Archivo por meses: mayo 2015

Uno “completamente”. Comentario del Evangelio para Matrimonios: Juan 17, 20-26

EVANGELIO
Que sean completamente uno

Lectura del santo evangelio según san Juan 17, 20-26
En aquel tiempo, Jesús, levantando los ojos al cielo, oró, diciendo:
– «Padre santo, no sólo por ellos ruego, sino también por los que crean en mí por la palabra de ellos, para que todos sean uno, como tú, Padre, en mí, y yo en ti, que ellos también lo sean en nosotros, para que el mundo crea que tú me has enviado.
También les di a ellos la gloria que me diste, para que sean uno, como nosotros somos uno; yo en ellos, y tú en mí, para que sean completamente uno, de modo que el mundo sepa que tú me has enviado y los has amado como me has amado a mí.
Padre, éste es mi deseo: que los que me confiaste estén conmigo donde yo estoy y contemplen mi gloria, la que me diste, porque me amabas, antes de la fundación del mundo.
Padre justo, si el mundo no te ha conocido, yo te he conocido, y éstos han conocido que tú me enviaste. Les he dado a conocer y les daré a conocer tu nombre, para que el amor que me tenías esté con ellos, como también yo estoy con ellos.»

Palabra del Señor.

Uno “completamente”.
(Nota: Se hace uso genérico del masculino para designar la clase sin distinción de sexos.)

Hoy acaba la oración sacerdotal del Señor que no va dirigida sólo a los sacerdotes, sino a todos sus discípulos. Es impresionante. Escalofriante.
Qué generosidad la del Señor al compartir con nosotros esta oración íntima de Él al Padre. Nos preguntamos ¿Por qué lo haría? ¿Qué intención tenía en compartirla? Sin duda que conociésemos también esa intimidad y esa comunión entre ellos. Cuál es su voluntad, qué le mueve, qué le “preocupa”… y esto nos viene muy bien a los esposos, que debemos ser imagen de la misma comunión que viven entre Ellos.

Troceamos la oración de Jesús y vemos que se explica por sí misma.

– “Padre santo, no sólo por ellos ruego, sino también por los que crean en mí por la palabra de ellos”: San Agustín, ut supra. ‘En lo que quiso designar como suyos… a los que nacidos mucho después de la muerte de ellos (sus discípulos) hemos creído en Cristo.’ Es decir, que Cristo realiza esta oración por nuestros esposos, por ti y por mí.

– “para que todos sean uno, como tú, Padre, en mí, y yo en ti”: Misión especialmente importante en el matrimonio, que ambos seamos uno. ¿Y cómo debemos interpretar esa unión? ¿Qué modelo tenemos? El del Padre con el Hijo: “como tú en mí y yo en ti”. Yo en mi esposo y mi esposo en mí. Observemos pues las oraciones, de Cristo al Padre, su obediencia, hace todo lo que le agrada, no hace nada por su cuenta… Es el tipo de unión sobre la que debemos aprender.

– “Que ellos también lo sean en nosotros”: San Agustín, ut supra: ‘Añadió, pues: «En nosotros» para que conozcamos que esto se nos concede, no por nuestros méritos, sino por una fidelísima caridad de la gracia de Dios’. San Agustín, De Trin. 3, 9. ‘O bien, porque no pueden ser en sí mismo una misma cosa los que están separados por diversas pasiones de voluptuosidad, concupiscencia e inmundicia de pecados. Por tanto, deben purificarse por el Mediador (Cristo), para que sean una cosa con Él.’ El amor de es el que nos une “Lo que Dios ha unido”.

– “para que sean completamente uno, de modo que el mundo sepa que tú me has enviado y los has amado como me has amado a mí.”: Esposos ¿Queremos comunicar la gloria de Dios al mundo? Siendo completamente uno, estaremos evangelizando de verdad. No necesitaremos muchas palabras, ni con nuestros hijos, ni con el mundo.

