Archivo por meses: febrero 2015

Consigue tu paz y reparte Su amor. Comentario del Evangelio para Matrimonios: Lucas 10, 1-9

EVANGELIO
La mies es abundante y los obreros pocos

Lectura del santo evangelio según san Lucas 10, 1-9
En aquel tiempo, designó el Señor otros setenta y dos y los mandó por delante, de dos en dos, a todos los pueblos y lugares adonde pensaba ir él. Y les decía:
-«La mies es abundante y los obreros pocos; rogad, pues, al dueño de la mies que mande obreros a su mies.
¡Poneos en camino! Mirad que os mando como corderos en medio de lobos. No llevéis talega, ni alforja, ni sandalias; y no os detengáis a saludar a nadie por el camino.
Cuando entréis en una casa, decid primero: «Paz a esta casa». Y si allí hay gente de paz, descansará sobre ellos vuestra paz; si no, volverá a vosotros.
Quedaos en la misma casa, comed y bebed de lo que tengan, porque el obrero merece su salario.
No andéis cambiando de casa. Si entráis en un pueblo y os reciben bien, comed lo que os pongan, curad a los enfermos que haya, y decid: «Está cerca de vosotros el reino de Dios.»»

Palabra del Señor.

 

Consigue tu paz y reparte Su amor.

Hoy Señor, inflamas nuestros corazones y nos envías a este Proyecto de Amor. Un proyecto misionero de María para el matrimonio y la familia. Nos envías de dos en dos: Los esposos. Para que llevemos tu paz y anunciemos que Tu Reino está cerca. Está tan cerca que podemos empezar a vivirlo ya aquí. ¡Es real! Estás muy vivo y te experimentamos constantemente entre nosotros.

Nos envías a llevar la misma paz que le trajiste a los apóstoles después de Tu resurrección. Una paz que solo puede vivirse cuando te has entregado (como Tú en la cruz), por amor, unidos a Ti. Una paz que se experimenta estando en intimidad contigo y con las llagas en las manos de trabajar y en los pies, de caminar y servir a nuestros esposos (genérico) y nuestra familia, pero sobre todo, la llaga del costado, la del corazón. La de abrir mi interior, la de no dejarse llevar por las emociones, la de entregar el corazón en lugar de protegerlo… Las llagas de habernos entregado al esposo/a.

Nos mandas de dos en dos, para ser luz y con el anuncio, demos testimonio de comunión. Uno solo no puede. En aquel tiempo la gente al veros exclamaban: mirad cómo se Aman. Pues así tiene que suceder hoy en el matrimonio. Nos mandas donde piensas ir Tú, Señor. No nos cabe duda, de que no es casualidad que pongas personas en nuestro camino.

Hay tantas personas perdidas, que equivocan la ruta, otras sufriendo y otras paralizadas por la frialdad, que no se mueven ya por nada y se han hecho insensibles al amor, al verdadero amor ¡Hay tantas necesidades!

Pero difícilmente podremos repartir Su amor, si previamente no nos hemos llenado de Él. Primero tenemos que conseguir nuestra paz, siendo fieles a nuestra vocación matrimonial como hijos de Dios. Desde esa paz que da estar haciendo aquello para lo que hemos sido creados, el Espíritu irá transformando nuestro amor en el Amor de Cristo, que se desborda, que nos sobrepasa y se expande a nuestro alrededor. Es entonces cuando estaremos repartiendo Su amor, el verdadero, el que sana y expulsa demonios.

Te pedimos Padre que envíes obreros a Tu Proyecto de Amor. Matrimonios que quieran construir sobre roca y luego anunciar la verdad del amor conyugal, sobre la que se puede construir una vida…

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Imprescindible conocer al Tentador. Comentario para Matrimonios: Génesis 3, 1-8

Viernes de la quinta semana de Tiempo Ordinario.
PRIMERA LECTURA
Seréis como Dios en el conocimiento del bien y el mal.

