Archivo por meses: diciembre 2015

Lo que yo esperaba. Comentario del Evangelio para matrimonios: Lucas 7, 19-23

EVANGELIO
Anunciad a Juan lo que habéis visto y oído

Lectura del santo evangelio según san Lucas 7, 19-23
En aquel tiempo, Juan envió a dos de sus discípulos a preguntar al Señor:
– «¿Eres tú el que ha de venir, o tenemos que esperar a otro?»
Los hombres se presentaron a Jesús y le dijeron:
-«Juan, el Bautista, nos ha mandado a preguntarte: «¿Eres tú el que ha de venir, o tenemos que esperar a otro?»»
Y en aquella ocasión Jesús curó a muchos de enfermedades, achaques y malos espíritus, y a muchos ciegos les otorgó la vista.
Después contestó a los enviados:
– «ld a anunciar a Juan lo que habéis visto y oído: los ciegos ven, los inválidos andan, los leprosos quedan limpios, los sordos oyen, los muertos resucitan, y a los pobres se les anuncia el Evangelio. Y dichoso el que no se escandalice de mí.»

Palabra del Señor.

Lo que yo esperaba.
(Nota: Se hace uso genérico del masculino para designar la clase sin distinción de sexos.)

Juan esperaba el mesías que él había imaginado. Jesús le muestra con las obras que es Él, tal como estaba escrito: Lo ciegos ven, los cojos andan, los leprosos quedan limpios…

Oración:
Señor, yo tampoco te esperaba a Ti. Quizás estaba buscando más los beneficios que iba a recibir por ser amigo tuyo, que una verdadera relación de amistad como la que me pides, en la que me entregue a Ti, por ti mismo, por puro amor. Quizás en un primer momento pensé que merecía mucho por lo poco que te entregaba y ahora descubro que eres Tú el que merece mucho más y no puedo dártelo, porque ni siquiera mi vida me pertenece.

Quizás no esperaba tampoco una relación así en mi matrimonio. Quizás me casé porque también con mi esposo esperaba que me hiciera feliz en lugar de plantearme: Me comprometo a hacerle feliz a él/ella en cualquier circunstancia, quiero dedicar mi vida a ello, porque le amo. Quizás con cada entrega pensé también que merecía un agradecimiento por su parte, o que se entregase a mí en otros momentos para equilibrar la balanza.

Ahora descubro que no, que cada entrega mía a mi esposo es ese poco que puedo darte, Señor, porque todo lo que haga por él/ella por Ti lo hago.

Ya no necesito enviar mensajeros para saber si eres Tú al que estoy sirviendo cuando sirvo a mi esposo. Ya sé que sí, que eres Tú.

Y ahora, ¡¡A anunciarlo!!

Re-capacitar. Comentario del Evangelio para Matrimonios: Mateo 21, 28-32

EVANGELIO
Vino Juan, y los pecadores le creyeron

Lectura del santo evangelio según san Mateo 21, 28-32
En aquel tiempo, dijo Jesús a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo:
– «¿Qué os parece? Un hombre tenía dos hijos. Se acercó al primero y le dijo: «Hijo, ve hoy a trabajar en la viña. » Él le contestó: «No quiero.» Pero después recapacitó y fue. Se acercó al segundo y le dijo lo mismo. Él le contestó: «Voy, señor.» Pero no fue. ¿Quién de los dos hizo lo que quería el padre?»
Contestaron: – «El primero.»
Jesús les dijo: – «Os aseguro que los publicanos y las prostitutas os llevan la delantera en el camino del reino de Dios. Porque vino Juan a vosotros enseñandoos el camino de la justicia, y no le creísteis; en cambio, los publicanos y prostitutas le creyeron. Y, aun después de ver esto, vosotros no recapacitasteis ni le creísteis.»

Palabra del Señor.

Re-capacitar.
(Nota: Se hace uso genérico del masculino para designar la clase sin distinción de sexos.)

Recapacitar… no suena a palabra “moderna”. Y sin embargo, podríamos decir que etimológicamente vendría a significar volver a capacitar. Es como si hubiésemos perdido ciertas capacidades y mediante un acto, las recuperásemos. ¿No es esto lo que ocurre cuando reflexionamos sobre nuestros actos?.

