Archivo por meses: septiembre 2016

Un abismo entre tú y yo. Comentario del Evangelio para Matrimonios: Lucas 16, 19-31

EVANGELIO
Recibiste bienes y Lázaro males: ahora él es aquí consolado, mientras que tú eres atormentado

Lectura del santo Evangelio según san Lucas 16, 19-31
En aquel tiempo, dijo Jesús a los fariseos:
– «Había un hombre rico que se vestía de púrpura y de lino y banqueteaba cada día.
Y un mendigo llamado Lázaro estaba echado en su portal, cubierto de llagas, y con ganas de saciarse de lo que caía de la mesa del rico.
Y hasta los perros venían y le lamían las llagas.
Sucedió que se murió el mendigo, y fue llevado por los ángeles al seno de Abrahán.
Murió también el rico y fue enterrado. Y, estando en el infierno, en medio de los tormentos, levantó los ojos y vio de lejos a Abrahán, y a Lázaro en su seno, y gritando, dijo:
«Padre Abrahán, ten piedad de mí y manda a Lázaro que moje en agua la punta del dedo y me refresque la lengua, porque me torturan estas llamas».
Pero Abrahán le dijo:
«Hijo, recuerda que recibiste tus bienes en tu vida, y Lázaro, a su vez, males: por eso ahora él aquí consolado, mientras que tú eres atormentado.
Y además, entre nosotros y vosotros se abre un abismo inmenso, para que quieran cruzar desde aquí hacia vosotros no puedan hacerlo, ni tampoco pasar de ahí hasta nosotros».
Él dijo:
“Te ruego, entonces, padre, que mandes a Lázaro a casa de mi padre, pues tengo cinco hermanos: que les dé testimonio de estas cosas, no sea que también vengan ellos a este lugar de tormento».
Abrahán le dice:
«Tienen a Moisés y a los profetas: que los escuchen».
Pero él le dijo:
«No, padre Abrahán. Pero si un muerto va a ellos, se arrepentirán»
Abrahán le dijo:
«Si no escuchan a Moisés y a los profetas, no se convencerán ni aunque resucite un muerto»».

Palabra del Señor.

Nota: ProyectoAmorConyugal organiza un retiro para matrimonios y familias en Madrid, entre los días 21 y 23 de octubre. Pedimos vuestras oraciones.

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Un abismo entre tú y yo.
(Nota: Se hace uso genérico del masculino para designar la clase sin distinción de sexos.)

Entre el pobre y el rico del Evangelio de hoy, siempre ha habido un abismo. Jesús en su parábola, le da la vuelta a la tortilla, y representa en el cielo la misma escena que había en la tierra, pero al revés. Efectivamente, el rico había abierto entre él y el pobre, un abismo infranqueable en la Tierra. Tanto, que el rico ni si quiera cae en cuenta de aquel pordiosero. Es el mismo abismo infranqueable que no separa hoy día de los más pobres: Los mares, la vallas, las fronteras… nuestra ignorancia, nuestra indiferencia…

El pecado del hombre rico, no parecía “mortal”. No robó ni mató, como dicen ahora ¿no?. El pecado del rico era lo mucho que se había distanciado de su hermano. El pobre hubiera querido acceder al mundo del rico, sin embargo, no le era posible alcanzarlo.

La pregunta ahora es para los esposos: ¿Cuándo abro yo un abismo entre nosotros? ¿En qué aspectos me distancio de mi esposo o qué me distancia de él/ella? Sí, porque he sido creado para que seamos uno entre nosotros, avanzar hacia esa unidad completa que es el reino de Dios. Podríamos decir, que la distancia que abramos entre nosotros, será la que nos distanciará del paraíso. Cuanto más insensible me haga a las necesidades de mi esposo, más me habré distanciado del reino de los cielos. Es la distancia y la indiferencia ante el necesitado lo que no soporta Cristo, y yo he sido creado como la ayuda adecuada de mi esposo.

Madre:
Más que ver a mi esposo con actitud de competitividad, de quedar por encima o de resentimiento o venganza por aquello que me hizo… que le mire con compasión, que le vea como ese pobre necesitado, que a veces me suplica un poco de atención, un poco de cariño… Que no haga falta que resucite un muerto para darme cuenta de esto. Ya tengo al Señor que me lo muestra hoy claramente. Bendito sea por siempre. Amén.

Vulnerable. Comentario del Evangelio para Matrimonios: Lucas 9, 43b-45

EVANGELIO
Al Hijo del hombre lo van a entregar. Les daba miedo preguntarle sobre el asunto.

Lectura del santo Evangelio según san Lucas 9, 43b-45
En aquel tiempo, entre la admiración general por lo que hacía, Jesús dijo a sus discípulos: «Meteos bien esto en la cabeza: al Hijo del hombre lo van a entregar en manos de los hombres.»
Pero ellos no entendían este lenguaje; les resultaba tan oscuro que no cogían el sentido. Y les daba miedo preguntarle sobre el asunto.