Lectura del Génesis 3, 1-8
La serpiente era el más astuto de los animales del campo que el Señor Dios había hecho. Y dijo a la mujer:
-“¿Cómo es que os ha dicho Dios que no comáis de ningún árbol del jardín?”
La mujer respondió a la serpiente:
-“Podemos comer los frutos de los árboles del jardín; solamente del fruto del árbol que está en mitad del jardín nos ha dicho Dios: “No comáis de él ni lo toquéis, bajo pena de muerte.”
La serpiente replicó a la mujer:
-“No moriréis. Bien sabe Dios que cuando comáis de él se os abrirán los ojos y seréis como Dios en el conocimiento del bien y el mal.”
La mujer vio que el árbol era apetitoso, atrayente y deseable, porque daba inteligencias; tomó del fruto, comió y ofreció a su marido, el cual comió.
Entonces se le abrieron los ojos a los dos y se dieron cuenta de que estaban desnudos; entrelazaron hojas de higuera y se las ciñeron.
Oyeron al señor que pasaba por el jardín a la hora de la brisa; el hombre y su mujer se escondieron de la vista del Señor Dios entre los árboles del jardín.

Palabra de Dios.

Imprescindible conocer al Tentador.

Vemos hoy cómo el hombre pasa del estado de inocencia al de naturaleza caída por el pecado. Contemplamos el proceso para conocer más de cerca al que puede hacernos caer en la desgracia de la ruptura con el amor.

El Tentador, representado por la serpiente, exagera lo que le falta al hombre. Todo le estaba permitido, pero su alianza con Dios se basaba en que no podría comer de uno de los árboles, el de la “ciencia del bien y del mal”. Observamos que el Tentador, se dirige a Eva y exagera lo que le falta diciéndole “¿Cómo es que os ha dicho Dios que no comáis de ningún árbol del jardín?”. Le habla de “todos” cuando bien sabía que no podían comer de uno sólo.

La respuesta de Eva, denota que ya ha caído en la tentación. Ella también exagera (aunque menos). Ella habla de la prohibición sobre “árbol que está en medio del jardín”. Éste “estar en medio” se quiere referir al árbol más importante del jardín. Si leemos los versículos del Génesis anteriores a éste, comprobaremos que el árbol que estaba en el centro del jardín era el árbol de la Vida, y no el de “la ciencia del bien y del mal”, que era el árbol prohibido. Por tanto, Eva cae en la tentación exagerando la prohibición, como si Dios no les permitiese comer del principal árbol del jardín. Observamos aquí una diferencia constatable por la experiencia, entre los deseos por las cosas de Dios y los deseos contrarios a Él. Como un “quiérete tú que Dios no te va a querer”.

Llevándolo a la vida, observamos que estamos demasiado pendientes de lo que nos falta, en lugar de valorar lo mucho que tenemos. Somos la generación más acomodada de la historia de la humanidad, y la generación que más necesidades tiene. El Tentador consigue hacernos desear lo mucho que nos falta. Consigue hacernos creer que Dios no nos quiere lo suficiente y tenemos que ocuparnos nosotros mismos de nuestra felicidad. De igual manera, ocurre en el matrimonio. Cuando Dios ha creado un esposo “para” nosotros, es decir, hecho a medida, el mejor don que nos podía haber entregado después de su Hijo, y nosotros no paramos de engrandecer sus carencias y sentir la necesidad de más. Que nos dé más, que sea más atento, que cambie esto o aquello…

El siguiente paso del Tentador, es prometer una plenitud falsa. Convence a Eva de que adquirirá más inteligencia, y será como Dios. Llevado a nuestra vida, ¿No es verdad que caemos por el deseo de ser más felices? ¿No es verdad que tendemos a pensar que cuando cambie esto o aquello o tengamos no sé qué, vamos a ser más felices?. Lo mismo hacemos con nuestro esposo: ¿No es verdad que creemos que si cambiara en esto o en aquello seríamos más felices?. Es un engaño del Tentador: La verdad no está ahí. ¿Qué necesitamos para amar? ¿Qué necesitó Cristo para entregarse? ¿Una Iglesia perfecta?.

Somos libres de elegir, pero no podemos evitar las consecuencias que conllevan nuestras elecciones, y éstas llegan. Adán y Eva se alejan del amor. Pierden dones que Dios les había dado. Están temerosos del mundo que les rodea. Necesitan protegerse… entra la concupiscencia. Las consecuencias para nosotros, también llegan. No alcanzamos la felicidad cuando conseguimos aquello que nos ofrece el Tentador, sino al contrario. Cada vez crecen nuestros miedos, ansiedad, depresiones, tristeza, falta de paz. La culpa siempre será del otro, claro está, porque ni siquiera queremos asumir nuestra responsabilidad.