Y acaba con la gloria de la promesa para la vida eterna:

– También les di a ellos la gloria que me diste… para que sean completamente uno

Alabamos al Señor con el Salmo: Me enseñarás el sendero de la vida, me saciarás de gozo en tu presencia, de alegría perpetua a tu derecha.

Tal como pide el Papa que hagamos a diario, oramos por el sínodo de la familia:
https://proyectoamorconyugal.es/oracion-a-la-santa-familia/

Para que sean uno. Comentario del Evangelio para Matrimonios: Juan 17, 11b-19

EVANGELIO
Que sean uno, como nosotros

Lectura del santo evangelio según san Juan 17, 11b-19
En aquel tiempo, Jesús, levantando los ojos al cielo, oró, diciendo:
– «Padre santo, guárdalos en tu nombre, a los que me has dado, para que sean uno, como nosotros.
Cuando estaba con ellos, yo guardaba en tu nombre a los que me diste, y los custodiaba, y ninguno se perdió, sino el hijo de la perdición, para que se cumpliera la Escritura.
Ahora voy a ti, y digo esto en el mundo para que ellos mismos tengan mi alegría cumplida.
Yo les he dado tu palabra, y el mundo los ha odiado porque no son del mundo, como tampoco yo soy del mundo.
No ruego que los retires del mundo, sino que los guardes del mal.
No son del mundo, como tampoco yo soy del mundo.
Conságralos en la verdad; tu palabra es verdad.
Como tú me enviaste al mundo, así los envío yo también al mundo.
Y por ellos me consagro yo, para que también se consagren ellos en la verdad.»

Palabra del Señor.

Para que sean uno.
(Nota: Se hace uso genérico del masculino para designar la clase sin distinción de sexos.)

Dice San Agustín: ‘»Para que sean uno, así como nosotros somos uno»: para que a la manera que el Padre y el Hijo son uno, no sólo en la igualdad de sustancia, sino que también de voluntad, así ellos, entre los que el Hijo es mediador con Dios, sean uno, no tanto porque ellos son de la misma naturaleza, cuanto por el vínculo del amor.’

Los esposos somos uno por el vínculo del amor, que no es un sentimiento, sino una cuestión de voluntad y la mediación de Dios. Cristo, como Hombre, le pide esto al Padre Dios. Es ésta su última petición antes de su hora. Que vivamos ¡La unidad de la Santísima Trinidad!

Se trata de vivir en comunión conyugal con Dios, pues mientras más unidos vivamos a Él, más podremos aumentar la unidad entre nosotros los esposos. La verdadera comunión con mi esposo, no depende de la simpatía, de los gustos de ambos, las afinidades o diferencias, no del diálogo o el respeto que se valora tanto hoy en día, sino de la propia conversión interior, de la santidad recibida y por tanto, de la oración. De ahí surgirá todo lo anterior: Afinidades, diálogo…

Y continúa San Agustín más adelante: ‘queda expresado cuál sea este gozo, cuando dice: «Para que sean uno como uno somos nosotros»: «he aquí su gozo»’
He aquí el gozo del Señor, porque será nuestro gozo.

La primera consecuencia de la pureza a la que tenemos que volver para llegar a esta unión, es el dominio de uno mismo. Se podría definir como una vigilancia ante todo lo que podría hacer peligrar el amor. Gracias a este dominio propio, escribe también San Agustín en sus Confesiones: ‘somos juntados y reducidos a la unidad, de la que nos habíamos apartado…’

Hay algo dentro de nosotros que nos mueve a desear la verdad. Nadie querría voluntariamente vivir una vida falsa por muy divertida que ésta fuese. Agradecemos la hermosa oración del Señor al Padre: “por ellos me consagro yo, para que también se consagren ellos en la verdad”. Que vivamos consagrados a un verdadero matrimonio según la misión de esposos que se nos ha encomendado.

Cristo, el gran mediador entre nosotros y el Padre, reza mirando al cielo por nosotros. Padre Santo guárdanos en Tu Nombre, porque nos entregaste en las manos de Cristo para que nos custodiara y no nos perdiéramos. Hemos acogido cada día Tu Palabra en nuestros corazones. Guárdanos del mal, Padre, y conságranos en la Verdad, la Verdad de quién sois y quiénes somos, la verdad de mi esposo y mi verdad.