Palabra del Señor.

Vulnerable.

En la preparación al matrimonio, nos gustaría poder transmitirles a los novios en medio de sus planes de boda, viaje de novios, etc.: Que vas a ser entregado en manos del otro. Sí, me hago vulnerable: Por mi amor a mi esposo y por mi compromiso con él/ella en el que ambos nos hemos prometido entrega total mutua, me comprometo a dar la vida por él/ella con tal de llevarle hacia Dios. Para ello, puedo unir todas mis oportunidades de sufrimiento al sufrimiento de Cristo Salvador.

Pero sabiendo esto, voy al matrimonio porque le amo y estoy dispuesto a ofrecerlo todo por él/ella. Porque el que no entrega su vida la perderá. Porque así lo hizo mi Maestro y fue entregado en manos de Su pueblo, y Su pueblo lo asesinó. Se hizo vulnerable a Su Esposa la Iglesia por amor, y por amor murió por ella. No hay amor más grande.

Tu Pasión, es puro amor, Señor. Te contemplo admirado, anonadado, lleno de tanto amor ante tanto odio y tantos desprecios. Veo cómo te desgarran el Corazón y te dejas, no te quejas, lo entregas al Padre voluntariamente, por los que te hemos traicionado. Tú conviertes la violencia en vida, mi traición a Dios en amor al Padre, porque lo das Tú por mí. ¡Oh Señor mío! ¿Qué pureza hay en ti para mirar así a quien tanto te ofende?

Y es que, si todo acabase ahí, en ser entregado en manos del otro, “no trae cuenta casarse”, como dirían los apóstoles. Pero el Señor da el ciento por uno, y cuando voy al matrimonio a entregarme, dispuesto a sufrir por amor a él/ella, puedo colaborar en su salvación con la Gracia de Dios. ¿No es una misión preciosa? ¿Para qué sirve la vida si no es para entregarla?

Madre:
Que nunca tenga miedo a colaborar con Tu Hijo en la construcción del reino de Dios en mi matrimonio y mi familia. No me importa sufrir con Él por ellos, con tal de que ellos se salven y vivan eternamente unidos a Dios. ¿Hay en la vida algo más hermoso? Glorifícanos en Ti, Señor. Amén.

Un don ¡Impresionante! Comentario del Evangelio para Matrimonios: Lucas 9, 18-22

EVANGELIO
Tú eres el Mesías de Dios. El Hijo del hombre tiene que padecer mucho

Lectura del santo Evangelio según san Lucas 9, 18-22
Una vez que Jesús estaba orando solo, lo acompañaban sus discípulos y les preguntó:
«¿Quién dice la gente que soy yo?»
Ellos contestaron:
«Unos que Juan el Bautista, otros que Elías, otros dicen que ha resucitado uno de los antiguos profetas».
Él les preguntó:
«Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?».
Pedro respondió:
«El Mesías de Dios».
Él les prohibió terminantemente decírselo a nadie. porque decía:
«El Hijo del hombre tiene que padecer mucho, ser desechado por los ancianos, sumos sacerdotes y escribas, ser ejecutado y resucitar al tercer día».

Palabra del Señor.

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Un don ¡Impresionante!
(Nota: Se hace uso genérico del masculino para designar la clase sin distinción de sexos.)

No es lo mismo conocer al Señor por lo que dice la gente que por una relación de comunión con Él.
Él es la fuente de nuestra caridad conyugal. Él es el perdón de Dios en la carne (El beso de Dios, decía San Bernardo). Sufrió y murió por nosotros para que el Padre pudiese perdonarnos, y que por Él, podamos también perdonarnos entre nosotros y hacer posible que nos recuperemos después de cada caída. Él murió y resucitó para poder redimir nuestro amor humano caído y transformarlo en la caridad, el amor de comunión que vive la Santísima Trinidad. Un don ¡Impresionante!.

¿Tengo experiencia de esto? ¿Conozco cómo el Señor va haciendo esta transformación en la intimidad de nuestro matrimonio? Porque a lo mejor, hablamos del amor entre esposos según lo que la gente piensa que es, y no conozco la verdad por la que Cristo murió y resucitó: para que en nuestro amor conyugal pudiéramos ser partícipes de Su Caridad: Ser uno como Ellos (en la Santísima Trinidad son uno), que nos amemos como el Padre le ama a Él y como Él nos amó a nosotros. ¡Impresionante!.

La pregunta es ¿Quién es Jesús en mi vida, con los pies en la tierra? ¿Es una idea? ¿Alguien espiritual? ¿Un refugio? ¿Una tradición? Porque si nuestro amor conyugal no se está transformando en Caridad Conyugal ¿Será que no estamos acogiendo el don ¡impresionante! del Matrimonio? ¿Estamos acogiendo al Mesías, al Redentor? Porque el Redentor necesariamente lo redime todo, lo hace todo nuevo.