Afortunadamente, Dios, que es todo amor y nos ama infinitamente, re-crea todas las cosas en su Hijo. Acudamos a Él que lo hará todo nuevo y llevará a la plenitud los dones que Dios nos dio al principio.

Continuará…

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Como Dios lo creó. Comentario para Matrimonios: Génesis 2, 18-25

Lectura del libro del Génesis 2, 18-25
El Señor Dios se dijo:
-“No está bien que el hombre esté solo; voy a hacerle alguien como él que le ayude.”
Entonces el Señor Dios modeló de arcilla todas las bestias del campo y todos los pájaros del cielo y se los presentó al hombre, para ver que nombre les ponía. Y cada ser vivo llevaría el nombre que el hombre le pusiera.
Así, el hombre puso nombre a todos los animales domésticos, a los pájaros del cielo y a las bestias del campo; pero no encontraba ninguno como él que lo ayudase.
Entonces el Señor Dios dejó caer sobre el hombre un letargo, y el hombre se durmió. Le sacó una costilla y le cerró el sitio con carne.
Y el Señor Dios trabajó la costilla que le había sacado al hombre, haciendo una mujer, y se la presentó al hombre.
El hombre dijo:
– “¡Ésta sí que es hueso de mis huesos y carne de mi carne!
Su nombre será Mujer, porque ha salido del hombre.
Por eso abandonará el hombre a su padre y a su madre, se unirá a su mujer y serán los dos una sola carne.
Los dos estaban desnudos, el hombre y su mujer, pero no sentían vergüenza uno de otro.

Palabra de Dios.

COmo Dios lo creó.

(Nota: En este texto se habla de “esposo”, referido a ambos, hombre y mujer, para facilitar la lectura)

Hoy comentaremos la primera lectura, que tiene muchas implicaciones para nuestro matrimonio. Es muy importante, porque nos abre una ventana al estado originario de la relación hombre-mujer, antes del pecado. Es decir, que nos muestra el matrimonio como Dios lo pensó.

El hombre vive lo que San Juan Pablo II llama la “soledad originaria”. Toma plena conciencia de que ha sido creado por Dios a su imagen, y necesita entregarse como Él, a otra persona igual a él, a imagen de las 3 personas de la Santísima Trinidad.

Es Dios quien dice que no es bueno que el hombre este solo. Y es Él quien se refiere a la mujer como una ayuda para el hombre, una igual al hombre (San Juan Pablo II extenderá esta expresión como válida también para el hombre hacia la mujer. Unido a que nos enseña que hemos sido creados el uno para el otro, individualmente, se llega a la conclusión de que mi esposo ha sido creado, tal como es, como una ayuda adecuada para mí).

El hombre vive la experiencia de poner nombre a todas las criaturas de la tierra, simbolizando su dominio sobre ellas, pero entre ellas no encuentra un igual al que amar. Y esto no es bueno. Al hombre le falta lo más importante en su vida, sin lo que no podrá vivir la plenitud de su existencia. Le falta una mujer. El hombre vive por tanto esa necesidad en lo más profundo de su ser.

Dios hace caer a Adán en lo que San Juan Pablo II llama: devolverle a la no existencia. Es decir, recrea al hombre pero esta vez como hombre y mujer (Será un anticipo de lo que ocurrirá con la muerte de Cristo Esposo, el nuevo Adán, que resucita como Esposo de la Iglesia). El hombre vive, como dice San Juan Pablo, la experiencia de mayor alegría que jamás haya existido, en ese encuentro con la que considera “hueso de mis huesos y carne de mi carne”. El hombre sabe valorar el don tan enorme que Dios le ha entregado. Un igual al que poder amar.

Por eso, porque el hombre sabe reconocer el valor de su mujer y viceversa, ambos dejan a su padre y a su madre, lo dejan todo para convertirse en una sola carne. Todo cobra sentido. El hombre ha encontrado el motivo de su existencia: Entregarse a su mujer y formar uno solo a imagen de Dios.

El primer hombre y la primera mujer, se miraban con la mirada pura que les permitía su estado de inocencia originaria. No sabían mirarse egoístamente. Veían mutuamente un don increíblemente hermoso de Dios, con una dignidad inmensa, y no veían más que la posibilidad de ser uno. Por ello, no sentían vergüenza. No necesitaban protegerse el uno del otro. Se mostraban totalmente, tal como eran, sin ocultar nada ni sentir vergüenza.

