Archivo por meses: agosto 2015

Los secretos de Su intimidad. Comentario del Evangelio para Matrimonios: Marcos 9, 2-10

EVANGELIO
Éste es mi Hijo amado

Lectura del santo evangelio según san Marcos 9, 2-10
En aquel tiempo, Jesús se llevó a Pedro, a Santiago y a Juan, subió con ellos solos a una montaña alta, y se transfiguró delante de ellos. Sus vestidos se volvieron de un blanco deslumbrador, como no puede dejarlos ningún batanero del mundo.
Se les aparecieron Elías y Moisés, conversando con Jesús. Entonces Pedro tomó la palabra y le dijo a Jesús:
– «Maestro, ¡qué bien se está aquí! Vamos a hacer tres tiendas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías.»
Estaban asustados, y no sabía lo que decía.
Se formó una nube que los cubrió, y salió una voz de la nube:
– «Este es mi Hijo amado; escuchadlo.»
De pronto, al mirar alrededor, no vieron a nadie más que a Jesús, solo con ellos.
Cuando bajaban de la montaña, Jesús les mandó:
– «No contéis a nadie lo que habéis visto, hasta que el Hijo del hombre resucite de entre los muertos.»
Esto se les quedó grabado, y discutían qué querría decir aquello de «resucitar de entre los muertos».

Palabra del Señor.

Los secretos de Su intimidad.
(Nota: Se hace uso genérico del masculino para designar la clase sin distinción de sexos.)

La transfiguración nos muestra la divinidad de Jesús y su Comunión con el Padre. Jesús mismo es Luz de Luz. Hoy se nos manifiesta la gloria que comparten el Padre y el Hijo. Contemplamos su grandeza.

Pedro, Santiago y Juan, subieron a la montaña, al Tabor con el Señor. Y lo que vieron les fortaleció y reconfortó, les mostró su intimidad, sus secretos, Dios nos revela sus secretos a la vez que ascendemos con Él a través de la oración (“Éste es mi Hijo amado, escuchadle”), de este modo nuestra alma adquiere brillo, el blanco de la pureza que nos va transformando en cada encuentro, preparando para creer en la Resurrección y no quedar paralizados por los tiempos duros, sino entender que son el camino de la gloria. Para entrar en la nube del Espíritu como los tres discípulos, para adentrarnos en el sentido último de las cosas, en el misterio, debemos escuchar a Jesús, contemplar la Sagrada Escritura.

Por un momento, Dios nos saca de las dificultades de la vida para mostrarnos su gloria. El final del camino. Dios en la oración, nos muestra ese tesoro mayor por el que nos da la fuerza para dejar nuestros egoísmos, todo lo que nos retrasa en el camino del amor. Cuando empezamos a rezar juntos, nuestro matrimonio empieza a cambiar. Recibimos consolaciones que nos hacen descubrir que ese es el camino y perseverar a pesar de las dificultades. Esos momentos de Tabor, nos dan fuerzas para soportar los momentos duros de la vida.

Según Él nos va transformando nuestra mirada, vemos la entrega de nuestro esposo a los demás, el cariño con que enseña a nuestros hijos y el interés que pone en ello, cómo nos cuida con su trabajo, su amor a Dios y a mí… Contemplo la hermosura de este hijo de Dios. Cómo lo veía antes y cómo me lo muestra el Señor ahora. Ésta es la transfiguración que hemos vivido. Descubrir la manifestación de Dios en nuestro esposo.

Alimentémonos de las consolaciones que Dios nos quiere dar. Como María guardémoslas en nuestro corazón y compartámoslas con el esposo para darnos ánimo mutuamente para llegar al Tabor de la Comunión.

