amarlo con todo el corazón, con todo el entendimiento y con todo el ser, y amar al prójimo como a uno mismo vale más que todos los holocaustos y sacrificios».
Jesús, viendo que había respondido sensatamente, le dijo:
-«No estás lejos del reino de Dios».
Y nadie se atrevió a hacerle más preguntas.

Palabra del Señor.

La aprobación de Dios.
(Nota: Se hace uso genérico del masculino para designar la clase sin distinción de sexos.)

Dice San Pablo en su 2ª carta a Timoteo: “Procura con toda diligencia presentarte ante Dios como digno de aprobación”. Imagino que estoy ante Jesús, en la escena del Escriba y me dice mirándome a los ojos: «No estás lejos del reino de Dios». De repente me ha entrado una emoción, si el Señor me dijese eso ¡Qué alegría! Todas las demás opiniones me darían igual.

“No estás lejos del reino de Dios” Cuánto me gustaría oír esa frase de boca de Jesús. Así que me he puesto a revisar el día de hoy, para preguntarme si al menos, por mi actuación de hoy recibiría la aprobación de Dios. ¡Uf! No pensé que lo había hecho tan mal, hasta que he puesto mi día ante los ojos de Dios esperando su aprobación.

Puede que hubiera sacrificios, oraciones, entregas por la familia… Pero había algo que Dios no acabaría de aprobar. Me falta hacer las cosas con más alegría, no quejándome interiormente porque tengo mucho trabajo, estoy cansado, por tanto esfuerzo… Me falta amor, en definitiva: Amor por mi esposo, amor por mis hijos y… amor a Dios.

Así que proponemos un nuevo termómetro para “medir” nuestra fidelidad: A Dios: Preguntarme ¿Daría su aprobación al día de hoy? Y en consecuencia, a mi esposo/a: Preguntarme también ¿Daría su aprobación a mi día de hoy?.

Madre:
Ansío ese momento en que el Señor pudiese decirme “No estás lejos del reino de Dios”. Soy como el niño que se sabe observado por su Padre y de vez en cuando le mira para ver ese gesto de aprobación. Con eso tengo energías para seguir amando. Bendito y alabado seas por siempre, Señor.

Una nueva gama de experiencias. Comentario del Evangelio para Matrimonios: Marcos 12, 18-27

EVANGELIO

Lectura del santo evangelio según san Marcos 12, 18-27

En aquel tiempo, se acercaron a Jesús unos saduceos, de los que dicen que no hay resurrección, y le preguntaron: «Maestro, Moisés nos dejó escrito: «Si a uno se le muere su hermano, dejando mujer, pero no hijos, cásese con la viuda y dé descendencia a su hermano.» Pues bien, había siete hermanos: el primero se casó y murió sin hijos; el segundo se casó con la viuda y murió también sin hijos; lo mismo el tercero; y ninguno de los siete dejó hijos. Por último murió la mujer. Cuando llegue la resurrección y vuelvan a la vida, ¿de cuál de ellos será mujer? Porque los siete han estado casados con ella.»
Jesús les respondió: «Estáis equivocados, porque no entendéis la Escritura ni el poder de Dios. Cuando resuciten, ni los hombres ni las mujeres se casarán; serán como ángeles del cielo. Y a propósito de que los muertos resucitan, ¿no habéis leído en el libro de Moisés, en el episodio de la zarza, lo que le dijo Dios: «Yo soy el Dios de Abrahán, el Dios de Isaac, el Dios de Jacob»? No es Dios de muertos, sino de vivos. Estáis muy equivocados.»

Palabra de Dios

Una nueva gama de experiencias.
(Nota: Se hace uso genérico del masculino para designar la clase sin distinción de sexos.)

Los saduceos no creían en la resurrección, e intentaban tirar por tierra dicha creencia por reducción al absurdo: Una mujer que se casa con siete y los siete mueren. Por eso Jesús, que sabe muy bien por dónde van los tiros, concluye su conversación dejando claro que están muy equivocados y que Dios no es un Dios de muertos, sino de vivos.

Pero nosotros, nos centraremos ahora en la parte en que habla del matrimonio. Dice Jesús: “no entendéis la Escritura ni el poder de Dios. Cuando resuciten, ni los hombres ni las mujeres se casarán; serán como ángeles del cielo”.

San Juan Pablo II habla detalladamente de este Evangelio:
‘La «divinización» en el «otro mundo», indicada por las palabras de Cristo aportará al espíritu humano una tal «gama de experiencias» de la verdad y del amor, que el hombre nunca habría podido alcanzar en la vida terrena’. (S.JPII 9-12-81)
‘la experiencia beatificante del don de sí mismo por parte de Dios, absolutamente superior a toda experiencia propia de la vida terrena’… después de la visión de Dios «cara a cara», nacerá en él un amor de tal profundidad y fuerza de concentración en Dios mismo, que absorberá completamente toda su subjetividad sicosomática. (S.JPII 16-12-81)

Esa necesidad insaciable de comunión que tenemos, será totalmente saciada por la entrega de Dios mismo, al que veremos cara a cara y que nos inundará con su Verdad y con su Amor. Todos seremos uno en Él y, por tanto, pierde sentido el matrimonio, como el medio para ser uno con mi esposo y con Dios, al igual que el resto de sacramentos en los que se nos entrega Cristo, puesto que ya no viviremos de las gracias que vamos recibiendo, sino que viviremos en Dios mismo, Dios se nos da plenamente. Y nuestra subjetividad se verá plenificada, seguiré siendo yo como hombre o mujer, pero llevado a un estado de “divinización”.

Es un inmenso tesoro el que Dios nos tiene preparado. Unas experiencias increíbles, inenarrables. Merece la pena luchar en este mundo sabiendo lo que nos espera. No nos lo podemos ni imaginar…

Madre:
Tú estás ya allí, cara a cara ante Dios. Por eso te empeñas tan insistentemente en nuestra conversión, porque sabes lo que nos espera. Alabado sea el Señor que nos ha preparado tal destino.