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Ha llegado la hora. Comentario del Evangelio para Matrimonios: Juan 17, 1-11a

EVANGELIO
Padre, glorifica a tu Hijo

Lectura del santo evangelio según san Juan 17, 1-11a
En aquel tiempo, Jesús, levantando los ojos al cielo, dijo:
– «Padre, ha llegado la hora, glorifica a tu Hijo, para que tu Hijo te glorifique y, por el poder que tú le has dado sobre toda carne, dé la vida eterna a los que le confiaste.
Ésta es la vida eterna: que te conozcan a ti, único Dios verdadero, y a tu enviado, Jesucristo.
Yo te he glorificado sobre la tierra, he coronado la obra que me encomendaste.
Y ahora, Padre, glorifícame cerca de ti, con la gloria que yo tenía cerca de ti, antes que el mundo existiese.
He manifestado tu nombre a los hombres que me diste de en medio del mundo.
Tuyos eran, y tú me los diste, y ellos han guardado tu palabra.
Ahora han conocido que todo lo que me diste procede de ti, porque yo les he comunicado las palabras que tú me diste, y ellos las han recibido, y han conocido verdaderamente que yo salí de ti, y han creído que tú me has enviado.
Te ruego por ellos; no ruego por el mundo, sino por éstos que tú me diste, y son tuyos.
Si, todo lo mío es tuyo, y lo tuyo mío; y en ellos he sido glorificado.
Ya no voy a estar en el mundo, pero ellos están en el mundo, mientras yo voy a ti.»

Palabra del Señor.

Ha llegado la hora.
(Nota: Se hace uso genérico del masculino para designar la clase sin distinción de sexos.)

Ha llegado la hora de responder al infinito Amor de Jesús.

Cristo comparte hasta tal punto su vida con nosotros que hace de «nuestra vida sea vivida desde la suya» ¡Dios mío Y Señor mio! Con tantas torpezas por nuestra parte, resistencias, cegueras… Pero el Señor lo hace posible.

El escribe una historia de Amor a lo largo de la vida, un Proyecto de Amor y todo en clave ascendente, en el Evangelio vemos a Jesús, subir hacia Jerusalén.
¿Quién subirá al monte santo? Los que siguiendo las huellas de Jesús nos dejamos coger de su Santa mano para que nos lleve A Jerusalén a la cima del Amor, a las afueras del mundo, al lugar llamado Gólgota (calvario). Es la hora del amor y la entrega por la salvación. La hora de la cruz.

No ha habido santo sin cruz, pues en un mundo herido por el pecado, no hay amor sin cruz, ni existe carne divinizada si en la cruz no se deja clavar.

Pues bien esposos casados en Cristo, también en nuestro matrimonio tiene que ser así. Es el momento de la oportunidad para madurar en el amor, en la santidad. Muchos aman a Jesús cuando los consuela, pero pocos lo aman en el huerto o en la cruz, pocos aman a Jesús porque amándole a Él, a su persona en cualquier situación: en un desprecio de esos que nos hacemos los esposos, en un dolor de esos que nos causamos, en esos momentos que necesitamos del otro y lo que recibimos es la carencia, ceguera, callada por respuesta…

En cada una de estas ocasiones en la carne o en el corazón que suceden en nuestro matrimonio, esto es lo que Cristo llama “en ellos he sido glorificado”. Este el momento de mirar al cielo y decir: Jesús, a mí no me pasa nada ¿y a Ti? Es el momento de consolar a Jesús y no buscar ser consolado, el momento de contemplarle en la Cruz donde se entregó hasta el extremo por mí, por recibir de Él nuestro matrimonio.

¡Es nuestro momento esposos! Padre glorifica nuestro matrimonio para que les des vida eterna a todos los que nos has dado. No se trata de hacer cosas, sino del amor que se pone en lo que se hace.

