Archivo por días: 14 enero, 2015

Grítalo a los cuatro vientos. Comentario del Evangelio para Matrimonios: Marcos 1, 40-45

EVANGELIO
La lepra se la quitó y quedó limpio

Lectura del santo evangelio según san Marcos 1, 40-45
En aquel tiempo, se acercó a Jesús un leproso, suplicándole de rodillas:
-«Si quieres, puedes limpiarme.»
Sintiendo lástima, extendió la mano y lo tocó, diciendo:
-«Quiero: queda limpio.»
La lepra se le quitó inmediatamente, y quedó limpio.
Él lo despidió, encargándole severamente:
-«No se lo digas a nadie; pero, para que conste, ve a presentarte al sacerdote y ofrece por tu, purificación lo que mandó Moisés.»
Pero, cuando se fue, empezó a divulgar el hecho con grandes ponderaciones, de modo que Jesús ya no podía entrar abiertamente en ningún pueblo; se quedaba fuera, en descampado; y aun así acudían a él de todas partes.

Palabra del Señor.

Grítalo a los cuatro vientos.

Cuando uno/a se enamora, no puede evitar gritarlo a los 4 vientos. Las calles están llenas de pintadas con corazones y declaraciones de amor eterno.
Pero cuando pasan unos cuantos años de matrimonio, es al revés. A la gente le cuesta manifestar su amor a su esposo/a públicamente. Probadlo: en una reunión de matrimonios que lleven más de 5 años casados, pedidles que, en público, se miren a los ojos y se digan que se aman. ¿Les costará? ¿Sentirán incluso vergüenza?. A lo mejor no tenemos ni que probarlo con otros…

¿Qué ha pasado desde que nos enamoramos? Seguramente nos habremos decepcionado de nuestro amor o nos hemos decepcionado mutuamente y hemos dejado de ser una prioridad el uno para el otro.

Observemos cómo enamora Cristo:
– Vemos que se le acerca un leproso, pecador impuro. En aquella época, los leprosos tenían prohibido acercarse a cualquiera, por motivo de su impureza. ¿Por qué se acerca a Cristo? Porque sabía que lo acogería.
– Pero Jesús, en su sobreabundancia, demuestra una ternura especial en su acogida, tocándole. Esto significaba quedar impuro inmediatamente a los ojos de todos. Pero Él da prioridad a demostrar su cariño hacia aquél hombre.
– El leproso se sintió amado y curado, y no pudo evitar gritarlo a pesar de que Jesús le había ordenado no hacerlo.

Aplicando esta enseñanza a nuestra relación conyugal: Puede que nos haya decepcionado que no hemos sido capaces de acogernos en nuestras debilidades, en nuestro pecado. Puede incluso que nos hayamos dejado contagiar por el pecado del esposo/a por no acogerle.

Jesús nos enseña que no es la impureza la que nos separa, sino la falta de misericordia. Si Tú Señor que eres puro acoges con tanto cariño, ¿Por qué a nosotros que no somos puros nos cuesta acoger a nuestro esposo/a cuando peca?.

Hoy en día hacen falta matrimonios que griten a los 4 vientos el amor que sienten por su esposo/a. Es normal que nos hayamos decepcionado mutuamente. Al fin y al cabo, ambos teníamos sed de un amor infinito, que no hemos encontrado en nuestra relación.

Es el momento de acercarnos a Jesús y suplicarle juntos de rodillas: Señor, si quieres puedes limpiar nuestro matrimonio. El Señor quiere, se comprometió con nosotros el día de nuestra boda, y como dice la primera lectura “somos partícipes de Cristo, si conservamos firme hasta el final la actitud del principio”, ese principio del que nos habla Jesús cuando dijo: “Por la dureza de vuestro corazón os permitió Moisés repudiar a vuestras mujeres, pero al principio no fue así» (Mt 19,3 ss; cf. Mc 10,2 ss)”. Sólo Él nos puede llevar a aquel estado.