Oramos por los frutos del sínodo de la familia:
https://proyectoamorconyugal.es/oracion-a-la-santa-familia/

La gran prueba. Comentario del Evangelio para Matrimonios: Mateo 15, 21-28

EVANGELIO
Mujer, qué grande es tu fe

Lectura del santo evangelio según san Mateo 15, 21-28
En aquel tiempo, Jesús se marchó y se retiró al país de Tiro y Sidón.
Entonces una mujer cananea, saliendo de uno de aquellos lugares, se puso a gritarle:
-«Ten compasión de mí, Señor, Hijo de David. Mi hija tiene un demonio muy malo.»
Él no le respondió nada. Entonces los discípulos se le acercaron a decirle:
-«Atiéndela, que viene detrás gritando.»
Él les contestó:
-«Sólo me han enviado a las ovejas descarriadas de Israel.»
Ella los alcanzó y se postró ante él, y le pidió:
-«Señor, socórreme.»
Él le contestó:
-«No está bien echar a los perros el pan de los hijos.»
Pero ella repuso:
-«Tienes razón, Señor; pero también los perros se comen las migajas que caen de la mesa de los amos.»
Jesús le respondió:
-«Mujer, qué grande es tu fe: que se cumpla lo que deseas.»
En aquel momento quedó curada su hija.

Palabra del Señor.

La gran prueba.
(Nota: Se hace uso genérico del masculino para designar la clase sin distinción de sexos.)

Jesús pone a prueba la fe de la cananea con actitudes de distancia y aparente desprecio.
Sí, sí, Jesús también a nosotros nos pone a prueba. Como Dios ponía a prueba al pueblo de Israel después del Éxodo, para probar su fe y su fidelidad.

El matrimonio es la mayor prueba del amor. Vivir amando en la intimidad del día a día donde no hay disimulo posible, con una persona que es totalmente opuesta a ti, por su configuración sexual, sus dones y carencias, su manera de ser, por sus prioridades… en un entorno lleno de prisas, cambios inesperados, donde se acumula el trabajo (el de fuera de casa y el de casa: lavadoras, cenas, baños, platos, cocina, limpieza, compra…), donde hay que tirar siempre de los niños y educarles, donde ponen a prueba tu paciencia una y otra vez… Vivir el amor en estas circunstancias, es la mayor prueba de amor que puede existir. ¿No parece obvio que los esposos puedan alcanzar la santidad sólo por haber vivido todas estas circunstancias con amor?. Mucho tenemos que pedirle al Señor, como la cananea de hoy.

Un par de ideas sobre cómo Dios actúa ante nuestras peticiones:
El deseo: Dice San Agustín: “Cristo se mostraba indiferente hacia ella (la cananea), no para negarle la misericordia, sino para hacer crecer el deseo”.
Es una respuesta pedagógica de Dios. Lo inmediato no nos permite aprender. Adán vivió primero la soledad originaria, tal como nos enseña San Juan Pablo II, descubriendo que en toda la creación no había nada semejante a él que pudiese darle una respuesta de amor. Sólo después de descubrir esa gran necesidad, Dios crea a Eva, y por eso, Adán sabe valorarla y la recibe con una emoción única. Por tanto, lo primero es tener un enorme deseo por vivir la santidad en nuestro matrimonio.

La segunda idea es que el movimiento se demuestra andando. La mujer cananea, no se conforma. Insiste, lo sigue, grita, se postra, le da la razón… Por tanto, la segunda idea es luchar con todas nuestras fuerzas y no conformarse con un amor mediocre en el matrimonio.

Esposos, como la cananea, salgamos a buscar al Señor, busquemos nuestro ratito de silencio para orar juntos al Señor, con el mismo ahínco que ella. Que el Señor no tenga más remedio que decirnos: Esposos, qué grande es vuestra fe…

Tal como pide el Papa que hagamos a diario, oramos por el sínodo de la familia:
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¿Qué más podía fallar? Comentario del Evangelio para Matrimonios: Mateo 14, 22-36

