Archivo por meses: mayo 2015

Paz en la tormenta. Comentario del Evangelio para Matrimonios: Juan 14, 27-31a

EVANGELIO
Mi paz os doy

Lectura del santo evangelio según san Juan 14, 27-31a
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
– «La paz os dejo, mi paz os doy; no os la doy yo como la da el mundo. Que no tiemble vuestro corazón ni se acobarde. Me habéis oído decir: «Me voy y vuelvo a vuestro lado.» Si me amarais, os alegraríais de que vaya al Padre, porque el Padre es más que yo. Os lo he dicho ahora, antes de que suceda, para que cuando suceda, sigáis creyendo.
Ya no hablaré mucho con vosotros, pues se acerca el Príncipe del mundo; no es que él tenga poder sobre mi, pero es necesario que el mundo comprenda que yo amo al Padre, y que lo que el Padre me manda yo lo hago.»

Palabra del Señor.

Paz en la tormenta.
(Nota: Se hace uso genérico del masculino para designar la clase sin distinción de sexos.)

La paz de Cristo es paz interior, calma en medio de la tormenta. Serenidad cuando todo a nuestro alrededor parece que se viene abajo. Es momento de dirigir nuestra mirada al Padre porque confiamos en Él. La paz de Dios, no es la del mundo sino que es fruto de acoger la voluntad del Padre, y muchas veces es una pequeña cruz o una gran cruz. En nuestra vida matrimonial vivimos muchos pequeños “Getsemaníes” a los que debemos responder con ese “Hágase tu voluntad y no la mía”. Solo el que se deja crucificar y carga con su cruz, consigue en su lucha contra el hombre viejo la paz originaria de una vida de amistad con Dios.

San Juan Pablo II en su catequesis del 02/01/80 dice refiriéndose a la mirada entre Adán y Eva antes del pecado: “Al verse recíprocamente, como a través del misterio mismo de la creación, varón y mujer se ven a sí mismos aún más plenamente… se ven y se conocen a sí mismos con toda la paz de la mirada interior, que crea precisamente la plenitud de la intimidad de las personas.”

Al mirar a nuestro esposo desde la mirada del Creador, la paz de la mirada interior nos une en una nueva intimidad entre ambos. Dios mira nuestro corazón. Si fuésemos capaces de mirar el corazón de nuestro esposo en plena tormenta, viviríamos la situación con la paz que Dios nos da. Cristo habita en nosotros y desde dentro nos empuja hacia lo alto, hacia el Padre. Dejémonos atraer por el Padre en el Espíritu Santo, acogiendo sus dones como fruto del Don que su presencia engendra en nuestro interior y escuchando qué nos quiere decir, qué quiere de esta cruz que permite sin ninguna duda para un bien mayor.

¡Qué lección tan admirable nos da hoy Jesucristo! Unas horas antes de ser crucificado, estaba deseoso de darnos paz. ¿Qué hago yo cuando veo venir la tempestad? No tiemble tu corazón ni tengas miedo, nos dice hoy Jesús.

Por tanto, dos formas de mirar: Desde el juicio de nuestros criterios o desde lo que en nuestro interior nos inspira el Espíritu del Padre de esa creatura que es nuestro esposo.
Visto desde fuera todo es una gran confusión, incomprensión, dolor, agitación… y todo esto lleva a una cadena de fatalidades: Críticas, dudas, ofensas…
Es necesario que participemos de la mirada del Padre que mira al que traspasaron. La mirada del Creador al Salvador, porque tras el dolor, hay algo mucho más grande. La resurrección. Preguntémosle al Padre: ¿Qué quieres de mí en esto? Entonces le escuchamos, aceptamos su voluntad y (cuando pase la tormenta), nuestro corazón se llenará de gozo y paz. Todo estará cumplido.

María Reina de la Familia, ruega por nosotros. Espíritu Santo transfórmanos.

Tal como pide el Papa que hagamos a diario, oramos por el sínodo de la familia:
https://proyectoamorconyugal.es/oracion-a-la-santa-familia/

Tenemos guía. Comentario del Evangelio para Matrimonios: Juan 14, 21-26

EVANGELIO
El Defensor que enviará el Padre os lo enseñará todo

Lectura del santo evangelio según san Juan 14, 21-26
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
– «El que acepta mis mandamientos y los guarda, ése me ama; al que me ama lo amará mi Padre, y yo también lo amaré y me revelaré a él.»
Le dijo Judas, no el Iscariote:
– «Señor, ¿qué ha sucedido para que te reveles a nosotros y no al mundo?»
Respondió Jesús y le dijo:
– «El que me ama guardará mi palabra, y mi Padre lo amará, y vendremos a él y haremos morada en él.
El que no me ama no guardará mis palabras. Y la palabra que estáis oyendo no es mía, sino del Padre que me envió.
Os he hablado de esto ahora que estoy a vuestro lado, pero el Defensor, el Espíritu Santo, que enviará el Padre en mi nombre, será quien os lo enseñe todo y os vaya recordando todo lo que os he dicho.»

Palabra del Señor.