Rezamos un Ave María por todos los matrimonios, para los que su esposo/a ha dejado de ser una prioridad.

Oramos por el sínodo de la familia:
http://proyectoamorconyugal.wordpress.com/2014/09/30/oracion-a-la-santa-familia/

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Porque se lo merece. Lectura del santo evangelio según san Marcos 1, 29-39

EVANGELIO
Curó a muchos enfermos de diversos males

Lectura del santo evangelio según san Marcos 1, 29-39
En aquel tiempo, al salir Jesús de la sinagoga, fue con Santiago y Juan a casa de Simón y Andrés. La suegra de Simón estaba en cama con fiebre, y se lo dijeron. Jesús se acercó, la cogió de la mano y la levantó. Se le pasó la fiebre y se puso a servirles. Al anochecer, cuando se puso el sol, le llevaron todos los enfermos y endemoniados. La población entera se agolpaba a la puerta. Curó a muchos enfermos de diversos males y expulsó muchos demonios; y como los demonios lo conocían, no les permitía hablar.
Se levantó de madrugada, se marchó al descampado y allí se puso a orar. Simón y sus compañeros fueron y, al encontrarlo, le dijeron:
-«Todo el mundo te busca.»
Él les respondió:
-«Vámonos a otra parte, a las aldeas cercanas, para predicar también allí; que para eso he salido.»
Así recorrió toda Galilea, predicando en las sinagogas y expulsando los demonios

Palabra del Señor.

Porque se lo merece.

El Evangelio de hoy nos muestra el final de un día en la vida cotidiana de Jesús. Cuando se retira a descansar a casa de Pedro, se encuentra con la suegra enferma y no puede evitar curarla. De noche, seguramente exhausto, dedica todo su tiempo a curar a aquellos hombres y mujeres que se agolpaban en la puerta. Jesús reconoce la enorme dignidad de cada uno de ellos y no puede dejar de servirles para aliviar sus padecimientos.

Dios se hizo hombre para servir y nosotros nos convertimos en esposos para servir. Tanto es así que en el Catecismo de la Iglesia Católica, el Sacramento del Matrimonio está contenido en el apartado denominado «Los sacramentos al servicio de la comunidad».

Lo que nos impide volcarnos en ese servicio, son los deseos desordenados fruto del pecado. La llamada “concupiscencia” es la búsqueda de la autosatisfacción en lugar de la autodonación, y puede ser de tres tipos (según 1Jn 2,16): La concupiscencia del cuerpo, de los ojos y la soberbia de la vida (o el jactarse de la buena vida, tal como aparece en otras traducciones).

Referido a una de ellas, la concupiscencia de los ojos, dice San Juan Pablo II (Catequesis del amor humano del 22 de octubre de 1980):
‘En efecto, el mal de la «concupiscencia»… hace, que el objeto al que se dirige constituya para el sujeto humano un «valor no bastante apreciado». … se puede y se debe entender como «desvalorización», o sea, empobrecimiento de un valor auténtico, como privación intencional de esa dignidad…’

De igual manera, la concupiscencia denominada “soberbia de la vida” (o jactarse de la buena vida), impide la entrega en el servicio al esposo/a, porque se le da un “valor no bastante apreciado”. Se le “desvaloriza”, como privación intencional de su dignidad. Al restarle valor al esposo/a, parece que deja de merecerse ser servido con la intensidad que lo hace Cristo.

Por tanto, debo pedirle al Señor que me revele la enorme dignidad de mi esposo/a como “imagen de Dios”, para que me mueva a servirle como se merece, como Él lo haría. Hoy Jesús coge nuestra mano, como hizo con la de la suegra de Simón, y nos levanta para quitarnos la fiebre que nos impide servirnos.

Oramos por el sínodo de la familia:
http://proyectoamorconyugal.wordpress.com/2014/09/30/oracion-a-la-santa-familia/

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