Archivo por meses: mayo 2014

Comentario del Evangelio para Matrimonios Jn 13, 16-20

Compartimos una dignidad con Jesús, somos hijos en el Hijo.

Y estamos llamados a algo mucho más grande que nosotros mismos. A amarnos con el mismo amor de Cristo y por tanto con el mismo amor del Creador que nos hizo. Un signo de que esto es así, es la fecundidad. Es una prueba que demuestra que podemos ser co-creadores con el Padre, porque Él está presente. ¿Quién no ha percibido claramente que tener un hijo es un verdadero milagro?.

El que recibe a mi enviado me recibe a mí; y el que a mí me recibe, recibe al que me ha enviado. Esta es la unión de la que tenemos que ser fiel imagen en nuestro matrimonio y a la que tenemos que tender para ser más semejantes.

Todos los dones que hemos recibido de Dios, tienen un objetivo: La comunión de personas, como contraposición a la competitividad, el individualismo o el respeto como paradigma del “te dejo en paz para que me dejes tú a mí”. Cristo nos habla de otro tipo de relación. Una en la que el criado no es más que su amo: “Jesús acabó de lavar los pies a sus discípulos, (y) les dijo: …dichosos vosotros si lo ponéis en práctica”. Era ni más ni menos que un acto de servicio que hacían los esclavos a los invitados de su señor. ¡Menudo gesto nos deja Jesús en herencia!. ¿Cuánta distancia hay entre esto y el trato que se dan los esposos hoy en día?

Lavemos los pies de nuestro/a esposo/a para alcanzar la dicha. Como dijo el Papa Francisco: “Así Jesús lo quiso de nosotros”.

Oramos con el Salmo: Cantaré eternamente las misericordias del Señor, anunciaré tu fidelidad por todas las edades.

Comentario del Evangelio para Matrimonios Jn 15, 9-17

El qué y el cómo.

Como el Padre me ha amado, así os he amado yo”. Jesús nos ha amado y nos ama como el Padre manifestó su amor hacia Él en el Bautismo: “Tú eres mi Hijo Amado, en quien me complazco”.

Así es su amor por nosotros y así debe ser nuestro amor entre los esposos. ¿Me complazco en mi esposo/a? ¿Me preocupo cada día de verle satisfecho/a y alegre?
Sería un buen momento para detenernos y pensar si sé lo que le hace feliz y si estoy contribuyendo a su felicidad, pues lo que le hacemos a nuestro esposo, a Dios se lo hacemos. ¿Creo que Dios se complace también en nuestro matrimonio?.

También Jesús nos dice en este Evangelio: “permaneced en mi amor”, es decir, no os separéis de esta realidad en vosotros, de este inmenso amor que nos habita desde siempre y se encarnó el día de nuestra boda en nuestro matrimonio. ¿Cómo hacer que permanezca? Guardando los mandamientos. Y Jesús los resumió en: “amaos como yo os he amado”. Si amo a mi esposo (en genérico) como Cristo, permanezco en su amor, y mi alegría llegará a su plenitud.

Y si no es así, como decía San Pablo, aunque hable como los ángeles, conozca todos los secretos y el saber, tenga fe como para mover montañas, reparta en limosnas todo lo que tengo y aun dejarme quemar vivo… , Si no permanezco en el Amor de Dios y me complazco en mi esposo/a, todo lo que haga, de nada sirve. Estaré triste, depresivo…
Estamos llamados a vivir aquí desde nuestra llamada, un amor de comunión y Jesús nos ha elegido para vivirlo en plenitud.

Y nos muestra el camino: la donación: “nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos” Así Amó el Padre, dando lo más preciado de sí mismo, lo mas íntimo y profundo de sus entrañas, a su Hijo Amado por nosotros. Y su Hijo lo expresó en la carne sobre la Cruz, todo lo entregó: sus vestiduras, su Sangre…

Todo se lo entrego a mi esposo, todo y juntos todo se lo entregamos a nuestros hijos por su salvación, mostrándoles en nuestra carne el amor de esposos, de una vida que ama entregándose, así les enseñamos a amar: Amándonos. Así nos lo enseñó Dios.

Rezamos con el Salmo: (El Señor) Levanta del polvo al desvalido, alza de la basura al pobre, para sentarlo con los príncipes, los príncipes de su pueblo.

Comentario del Evangelio para Matrimonios Jn 10, 22-30

La misión de ser “Uno”

“Mis ovejas escuchan mi voz, y yo las conozco, y ellas me siguen, … y nadie las arrebatará de mi mano. … Yo y el Padre somos uno.”

Señor, nosotros somos tus ovejas, tú nos conoces y te seguimos. Y la pista que nos das en tu seguimiento es: “Yo y el Padre somos uno”.

(Seguimos trabajando sobre ideas presentadas en el libro “Llamados al amor, Teología del cuerpo en Juan Pablo II” de Carl A. Anderson y José Granados)

Hemos sido creados a imagen y semejanza de Dios. La imagen se refiere a la dignidad del hombre, mientras que según los Padres de la Iglesia, la semejanza mide nuestra cercanía a Dios. Por eso la semejanza crece con el tiempo.