Tenemos guía.
(Nota: Se hace uso genérico del masculino para designar la clase sin distinción de sexos.)

Lo que Dios hace, lo hacen las tres personas en plena comunión, Padre, Hijo y Espíritu Santo. Pero cada uno de ellos tiene una misión que le caracteriza más, así la misión del Padre es crear, Dios creador; la misión del Hijo para con nosotros es Salvarnos; y ¿Cuál es la misión del Espíritu Santo?.

El Espíritu nos va mostrando el camino cuyo origen y fin se encuentra en Dios. Porque el Hijo de Dios ha tomado cuerpo, y el Espíritu residía en Él, y aprendió cómo debe ser un hombre santo. Cristo nos deja en herencia su Espíritu y el que lo recibe, puede vivir un amor nuevo que nos mueve a entregarnos al único Santo: Dios. Nos enseña a ser hijos. Y ese mismo Espíritu nos enseña a ser esposos, como lo es Cristo.

Dios ha hecho posible este amor entre los esposos. Él mismo nos ama a través del amor de nuestro esposo/a. Pero vemos que el amor, no es sentimiento, no depende de que “sienta” más o menos “amor” por ti, sino que el amor es compromiso, es alianza. El que cumpla mis mandamientos, ese me ama. Dice el Señor. Nosotros como esposos tenemos también una alianza, que es la que pronunciamos en el momento del compromiso matrimonial: Yo___ te quiero a ti ____ como esposo y me entrego a ti, y prometo serte fiel… Aquel esposo que cumpla esta alianza, ama.

Para que el Espíritu actúe en nosotros, es necesario que los esposos elijamos libremente por el Reino de Dios. Y esa decisión pasa por guardar los mandamientos.
El resultado de esta decisión es “la verdad del amor: La plenitud de una comunión humana y también lo que significa amar en Espíritu: Haber recibido en el matrimonio el mismo amor de Dios. De esta forma todo amor queda consagrado y todo él nos dirige hacia la meta, hacia el Padre” (“Betania, una casa para un amigo”, José Granados y José Noriega).

Nuestro matrimonio por tanto se mueve entre dos amores, que en realidad son uno solo: Cumplir los mandamientos y cumplir nuestro compromiso matrimonial. En ese camino es en el que nos guía el Espíritu.

Tal como pide el Papa que hagamos a diario, oramos por el sínodo de la familia:
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Esposos en la Vid o en el fuego. Comentario del Evangelio para Matrimonios: Juan 15, 1-8

EVANGELIO
El que permanece en mí y yo en él, ése da fruto abundante

Lectura del santo evangelio según san Juan 15, 1-8
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
-«Yo soy la verdadera vid, y mi Padre es el labrador. A todo sarmiento mío que no da fruto lo arranca, y a todo el que da fruto lo poda, para que dé más fruto.
Vosotros ya estáis limpios por las palabras que os he hablado; permaneced en mí, y yo en vosotros.
Como el sarmiento no puede dar fruto por sí, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí.
Yo soy la vid, vosotros los sarmientos; el que permanece en mí y yo en él, ése da fruto abundante; porque sin mí no podéis hacer nada.
Al que no permanece en mí lo tiran fuera, como el sarmiento, y se seca; luego los recogen y los echan al fuego, y arden.
Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros, pedid lo que deseáis, y se realizará.
Con esto recibe gloria mi Padre, con que deis fruto abundante; así seréis discípulos míos.»

Palabra del Señor.

Esposos en la Vid o en el fuego.
(Nota: Se hace uso genérico del masculino para designar la clase sin distinción de sexos.)

«Vivo yo, pero no soy yo, es Cristo quien vive en mí» dice San Pablo. «permaneced en mí, y yo en vosotros» nos dice hoy el Señor.

Los esposos también debemos permanecer el uno en el otro. Son las leyes del amor. Sin embargo, nuestros criterios pueden estar equivocados y nuestras tendencias pueden ser contrarias al bien común. Por eso necesitamos un camino y una verdad que nos lleve a la Vida.

Señor, debes ser Tú quien vivas en nosotros, no siendo nosotros con nuestros criterios, sino con los Tuyos. Señor, que yo mengüe para que Tú crezcas para dar vida al nosotros, a ser una sola carne, un solo corazón, una sola alma. Siendo tu Palabra la que reine en nuestra vida, podremos aspirar a ser uno entre nosotros y contigo.

Incorporamos aquí un texto de San Agustín (Comentarios al evangelio de San Juan 81):
“Considerad una y mil veces las siguientes palabras de la Verdad: Yo soy la vid, y vosotros los sarmientos. El que está en mí y yo en él, ése dará mucho fruto, porque sin mí no podéis hacer nada (Jn 15,5). Y para evitar que alguno pudiera pensar que el sarmiento puede producir algún fruto, aunque escaso, después de haber dicho que quien permanece en él dará mucho fruto, no dice: «porque sin mi podéis hacer poco», sino: sin mí no podéis hacer nada. … Y si el sarmiento da poco fruto, el agricultor lo poda para que lo dé más abundante; pero, si no permanece unido a la vid, no podrá producir fruto alguno. … continúa diciendo: El que no permanezca en mí será echado fuera, como el sarmiento, y se secará, lo cogerán y lo arrojarán al fuego y en él arderá (Jn 15,6). Los sarmientos son tanto más despreciables fuera de la vid cuanto más gloriosos unidos a ella. … El sarmiento ha de estar en uno de esos dos lugares: o en la vid o en el fuego; si no está en la vid estará en el fuego. Permanezca, pues, en la vid para librarse del fuego.”