Que todos crean que, a pesar de que somos pecadores, nuestro matrimonio ha salido de Ti. Es lo que Dios quiere hacer con nosotros, y lo hace por la unión con Cristo en su Cruz. Si de verdad quiero abrazar a Cristo, tengo que dejarme colgar en su Cruz, si de verdad queremos abrazar el amor de comunión de la Santísima Trinidad, tenemos que dejarnos clavar en la Cruz de la mano de María y renovando nuestra promesa.

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Vencedores o vencidos. Comentario del Evangelio para Matrimonios: Juan 16, 29-33

EVANGELIO
Tened valor: yo he vencido al mundo

Lectura del santo evangelio según san Juan 16,29-33
En aquel tiempo, dijeron los discípulos a Jesús:
– Ahora sí que hablas claro y no usas comparaciones. Ahora vemos que lo sabes todo y no necesitas que te pregunten; por ello creemos que saliste de Dios.
Les contestó Jesús:
– ¿Ahora creéis? Pues mirad: está para llegar la hora, mejor, ya ha llegado, en que os disperséis cada cual por su lado y a mí me dejéis solo. Pero no estoy solo, porque está conmigo el Padre. Os he hablado de esto, para que encontréis la paz en mí. En el mundo tendréis luchas; pero tened valor: yo he vencido al mundo.

Palabra del Señor.

Vencedores o vencidos.
(Nota: Se hace uso genérico del masculino para designar la clase sin distinción de sexos.)

¿Creemos que por ser un matrimonio cristiano no vamos a tener dificultades? Quizás antes de casarnos sabíamos que las tendríamos, pues nadie está exento de ello, pero nunca pensábamos que iba a ser esto… probablemente me equivoqué casándome con mi esposo (genérico).

Dice Crisóstomo, ut supra: “Esto es, para que no me echéis de vuestro corazón, porque la adversidad no sólo os dispersará cuando yo seré aprehendido, sino que mientras estaréis en el mundo seréis atribulados y perseguidos…” ¿Qué pasará ante las dificultades si los esposos echamos a Cristo de nuestro corazón?

Todos los matrimonios cristianos creemos en Cristo, pero en medio de la tempestad de las realidades de la vida, de ese problema concreto ¿Creemos realmente que Él tiene poder sobre la materia, que puede andar sobre las aguas, que también tiene poder sobre mi problema?

¿Ahora creéis? ¿Qué es lo que crees? “Pues mirad: está para llegar la hora”, “Os he hablado de esto para que encontréis la paz en mí.”
La cruz, esposos. Este momento de dolor para nosotros, es nuestra hora. En la tribulación se hace posible la salvación y de esta hora nacerá nuestra verdadera alegría recibida de lo alto.
Seguimos con Crisóstomo, ut supra: “Esto es: levantad vuestro corazón, pues no es digno de que los discípulos desfallezcan, habiendo el maestro triunfado de sus enemigos. Y sigue: ‘Porque yo he vencido al mundo’.” No olvides nunca amigo esposo, lo que hoy te dice Cristo en tu dificultad: ¡Ten valor, yo he vencido al mundo! ¡A tú mundo!

Todos los santos de la historia, encontraron la paz de Cristo después de la lucha. Todos confiaron en el Señor y en el momento oportuno les llegó su recompensa. La paz de Cristo a sus almas. Por ello, si tenemos a Cristo en nuestro corazón: adiós tristezas, adiós angustias, adiós soledad. Nada hay que temer porque Jesús está con nosotros.
Pero no lo olvides, primero hay que pasar por la hora.

Todo es posible con Él. Solo debemos ponernos en su sintonía, alineados con su Voluntad, que no es otra que la del Padre. Entonces Dios hará su obra, déjate fundir, no tengas miedo, es así como Dios esculpe las obras de arte. Y el amor, es un arte.