Contemplemos cómo era el matrimonio al principio. Cristo rompe la frontera entre el antes y el después del pecado, y nos invita a volver al plan de Dios para el matrimonio. Es a lo que estamos llamados.

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Una mancha en la mirada. Comentario del Evangelio para Matrimonios: Marcos 7, 14-23

EVANGELIO
Lo que sale de dentro es lo que hace impuro al hombre

Lectura del santo evangelio según san Marcos 7, 14-23
En aquel tiempo, llamó. Jesús de nuevo a la gente y les dijo:
-«Escuchad y entended todos: Nada que entre de fuera puede hacer al hombre impuro; lo que sale de dentro es lo que hace impuro al hombre. El que tenga oídos para oír, que oiga.»
Cuando dejó a la gente y entró en casa, le pidieron sus discípulos que les explicara la parábola. Él les dijo:
-«¿Tan torpes sois también vosotros? ¿No comprendéis? Nada que entre de fuera puede hacer impuro al hombre, porque no entra en el corazón, sino en el vientre, y se echa en la letrina.»
Con esto declaraba puros todos los alimentos. Y siguió:
-«Lo que sale de dentro, eso sí mancha al hombre. Porque de dentro, del corazón del hombre, salen los malos propósitos, las fornicaciones, robos, homicidios, adulterios, codicias, injusticias, fraudes, desenfreno, envidia, difamación, orgullo, frivolidad. Todas esas maldades salen de dentro y hacen al hombre impuro.»

Palabra del Señor.

Un mancha en la mirada.

“Más allá de la cuestión inmediata relativa a los alimentos, podemos ver en la reacción de los fariseos una tentación permanente del hombre: la de identificar el origen del mal en una causa exterior. Muchas de las ideologías modernas tienen, si nos fijamos bien, este presupuesto: dado que la injusticia viene «de fuera», para que reine la justicia es suficiente con eliminar las causas exteriores que impiden su puesta en práctica. Esta manera de pensar -advierte Jesús- es ingenua y miope. La injusticia, fruto del mal, no tiene raíces exclusivamente externas; tiene su origen en el corazón humano, donde se encuentra el germen de una misteriosa convivencia con el mal. Lo reconoce amargamente el salmista: «Mira, en la culpa nací, pecador me concibió mi madre». Sí, el hombre es frágil a causa de un impulso profundo, que lo mortifica en la capacidad de entrar en comunión con el prójimo. Abierto por naturaleza al libre flujo del compartir, siente dentro de sí una extraña fuerza de gravedad que lo lleva a replegarse en sí mismo, a imponerse por encima de los demás y contra ellos: es el egoísmo, consecuencia de la culpa original.” (Benedicto XVI, 30 de octubre de 2009).

Los esposos también nos echamos la culpa mutuamente, como si lo que el otro hiciese fuera motivo para mirarle mal o devolver mal por mal. Es el pecado el que nos hace mirarnos mal. Cuando Adán y Eva rompieron la alianza con Dios lo primero que hicieron fue buscar la culpa fuera de ellos. Adán le echa la culpa a Eva “La mujer que mediste me diste por compañera, me dio del árbol y comí”. Pero Jesús hoy nos dice que nada malo entra de fuera sino que la maldad sale de nuestro corazón.

Solemos decir, que un signo de que nos estamos desviando del camino, es cuando nos fijamos en los defectos de nuestro esposo y se los reprochamos. Eso significa que lo/la miramos con nuestra mirada humana y no como Cristo lo/la mira. Como expresa San Juan Pablo II refiriéndose a la mirada del hombre y la mujer en el estado de inocencia originaria, antes del pecado: ‘una dimensión interior de participación en la visión del mismo Creador, de esa visión de la que habla varias veces la narración del capítulo primero: «Y vio Dios ser muy bueno cuanto había hecho»’.

Son por tanto las tinieblas del pecado, las que nos impiden ver a nuestro esposo como algo muy bueno, tal como Dios lo/la creó.

Ocupémonos de estar en gracia, mediante el Sacramento de la Confesión y la Eucaristía, y pidámosle a Dios que nos revele la belleza de nuestro esposo.