EVANGELIO
Mándame ir hacia ti andando sobre el agua

Lectura del santo evangelio según san Mateo 14, 22-36
Después que la gente se hubo saciado, Jesús apremió a sus discípulos a que subieran a la barca y se le adelantaran a la otra orilla, mientras él despedía a la gente.
Y, después de despedir a la gente, subió al monte a solas para orar. Llegada la noche, estaba allí solo.
Mientras tanto, la barca iba ya muy lejos de tierra, sacudida por las olas, porque el viento era contrario. De madrugada se les acercó Jesús, andando sobre el agua. Los discípulos, viéndole andar sobre el agua, se asustaron y gritaron de miedo, pensando que era un fantasma.
Jesús les dijo en seguida:
-«¡Ánimo, soy yo, no tengáis miedo! »
Pedro le contestó:
-«Señor, si eres tú, mándame ir hacia ti andando sobre el agua. » Él le dijo:
-«Ven.»
Pedro bajó de la barca y echó a andar sobre el agua, acercándose a Jesús; pero, al sentir la fuerza del viento, le entró miedo, empezó a hundirse y gritó:
-«Señor, sálvame.»
En seguida Jesús extendió la mano, lo agarró y le dijo:
-«¡Qué poca fe! ¿Por qué has dudado?»
En cuanto subieron a la barca, amainó el viento.
Los de la barca se postraron ante él, diciendo:
-«Realmente eres Hijo de Dios.»
Terminada la travesía, llegaron a tierra en Genesaret. Y los hombres de aquel lugar, apenas lo reconocieron, pregonaron la noticia por toda aquella comarca y trajeron donde él a todos los enfermos.
Le pedían tocar siquiera la orla de su manto, y cuantos la tocaron quedaron curados.

Palabra del Señor.

¿Qué más podía fallar?
(Nota: Se hace uso genérico del masculino para designar la clase sin distinción de sexos.)

Jesús nos envía a hacer una travesía que va desde nuestra orilla a la orilla de Dios. La barca, que se suele identificar con la Iglesia, hoy la identificamos con la Iglesia Doméstica, que es la familia.

¿Qué más puede fallar en esa travesía?
– Solemos partir sin Jesús en la barca, pero Él mientras está orando por nosotros.
– Vamos remando sacando adelante nuestra familia azotados por las olas (los contratiempos del día a día) y con el viento en contra (el mundo), pero el Señor, está con nosotros aunque no lo veamos.
– Nos asustamos cuando no lo vemos, pero él nos dice hoy en la oración: ¡Ánimo, soy yo, no tengáis miedo!
– Es el momento de acudir a Él: “Señor mándanos andar sobre este matrimonio que hace aguas”.
– El Señor entonces, nos dice “Venid”, y empezamos el camino hacia Él, pero nos falta fe y volvemos a hundirnos.
– Con la perseverancia volvemos a recurrir a Él una y otra vez pidiendo auxilio, y cada vez, Él nos tiende Su mano y nos saca del atolladero.
– Al final, le invitamos a subir a nuestra barca definitivamente y el viento amaina. Entonces alabamos al Señor, porque ha hecho posible nuestra unión.

En nuestro matrimonio algo falla, ¿Qué es? ¿Qué fuerza falta que nos hace tener miedo hasta hundirnos? El Señor puede recuperarlo y hacerlo nuevo ¿lo crees?. Si el Señor no hace más es porque no le creemos.

El que nos llamó desde nuestra vocación juntos a esta misión, es el Señor de la naturaleza, y toda ella le obedece: el viento, los mares, las enfermedades y hasta la misma muerte. No actúa solamente en el plano espiritual. Todo le está sometido: Camina sobre las aguas, hace caminar también a Pedro sobre el mar y aplaca la tempestad con su sola presencia. ¡Éste es Jesús: nuestro Señor, nuestro Rey, nuestro Dios todopoderoso! Con Él, ¿qué podemos temer?

Ante el problema: la necesidad de la fe y de una confianza absoluta en la gracia y poder de Dios. ¡Esa es la verdadera causa de los milagros! Cuando Jesús iba a obrar cualquier curación –pensemos en el paralítico, en el leproso, en el ciego de nacimiento, en la hemorroísa, en la resurrección de la hija de Jairo, en el siervo del centurión y en muchos otros más– la primera condición que pone es la de la fe y la confianza en Él.

Ya no depende de Él. Él quiere, solo nos falta fe.