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Señal de que amas. Comentario del Evangelio para Matrimonios: Marcos 16,15-20

EVANGELIO
Subió al cielo y se sentó a la derecha de Dios

Conclusión del santo evangelio según san Marcos 16,15-20
En aquel tiempo, se apareció Jesús a los Once y les dijo:
– «ld al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación. El que crea y se bautice se salvará; el que se resista a creer será condenado.
A los que crean, les acompañarán estos signos: echarán demonios en mí nombre, hablarán lenguas nuevas, cogerán serpientes en sus manos y, si beben un veneno mortal, no les hará daño. Impondrán las manos a los enfermos, y quedarán sanos.»
Después de hablarles, el Señor Jesús subió al cielo y se sentó a la derecha de Dios.
Ellos se fueron a pregonar el Evangelio por todas partes, y el Señor cooperaba confirmando la palabra con las señales que los acompañaban.

Palabra del Señor.

Señal de que amas.
(Nota: Se hace uso genérico del masculino para designar la clase sin distinción de sexos.)

Jesús hoy nos da dos claves importantes con este Evangelio: Creer=experiencia=seguimiento de Cristo. Y las señales: que nos deben acompañar a los que hemos creído.

Creer: La fe en Jesús, pasa por el anuncio de la fe de las personas que dan testimonio de Él. Es necesario tener un corazón abierto y no endurecerlo para recibirla. La fe es un don que se entrega a todos, y en el matrimonio, llamados a ser uno, no es común que lo reciban los dos por igual o/y coincidiendo en el tiempo. Por tanto, es normal que uno lo reciba antes que el otro y esto requerirá de un esfuerzo de ambos. El uno (que suele ser ella) la paciencia de esperar a su esposo, y el otro (suele ser él) debe estar abierto a recibir el don de la fe de manos de su esposa.

Y después, ¿Cómo lo administramos? Es importante la coherencia del anuncio con las obras. Muchos hijos no han creído por la falta de coherencia de sus padres que no han respondido a la fe siendo fieles a su vocación de ser uno.

Jesús envía a sus apóstoles a proclamar la buena noticia. A los que crean les acompañarán ciertos signos.
San Juan Pablo II nos dice en sus catequesis que “en cada una de estas uniones (entre los esposos) se renueva, en cierto modo, el misterio de la creación en toda su profundidad originaria y fuerza vital.” ¡Impresionante!. Se renueva el misterio de la creación!! Semejante a como se renueva en la Eucaristía el misterio de la salvación. A los que creamos que nuestra unión conyugal tiene esa fuerza y decidamos vivirla con esa profundidad, nos acompañarán ciertos signos en el matrimonio (Señal de que amas):

– Expulsar demonios: es luchar contra el poder del mal que mata la vida como tentaciones, perezas, distracciones, egoísmos, pecados graves… Hay muchos matrimonios y familias que sus vidas cambian, pasa a ser mejor por haber empezado a vivir la buena nueva de la presencia de Dios en su vida y de tener a Cristo como cabeza y centro de su familia.
– Hablar lenguas nuevas: es comenzar a comunicarse con el esposo de forma nueva, con el lenguaje del amor. Eso se nota en todo, en la manera de dirigirse, con paciencia, comprensión…
– Vencer el veneno: hay muchas cosas que envenenan la convivencia como los celos, lucha de poderes.. También en el exterior de nuestro hogar, como las críticas, injurias, magnificar sucesos… Quien vive la presencia de Dios, vive por encima de todo esto simplificando y dando importancia a lo que lo tiene: que venza el amor y consigue que éste veneno terrible no moleste y hiera terminando por matar.
– Curar a los enfermos: el que ha sido su corazón sanado por Jesús, sabe dar de la misma medicina a quien la quiera acoger y creer, entonces también es sanado.

Porque nuestra unión conyugal redimida por Cristo, la unión de nuestros cuerpos, nuestros corazones y nuestras almas en la oración, tendrá la “fuerza vital” del principio: Será más fuerte que la muerte.

Alabad al Señor, todas las naciones, aclamadlo, todos los pueblos.

Tal como pide el Papa que hagamos a diario, oramos por el sínodo de la familia:
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