Y continúa después: “cuando sus palabras (de Cristo) están sólo en la memoria, sin reflejarse en nuestro modo de vivir, somos como el sarmiento separado de la vid.”

Señor, damos poco fruto y entendemos que sigue siendo tiempo de poda. Pero tenemos que vivirla con esperanza y alegría, con confianza en Ti, porque sabemos que quieres lo mejor para nuestra familia y que crezcamos y demos más fruto.
Pues sin Ti Señor, nuestra familia sería un fracaso personal, familiar y social. Sin Ti, no podemos hacer nada, no podemos vivir un amor de comunión. Nuestra familia tiene mucho que decirte, mucho por lo que pedirte perdón, tiene mucho por lo que alabarte y darte gracias.

Concluye San Agustín: “En cuanto estamos unidos a Cristo queremos unas cosas y en cuanto estamos aún en este mundo queremos otras. Por el hecho de vivir en este mundo, a veces nos viene la idea de pedir algo cuyo daño desconocemos. … Permaneciendo, pues, en él y reteniendo en nosotros sus palabras, pediremos cuanto queramos, y todo nos será concedido.”

Te pedimos por nuestras familias, Señor, para que permanezcamos unidos a Ti. Que como María, guardemos todas Tus cosas en nuestro corazón.

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Un encuentro dentro del esposo. Comentario del Evangelio para Matrimonios: Juan 14, 7-14

EVANGELIO
Quien me ha visto a mí ha visto al Padre

Lectura del santo evangelio según san Juan 14, 7-14
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
-«Si me conocéis a mí, conoceréis también a mi Padre. Ahora ya lo conocéis y lo habéis visto.»
Felipe le dice:
– «Señor, muéstranos al Padre y nos basta.»
Jesús le replica:
– «Hace tanto que estoy con vosotros, ¿y no me conoces, Felipe? Quien me ha visto a mí ha visto al Padre. ¿Cómo dices tú: «Muéstranos al Padre»? ¿No crees que yo estoy en el Padre, y el Padre en mí? Lo que yo os digo no lo hablo por cuenta propia. El Padre, que permanece en mí, hace sus obras. Creedme: yo estoy en el Padre, y el Padre en mí. Si no, creed a las obras. Os lo aseguro: el que cree en mí, también él hará las obras que yo hago, y aún mayores. Porque yo me voy al Padre; y lo que pidáis en mi nombre, yo lo haré, para que el Padre sea glorificado en el Hijo. Si me pedís algo en mi nombre, yo lo haré.»

Palabra del Señor.

Un encuentro dentro del esposo.
(Nota: Se hace uso genérico del masculino para designar la clase sin distinción de sexos.)

Hace tanto que estoy con vosotros, ¿y no me conoces? Algunos matrimonios se dicen el uno al otro: ¡Tantos años juntos y no me conoces!

En la sagrada Escritura conocer significa amar. Amar es estar en el otro, la presencia del amado en el amante. Así, cuando salimos de nosotros mismos para estar en el corazón de Jesús, de lo que diría, le gustaría, haría… Él nos lleva al corazón de nuestro esposo, a conocerle interesándome por lo que le gustaría, haría…

Hoy también Jesús te pregunta: ¿No crees que yo estoy en tu esposo y tu esposo en mí? Por lo tanto si tu corazón permanece en Jesús lo que digas, no lo dirás por cuenta propia y será Jesús el que haga sus obras. Si tu esposo no cree en Jesús, es que no ve sus obras en ti, quien ama a Jesús hace las obras de Jesús, y aún mayores, porque Jesús ama al Padre y desea que su gloria sea mostrada.

Dios contiene una gloria infinita y la posee toda, nosotros no podemos darle nada, nosotros podemos irradiar algo de su gloria con obras buenas, toda obra buena muestra la gloria de Dios. Cada vez que tus obras son egoístas, causan enfado, amargura… Tu corazón está en ti y no en Jesús, en darle gusto como único espectador. Cada vez que sirvas a tu esposo con alegría, generosidad, cariño… Le transmites la gloria de Dios a él y a vuestros hijos.

Dice S. Juan Pablo II (Catequesis 24-11-82): “Cristo… asigna como tarea a cada hombre la dignidad de cada mujer; y simultáneamente… asigna también a cada mujer la dignidad de cada hombre” ¡Impresionante belleza y tremenda responsabilidad!

Buceé dentro de ti, y allí me encontré con Dios.

Tal como pide el Papa que hagamos a diario, oramos por el sínodo de la familia:
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