Tras el pecado en el paraíso, Dios pregunta a Adán y a Eva por separado “¿Qué has hecho?”. Ambos intentan negar su responsabilidad en el acto, culpando a otro. Lo mismo ocurre en el caso de Caín. Después de asesinar a su hermano, Dios le pregunta ¿Qué has hecho? Y Caín responde ¿Acaso soy yo el guardián de mi hermano?. Y ante la falta de autoacusación, Yahvé desenmascara su pecado.

¿Qué buscaba Dios en aquella conversación con nuestros primeros antepasados? ¿Acaso no esperaba que recapacitasen?. ¿No hizo lo mismo Jesús con Pedro cuando le preguntó 3 veces si le amaba? Efectivamente, el pecado nos ciega, nos desorienta, y la única manera de recuperar nuestras capacidades, la pureza en la mirada, nuestro sentido del buen gusto, nuestro equilibrio, nuestra alegría… es recapacitar. Reconocer nuestro error, reconocer que hemos negado a Dios y sus leyes y el bien que ha puesto en nuestras manos, y estar dispuestos a reconducir nuestras acciones, a pedir perdón y volver a empezar de nuevo.

También para ayudar a nuestros esposos, es mucho mejor hacerle una pregunta que le ayude a recapacitar, que corregirle directamente dando por supuesta su intencionalidad ¿No os parece?.

Oramos:
Madre, que cada vez que hagamos daño a nuestro esposo, en lugar de excusarnos, adoptemos la actitud de recapacitar, pedir perdón y recuperar plenamente nuestras capacidades de esposos, para volver a dar lo que Dios espera de nosotros. Así, tomaremos nosotros la delantera en el camino del amor.

La verdad de la autoridad. Comentario del Evangelio para Matrimonios: Mateo 21, 23-27

EVANGELIO
El bautismo de Juan ¿de dónde venía?

Lectura del santo evangelio según san Mateo 21, 23-27
En aquel tiempo, Jesús llegó al templo y, mientras enseñaba, se le acercaron los sumos sacerdotes y los ancianos del pueblo para preguntarle:
– «¿Con qué autoridad haces esto? ¿Quién te ha dado semejante autoridad?»
Jesús les replicó:
-«Os voy a hacer yo también una pregunta; si me la contestáis, os diré yo también con qué autoridad hago esto. El bautismo de Juan ¿de dónde venía, del cielo o de los hombres?»
Ellos se pusieron a deliberar:
-«Si decimos «del cielo», nos dirá: «¿Por qué no le habéis creído?» Si le decimos «de los hombres». tememos a la gente; porque todos tienen a Juan por profeta.»
Y respondieron a Jesús:
– «No sabemos.»
Él, por su parte, les dijo:
– «Pues tampoco yo os digo con qué autoridad hago esto.»

Palabra del Señor.

La verdad de la autoridad.
(Nota: Se hace uso genérico del masculino para designar la clase sin distinción de sexos.)

En aquellos tiempos, la autoridad tenía que venir de los ascendientes o haberla adquirido a base de derrotar a otros contrincantes. Jesús, aparentemente, no tenía ninguna de las dos cosas por venir de una familia pobre. Sin embargo, la recibía directamente del Padre. Por otro lado, Juan sí provenía de un sacerdote del templo, pero no querían reconocerle la autoridad porque no estaba sometido a su círculo. Ahí estaba la contradicción en el corazón de los sumos sacerdotes, que Jesús aprovecha para dejarles en evidencia. En definitiva, la pregunta que le hacen a Jesús no tiene la intención de conocer la verdad, sino de despreciarle.

Con respecto a nuestro matrimonio y familia, hoy hablaremos de dos cosas: La autoridad y la búsqueda de la verdad.

La autoridad sobre nuestros hijos o en nuestro matrimonio nos la da Dios. Son un don Suyo. Por tanto, si no obramos en Su nombre ¿No estaremos perdiendo autoridad? Hay padres que ya no pueden educar a sus hijos porque les han dado tan mal ejemplo que no tienen autoridad moral para corregirlos. Hay esposos, que cuando hablan a sus cónyuges, sus palabras son huecas, porque han perdido toda credibilidad. No se han comportado como esposos.