Por tanto, la imagen no es como una fotografía, sino más bien como una obra de teatro, como un camino en que el hombre refleja la imagen de Dios. ¿Cuál es ese camino?. En primer lugar, reconocer la filiación divina, pero eso no es suficiente. Tenemos que escuchar su Palabra y dar fruto. San Juan Pablo II lo dice en Mulieris Dignitatem: “Esta semejanza es una cualidad del ser personal… y es también una llamada y una tarea”.

¿La tarea? En la comunión de personas es como la imagen de Dios llega a su plenitud. Y el matrimonio es la forma de comunión a la que estamos llamados desde nuestra vocación. El matrimonio es el camino que nos lleva a Él.

Hoy terminamos con un rosario a Nuestra Señora de Fátima, Patrona de este proyecto misionero de amor, para matrimonios. Ella nos guía en este itinerario de fe y formación.
María, Reina de la Familia, ruega por nosotros.

Comentario del Evangelio para matrimonios Jn 10, 11-18

«Por esto me ama el Padre, porque yo entrego mi vida para poder recuperarla».

Es contundente el argumento de Jesús: El buen pastor da la vida por las ovejas. No tenemos más que discutir sobre otras ideologías que surgen en torno al matrimonio. Lo que sabemos es que ellos no han muerto por nosotros (más bien al contrario, quitan derechos a las familias), y Cristo sí.

Lo decía Teófilacto: “De aquí puedes deducir y conocer la diferencia entre el asalariado y el pastor; pues el asalariado no conoce a las ovejas porque las visita raras veces; mas el pastor conoce sus propias ovejas por la solicitud y cuidado que tiene por ellas”. Puede darnos alguna pista sobre cómo debe ser nuestro modelo de evangelización.

Pero hoy nos paramos en otra frase del Evangelio: “Por esto me ama el Padre, porque yo entrego mi vida para poder recuperarla”. Y ¿Qué es el matrimonio sino esto?.
También San Gregorio comenta: “Como si dijera claramente: …que pongo mi vida por mis ovejas, esto es, esa misma caridad con que muero por mis ovejas es un testimonio del amor con que amo al Padre.” Traducido a nosotros, ese mismo amor con que nos entregamos mutuamente como esposos, es un testimonio del amor con que amamos al Padre.

Por eso, en cierta ocasión el Sr. Obispo de Málaga nos ponía una presentación donde decía “Quien dice que ama a Dios y no ama a su esposo/a, miente.”

Rezamos con el salmo: Que yo me acerque al altar de Dios, al Dios de mi alegría; que te dé gracias al son de la cítara, Dios, Dios mío.

Comentario del Evangelio para Matrimonios: Jn 10, 1-10

Cualquier salida no es buena:

“Os aseguro que el que no entra por la puerta en el aprisco de las ovejas, sino que salta por otra parte, ése es ladrón y bandido”
Puestos a alimentarnos de los pastos del amor, los del Padre son los auténticos, y Jesús es el buen pastor que nos dirige hacia ellos.

Hoy celebramos la Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones. Esto incluye la nuestra. Todas son vocaciones al amor y hay una puerta que nos lleva a ellas. Sólo hay una por la que Jesús nos saca de nosotros mismos.

Lo primero es reconocer el don de Dios en mí mismo. Decía San Irineo: “En el principio Dios creó al hombre para tener a alguien en quien depositar sus beneficios”.
Entender que yo soy una creatura, a la que Dios ama por mí mismo, y en la que Dios ha depositado sus beneficios. Eso es lo que me da la dignidad. Por tanto, lo primero es dar gracias a Dios por el don de mí mismo y por la vida que me entrega.

En segundo lugar, como vienen a decir Carl A. Anderson y José Granados en su libro Llamados al Amor, entender que mi esposo (en genérico) es un don precioso para Dios que me lo ha entregado. También yo soy un don precioso que Dios entrega a mi esposo. Por tanto, el amor que compartimos, no sería verdadero amor si rechazáramos esta dimensión trascendente. Disfrutamos de la maravilla del amor humano porque nuestra relación mutua es a la vez una relación con Dios.

Esta visión de nuestra relación de amor, entendida en cualquier experiencia cotidiana, hace que la vivamos de otra manera. No es lo mismo salir del aprisco de mi soledad de la mano del Señor, que me mostrará el camino del matrimonio, que de la mano de cualquier otra ideología o costumbre por muy extendida que esté, porque a lo mejor me están robando la felicidad. “Yo soy la puerta: quien entre por mí se salvará… yo he venido para que tengan vida y la tengan abundante.”

Señor, vamos a Tu Corazón cada día. Te seguimos. Refúgianos en Él porque es el único lugar donde Tú nos tienes a salvo de las tempestades y las corrientes arrolladoras del mundo, del demonio y de la carne.
Nosotros estamos en el mundo, pero nuestro corazón está y quiere estar en el Tuyo. No nos dejes.

Oremos hoy especialmente por nuestra vocación, para que la vivamos santamente con el don de nuestro/a esposo/a como ayuda adecuada. Te pedimos Padre también, por nuestros hijos, para que elijan su vocación acompañados y guiados por el buen Pastor.