Hoy oramos con la hermosa propuesta de Pedro: Señor, mándame ir a ti. Manda que todos los miembros de nuestra familia vayamos a Ti. Sabemos que nos rescatarás incluso cuando desfallezca nuestra fe.

Tal como pide el Papa que hagamos a diario, oramos por el sínodo de la familia:
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Haced esto en memoria mía. Comentario del Evangelio para Matrimonios: Mateo 14, 13-21

EVANGELIO
Alzó la mirada al cielo, pronunció la bendición y dio los panes a los discípulos se los dieron a la gente

Lectura del santo evangelio según san Mateo 14, 13-21
En aquel tiempo, al enterarse Jesús de la muerte de Juan, el Bautista, se marchó de allí en barca, a un sitio tranquilo y apartado. Al saberlo la gente, lo siguió por tierra desde los pueblos.
Al desembarcar, vio Jesús el gentío, le dio lástima y curó a los enfermos. Como se hizo tarde, se acercaron los discípulos a decirle:
-«Estamos en despoblado y es muy tarde, despide a la multitud para que vayan a las aldeas y se compren de comer.»
Jesús les replicó:
-«No hace falta que vayan, dadles vosotros de comer.»
Ellos le replicaron:
-«Si aquí no tenemos más que cinco panes y dos peces.»
Les dijo:
-«Traédmelos.»
Mandó a la gente que se recostara en la hierba y, tomando los cinco panes y los dos peces, alzó la mirada al cielo, pronunció la bendición, partió los panes y se los dio a los discípulos; los discípulos se los dieron a la gente. Comieron todos hasta quedar satisfechos y recogieron doce cestos llenos de sobras. Comieron unos cinco mil hombres, sin contar mujeres y niños.

Palabra del Señor.

Haced esto en memoria mía.
(Nota: Se hace uso genérico del masculino para designar la clase sin distinción de sexos.)

La bendición del pan por parte de Jesús y el reparto, es un anticipo de la última cena. Hace clara referencia a la Eucaristía, el milagro por el que el Pan de Cristo, saciará a todos.

Hablamos de participar de la Eucaristía con expresiones como “voy a misa” o “celebrar la Eucaristía”… Pero Cristo, cuando pronuncia la bendición en la última cena no habla de celebrar o asistir, lo que nos pide es “haced esto en memoria mía”. La Eucaristía es un acto en el que participamos activamente. No consiste sólo en asistir al sacrificio de Cristo, sino de imitarlo. Tenemos que “hacer” lo que Él hace, en memoria Suya.

Todos tenemos experiencia de que, puestos a recibir, nada nos satisface. Siempre queremos más. Si tengo 10 quiero 20, y si tengo 20, quiero 50… Y esto es normal, porque todo ser humano lleva en sí mismo una sed de infinito, una sed que nadie puede saciar, nada más que Dios.

Los esposos también celebramos un día el Sacramento del Matrimonio, pero no se trataba sólo de celebrarlo, sino de “hacerlo”. Sin embargo, nos encontramos con un enorme problema que no podemos resolver por nosotros mismos, y es que ambos tenemos sed de un Amor infinito, que estamos destinados a recibirlo a través de nuestro esposo. Nuestra experiencia es que, después de unos años de casados, nos llega la decepción de que aquello no es lo que esperábamos.

Y es que, los esposos estamos llamados a “hacer” la Eucaristía en nuestro matrimonio. Poner nuestros panes y peces en manos del Señor, mis esfuerzos diarios por entregarme a él/ella, para que el Señor los coja, mire al cielo, pronuncie la bendición, y se lo entregue multiplicado a mi esposo. Una vez bendecidos por Él, sí que satisfará a mi esposo, y sobrará para nuestros hijos, familiares, amigos…

Tal como pide el Papa que hagamos a diario, oramos por el sínodo de la familia:
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Por el interés te quiero, Andrés. Comentario del Evangelio para Matrimonios: Juan 6, 24-35