Entonces, hablemos del segundo punto: La búsqueda de la verdad. Los sumos sacerdotes y ancianos, no buscaban la verdad de dónde procedía la autoridad de Jesús. ¿Y nosotros? ¿Buscamos la verdad de donde procede toda autoridad?

Dice San Juan Pablo II en la catequesis del 19 de enero de 1980 ‘La «afirmación de la persona» no es otra cosa que la acogida del don, la cual, mediante la reciprocidad, crea la comunión de las personas’. Lo que nos hace descubrir qué es ser persona, es acoger todo, como dones que Dios nos ha dado y principalmente al que se refiere en este caso, acoger a nuestro esposo como un don de Dios. Fruto de la reciprocidad de esta acogida, es la comunión.

Pongamos varios ejemplos para ver si somos coherentes con esto. Si yo corrijo a mi esposo ¿Lo hago siempre porque estoy seguro de que es lo que Dios quiere para él/ella? ¿Lo hago con la ternura que Dios quiere?. Cada vez que tomamos una decisión ¿Discernimos si es la que más nos lleva a Dios?. Cada vez que educamos a nuestros hijos ¿Lo hacemos en nombre de Dios, con sus mismos sentimientos?

La autoridad que hemos recibido es mucha. Mucha más de la que nos pensamos, pero eso requiere de una gran responsabilidad también. Contemplemos cómo Dios ejerce su autoridad sobre nosotros a través de Jesucristo, y descubriremos que su estilo es muy especial, tiene un nombre, y se llama Misericordia.

Oramos:
Madre, que siembre estemos abiertos a descubrir la verdad contemplando a Tu Hijo. Que seamos misericordiosos como Él, con nuestro esposo y nuestros hijos. Que utilicemos todo el poder que Dios nos ha entregado, para su bien, para construir un bien común, para la comunión. Por Jesucristo nuestro Señor, amén.

Una victoria gradual. Comentario del Evangelio para Matrimonios: Lucas 3, 10-18

EVANGELIO
¿Qué hemos de hacer?

Lectura del santo evangelio según san Lucas 3, 10-18
En aquel tiempo, la gente preguntaba a Juan: – «¿Entonces, qué hacemos?»
Él contestó: – «El que tenga dos túnicas, que se las reparta con el que no tiene; y el que tenga comida, haga lo mismo.»
Vinieron también a bautizarse unos publicanos y le preguntaron: – «Maestro, ¿qué hacemos nosotros?»
Él les contestó: – «No exijáis más de lo establecido.»
Unos militares le preguntaron: – «¿Qué hacemos nosotros?»
Él les contestó: – «No hagáis extorsión ni os aprovechéis de nadie, sino contentaos con la paga.»
El pueblo estaba en expectación, y todos se preguntaban si no sería Juan el Mesías; él tomó la palabra y dijo a todos: – «Yo os bautizo con agua; pero viene el que puede más que yo, y no merezco desatarle la correa de sus sandalias. Él os bautizará con Espíritu Santo y fuego; tiene en la mano el bieldo para aventar su parva y reunir su trigo en el granero y quemar la paja en una hoguera que no se apaga.»
Añadiendo otras muchas cosas, exhortaba al pueblo y le anunciaba el Evangelio.

Palabra del Señor.

Una victoria gradual.
(Nota: Se hace uso genérico del masculino para designar la clase sin distinción de sexos.)

Los discípulos de Juan le preguntan qué hacer. No les basta con creer, tienen que hacer algo, la fe en lo que Juan predica les mueve a actuar. Juan, les habla de caridad, justicia y mansedumbre con los demás. Son cosas que pueden ir haciendo, pero ellos están destinados no solo a “hacer”, sino a “ser”: caritativos, justos y mansos.

El papa Francisco, lo dice en la bula de convocatoria del Año Santo de la Misericordia: “no basta con hacer obras de misericordia, sino que hay que ser misericordiosos con los demás”. Esta transformación del “ser” más que “hacer” se hace posible mediante una conversión. Algo que nosotros no podemos hacer por nosotros mismos ni por nuestros esposos. Por eso, Juan señala al bautismo de Jesús, porque el Suyo es un bautismo del Espíritu Santo.