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Aferrados a nuestras leyes o liberados por el amor. Comentario del Evangelio para Matrimonios: Marcos 7, 1-13

EVANGELIO
Dejáis a un lado el mandamiento de Dios para aferraros a la tradición de los hombres

Lectura del santo evangelio según san Marcos 7, 1-13
En aquel tiempo, se acercó a Jesús un grupo de fariseos con algunos escribas de Jerusalén, y vieron que algunos discípulos comían con manos impuras, es decir, sin lavarse las manos.
(Los fariseos, como los demás judíos, no comen sin lavarse antes las manos, restregando bien, aferrándose a la tradición de sus mayores, y, al volver de la plaza, no comen sin lavarse antes, y se aferran a otras muchas tradiciones, de lavar vasos, jarras y ollas.)
Según eso, los fariseos y los escribas preguntaron a Jesús: -«¿Por qué comen tus discípulos con manos impuras y no siguen la tradición de los mayores?»
Él les contestó: – «Bien profetizó Isaías de vosotros, hipócritas, como está escrito: «Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí. El culto que me dan está vacío, porque la doctrina que enseñan son preceptos humanos.» Dejáis a un lado el mandamiento de Dios para aferraros a la tradición de los hombres.»
Y añadió: -«Anuláis el mandamiento de Dios por mantener vuestra tradición. Moisés dijo: «Honra a tu padre y a tu madre» y «el que maldiga a su padre o a su madre tiene pena de muerte»; en cambio, vosotros decís: Si uno le dice a su padre o a su madre: «Los bienes con que podría ayudarte los ofrezco al templo», ya no le permitís hacer nada por su padre o por su madre, invalidando la palabra de Dios con esa tradición que os trasmitís; y como éstas hacéis muchas.»

Palabra del Señor.

Aferrados a nuestras leyes o liberados por el amor.

Dos frases llaman la atención en este Evangelio:
“Aferrándose a la tradición”
“El culto que me dan está vacío, porque la doctrina que enseñan son preceptos humanos”

¿Habéis observado a cuántas “leyes” o preceptos humanos nos aferramos? Lo peor es que, con ellas, sustituimos la única ley verdadera, la ley de Dios, que es el amor. La puntualidad es buena, hasta que rompemos la comunión porque uno de los dos se retrasa. El orden es bueno, hasta que dejamos de pasear juntos porque hay que ordenar. Y así, podríamos añadir cientos de leyes relacionadas con la alimentación sana, la educación de los hijos más o menos severa, si cerramos las puertas de las habitaciones o las dejamos abiertas, si hay que sacar la basura justo en este momento o no, si colocamos las llaves en el mismo sitio, etc.

Si nos ponemos a revisar a cuántas leyes nos aferramos y ponemos por encima del mandamiento del amor, nos quedaríamos asustados. Y no nos extrañaría nada si acabáramos muy convencidos con un “y no tengo tiempo para rezar”. Todo lo hemos recibido de Dios, también el tiempo, y Dios no puede haberse equivocado en el número de horas que debe tener un día.

Nos aferramos a un montón de leyes que traemos de nuestras familias de origen e incorporamos un gran número de ellas de nuestra cosecha. Pero si no queda tiempo para el amor, a Dios, entre los esposos y a nuestros hijos, nos merecemos un enorme “hipócritas” como el que Jesús le dedica a los Fariseos para ver si los hacía reaccionar.

“Anuláis el mandamiento de Dios”, eso es lo que hacemos y… claro, en nuestra vida falta amor. Nos falta alegría, estabilidad, paz interior.

Y para colmo, somos un escándalo para nuestros hijos “invalidando la palabra de Dios con esa tradición que os transmitís”, porque a nuestros hijos les transmitimos de todo menos que lo primero es el amor a Dios, que a Él le amamos amándonos mutuamente como esposos y desde ahí nos entregamos a ellos, todo a imagen de Dios.

Y esto es justamente lo que aparece hoy en la primera lectura: El Dios Trinitario dice “Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza” (Gn 1, 26), creados para ser Su imagen en nuestra relación, de ahí el plural “hagamos”: (San Juan Pablo II Catequesis 14/11/79) ‘podemos deducir que el hombre se ha convertido en «imagen y semejanza» de Dios no sólo a través de la propia humanidad, sino también a través de la comunión de las personas, que el hombre y la mujer forman desde el comienzo. La función de la imagen es la de reflejar a quien es el modelo, reproducir el prototipo propio.’

Esposos, hemos sido llamados a algo ¡Grande! A una vocación preciosa inabarcable para nosotros ni siquiera en nuestra imaginación. Vivámosla en plenitud. Es Su plan, el que pensó para nosotros Aquel que nos ama infinitamente.

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