EVANGELIO
El que viene a mí no pasará hambre, y el que cree en mí no pasará sed

Lectura del santo evangelio según san Juan 6, 24-35
En aquel tiempo, cuando la gente vio que ni Jesús ni sus discípulos estaban allí, se embarcaron y fueron a Cafarnaún en busca de Jesús., Al encontrarlo en la otra orilla del lago, le preguntaron:
– «Maestro, ¿cuándo has venido aquí?»
Jesús les contestó:
– «Os lo aseguro, me buscáis, no porque habéis visto signos, sino porque comisteis pan hasta saciaros.
Trabajad, no por el alimento que perece, sino por el alimento que perdura para la vida eterna, el que os dará el Hijo del hombre; pues a éste lo ha sellado el Padre, Dios.»
Ellos le preguntaron:
– «Y, ¿qué obras tenemos que hacer para trabajar en lo que Dios quiere?»
Respondió Jesús:
– «La obra que Dios quiere es ésta: que creáis en el que él ha enviado.»
Le replicaron:
– «¿Y qué signo vemos que haces tú, para que creamos en ti? ¿Cuál es tu obra? Nuestros padres comieron el maná en el desierto, como está escrito: «Les dio a comer pan del cielo.»»
Jesús les replicó:
– «Os aseguro que no fue Moisés quien os dio pan del cielo, sino que es mi Padre el que os da el verdadero pan del cielo. Porque el pan de Dios es el que baja del cielo y da vida al mundo.»
Entonces le dijeron:
– «Señor, danos siempre de este pan.»
Jesús les contestó:
– «Yo soy el pan de vida. El que viene a mí no pasará hambre, y el que cree en mí nunca pasará sed.»

Palabra del Señor.

Por el interés te quiero, Andrés.
(Nota: Se hace uso genérico del masculino para designar la clase sin distinción de sexos.)

Cristo sabe muy bien de lo que habla: “me buscáis, porque comisteis pan hasta saciaros”. ¡Qué bien nos conoce! Entre esposos cuántas veces esperamos una respuesta, un consuelo, que nos ayude en nuestro trabajo, que reconozca nuestro esfuerzo… esperamos y muchas veces exigimos que nos dé algo a cambio de nuestra entrega. Es un desorden de la esperanza, porque el que ama siempre tiene la esperanza de ser amado para vivir una comunión. Pero ese amor humano, se tiene que ir convirtiendo cada vez más en Caridad, en la Caridad de Dios. Y para eso es imprescindible recibir el Espíritu de Cristo. El Espíritu modela al hombre según la semejanza de Jesús, el Hijo y el Esposo.

Señor, quien te busca de verdad, te encuentra y quien te encuentra, tiene vida, y no pasa hambre ni sed.

Se trata de acompañarte en una relación no de fuerza, sino de amor; no de aburrimiento, sino de intimidad; no de pedir para mí, sino de agradecimiento; no de echarte una parrafada, sino de admirarte, alabarte, bendecirte…

Ligado a mi amor a Ti, el amor en mi matrimonio: Pasa de ser una dificultad, a ser una oportunidad; de ser una prisión, a ser una liberación; ya no es una trampa, sino una prueba; deja de ser un lastre, para ser un medio de enriquecimiento; no es un esfuerzo de dos, sino un recipiente para Tu Amor. Nuestro sacramento del matrimonio es ese Pan bajado del cielo que nos das y que está unido a nuestra redención:
San Juan Pablo (Catequesis 15/12/82): “La imagen paulina del matrimonio, asociada al «misterio grande» de Cristo y de la Iglesia, aproxima la dimensión redentora del amor a la dimensión nupcial. En cierto sentido, une estas dos dimensiones en una sola… Por medio del matrimonio como sacramento estas dos dimensiones del amor, la nupcial y la redentora, juntamente con la gracia del sacramento, penetran en la vida de los esposos”.

Señor, ocúpate de mis asuntos y yo me ocuparé de los tuyos (Santa Teresa de Jesús).

Tal como pide el Papa que hagamos a diario, oramos por el sínodo de la familia:
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