He aquí la diferencia entre lo que podemos y no podemos hacer, para que no nos atribuyamos poderes que no nos corresponden, como intentaban hacer con Juan. Nuestra conversión y la conversión de nuestro matrimonio y nuestro esposo es cosa del Espíritu Santo.

‘el hombre que es consciente de su profundo estado pecaminoso, al no ser capaz de realizar la purificación con las propias fuerzas, suplica a Dios para que realice esa transformación del corazón, que sólo puede ser obra de un acto suyo creador: «¡Oh, Dios, crea en mí un corazón puro… Lávame: quedaré más blanco que la nieve… Un corazón quebrantado y humillado, Tú no lo desprecias» (Ps 51, [50] 12. 9. 19)’. (S. JPII Audiencia 10/12/80)

Y esa conversión, suele ser, tal como describe San Juan Pablo II en la Audiencia del 4 de febrero de 1981, una “transformación de este estado (de pecado) hasta la victoria gradual”.

Es importante conocer todo esto, para que no nos desesperemos y tiremos la toalla antes de tiempo por la lentitud del proceso de conversión, y también para que no exijamos a nuestro esposo resultados. El proceso es lento y lo lleva a cabo el Espíritu Santo. A nosotros nos toca “hacer” como les decía san Juan sus discípulos. La transformación, el nuevo “ser” y el nuevo matrimonio es cosa del Espíritu.

Oración:
Madre, intercede por nosotros para que el Señor envíe su Espíritu y nos convierta. Él decidirá cuándo y cómo, pero que nosotros no nos resistamos a su gracia. Por Jesucristo nuestro Señor, amén.

Reconocerle. Comentario del Evangelio para Matrimonios: Mateo 17, 10-13

EVANGELIO
Elías ya ha venido, y no lo reconocieron

Lectura del santo evangelio según san Mateo 17, 10-13
Cuando bajaban de la montaña, los discípulos preguntaron a Jesús: – «¿Por qué dicen los escribas que primero tiene que venir Elías?»
Él les contestó: – «Elías vendrá y lo renovará todo. Pero os digo que Elías ya ha venido, y no lo reconocieron, sino que lo trataron a su antojo. Así también el Hijo del hombre va a padecer a manos de ellos.»
Entonces entendieron los discípulos que se refería a Juan el Bautista.

Palabra del Señor.

Reconocerle.
(Nota: Se hace uso genérico del masculino para designar la clase sin distinción de sexos.)

Juan vino a preparar la venida de Jesús. Qué importantes considera Dios estos tiempos de preparación para nosotros. Necesitamos tomar conciencia antes de vivir las cosas y las decisiones importantes.

Juan vivía un ayuno y una austeridad intensa, para preparar la venida del Novio. Era necesario quitar de en medio tantas cosas, para tomar conciencia de lo esencial: Arrepentíos, purificad el alma, que viene el Rey de la salvación.

Es como ese noviazgo bien hecho, en que los enamorados se preparan, se ejercitan, alimentan su deseo de unión, para ese gran día en que por fin puedan acceder a la belleza de la entrega mutua, a esa alianza para toda la vida en la que cada uno descansa en la fidelidad del otro a una promesa de entrega total, y sobre ella, construyen una comunión de personas.

Es la experiencia de la soledad originaria del Génesis, que nos explica San Juan Pablo II. Una experiencia previa a la unidad, necesaria, en la que el hombre alcanzaba el límite de su deseo de tener a alguien, un igual, con el que compartir todo lo que es, a quien poder entregarse.

También nuestro matrimonio es en cierto modo un tiempo de purificación y un tiempo de espera. Nuestro esposo es en cierto modo como ese Juan el Bautista que viene a prepararme para la gran unión con Dios. ¿Le reconozco? ¿Le trato “a mi antojo”? ¿Cómo respondo ante las dificultades que me plantea para mi purificación? No seamos de los que rechazan a los enviados de Dios que nos abren el camino hacia Él, y quién mejor para desempeñar esta labor que mi propio esposo.

Oración:
Madre, perdón por esas veces que he tratado a mi esposo “a mi antojo” y por no valorar el grandísimo don crecer en el amor. Perdóname por cuantas veces no reconozco el valor de nuestro sacramento. Danos el don de prepararnos como merece la venida de nuestro Salvador. Por Jesucristo nuestro Señor, amén.