Esposos que no tienen precio.
Jesús anunciaba que «el Reino de los Cielos está cerca». Él es el anunciador del reino de Dios que se hace presente entre los hombres y mujeres. En la medida en que el bien avanza y retrocede el mal.
¿De dónde viene el mal?. S. Agustín comprende que el bien es más originario, es fuente de toda verdadera sustancia; mientras que el mal será siempre accesorio, parasitario del bien. Todo lo que el hombre ha recibido puede descifrarse, entonces, como parte de un don originario. En consecuencia, la lucha de bien y mal no se encuentra en la diferencia de materia y Espíritu, sino en el corazón humano, donde germinan virtud y vicio.
Aun así, nada está perdido. Quien vive muerto por el pecado, cuando recupera la gracia, experimenta una nueva vida, si bien, para recibir los dones del reino de Dios se necesita una buena disposición interior (en ellos se queda la paz). Por otro lado, también vemos cómo mucha gente pone excusas para no recibir el Evangelio (y pierden la paz).
“Si la casa se lo merece, la paz que le deseáis vendrá a ella”. Si no se lo merece, la paz volverá a vosotros. ¿Qué casa se merece la paz? La que quiere acoger el Amor de Dios en el don de la unión con el esposo.
Lo que habéis recibido gratis, dadlo gratis. Gratis hemos recibido el don de ser uno. ¡Pues demuéstralo gratis! sin ponerle continuamente precio. Parece que para entregarnos tenemos que esperar que se entregue primero el otro, o andamos midiendo si yo he hecho esto y te toca a ti hacer lo otro.
Oramos con el Salmo: Dios de los ejércitos, vuélvete: mira desde el cielo, fíjate, ven a visitar tu viña (nuestro hogar), la cepa que tu diestra plantó (nuestro matrimonio) y que tú hiciste vigorosa.