Bien es verdad que el amor es un camino, pero si nuestro matrimonio no crece cada día más, pensemos: ¿a quién seguimos?. Él es ¡Impresionante! (Perdonad que lo repitamos, es que no hay palabras…).

Madre:
¿Cómo le podremos pagar este inmenso don al Señor? Hoy no quiero hablar más. Sólo alabarle, bendecirle y darle gracias. Alabado sea por siempre. Amén.

¿Por qué conocerte? Comentario del Evangelio para Matrimonios: Lucas 9, 7-9

EVANGELIO
A Juan lo mandé decapitar yo. ¿Quién es éste de quien oigo semejantes cosas?

Lectura del santo Evangelio según san Lucas 9, 7-9
En aquel tiempo, el tetrarca Herodes se enteró de lo que pasaba y no sabía a qué atenerse, porque unos decían que Juan había resucitado de entre los muertos; otros en cambio, que había aparecido Elías, y otros que había vuelto a la vida uno de los antiguos profetas.
Herodes se decía:
«A Juan lo mandé decapitar yo. ¿Quién es éste de quien oigo semejantes cosas?».
Y tenía ganas de verlo.

Palabra del Señor.

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¿Por qué conocerte?
(Nota: Se hace uso genérico del masculino para designar la clase sin distinción de sexos.)

Herodes deseaba conocerte, pero ¿Para qué?. ¿Curiosidad? ¿Tener conversaciones agradables contigo como las que mantenía con Juan el Bautista?. Pero desde luego, no parece que estuviese abierto a dejarse moldear por Ti, a juzgar por Tu silencio ante su presencia el día previo a tu Pasión. Si hubieras podido hacer algo por él, seguro que le habrías hablado. Como en aquella ocasión, le movería la curiosidad.

Pero en este Evangelio, siento que me preguntas por qué quiero conocerte más, qué interés tengo en Ti. Qué me lleva a mantener estos ratos de oración Contigo. Yo sé cuál es tu interés: Sanarme, salvarme, estar en mí, llevarme al Padre y hacerme uno con Vosotros para toda la eternidad. Y para ello estás dispuesto a todo.

Ahora miro en mi corazón y me pregunto ¿Y cuál es el mío? Siendo sincero, sé que me da paz hablar contigo, sé que me consuelas, sé que me enseñas, sé que vas entrando en mí… Me das tanto en mi relación contigo y tengo tan poco que darte. No siempre busco darte gloria, Señor, y Tú lo sabes. Pero también sabes que soy como el indigente que se muere de hambre, que pasa frío expuesto a la intemperie de la frivolidad de este mundo. Pero desde luego, estoy abierto a que me moldees, a dejarme guiar por Ti. Estoy dispuesto a sufrir y amar contigo.

Pero sé que no llegaré a conocerte si no cojo mi cruz, mi matrimonio, mi familia, mi trabajo, mis amigos… y te sigo. Si no me entrego a mi esposa como Tú a tu Esposa, como Tú: no defendiéndote nunca, callando ante las acusaciones, no mirando Tu dolor, siempre centrado en Tu misión, hablando del reino de Dios siempre, sirviendo siempre, enfrentándote a la mentira siempre sin importarte tu imagen, humillándote siempre, con el más desfavorecido siempre, con el pecador siempre, etc. En la medida en que siga Tu camino de Esposo, te iré conociendo más y me iré identificando más contigo.

En definitiva, me pregunto ¿Por qué quiero vivir Tu vida? Porque si las razones no fuesen suficientemente fuertes como para entregarte mi vida, quizás no estaría dispuesto a seguirte. Pues por una razón, porque sé lo que me amas, y no hay razón más grande.

Madre:
Muéstrame a Tu Hijo. Enséñame a estar en Él, a tener Sus mismos sentimientos. Bendito don inmenso del Padre que nos entregó a su Hijo. Por Cristo, con Él y en Él, a Ti, Dios Padre omnipotente, todo honor y toda gloria, por los siglos de los siglos. Amén.

Mi “sí” a la misericordia. Comentario del Evangelio para Matrimonios: Mateo 9, 9-13

EVANGELIO
Sígueme. Él se levantó y lo siguió

Lectura del santo Evangelio según san Mateo 9, 9-13
En aquel tiempo, vio Jesús al pasar a un hombre llamado Mateo, sentado al mostrador de los impuestos, y le dijo:
«Sígueme».
Él se levantó y lo siguió.
Y, estando en la mesa en casa de Mateo, muchos publicanos y pecadores, que habían acudido, se sentaron con Jesús y sus discípulos.
Los fariseos, al verlo, preguntaron a los discípulos:
«¿Cómo es que vuestro maestro come con publicanos y pecadores?»
Jesús lo oyó y dijo:
«No tienen necesidad de médico los sanos, sino los enfermos.
Andad, aprended lo que significa «misericordia quiero y no sacrificios»: que no he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores».

Palabra del Señor.

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Mi “sí” a la misericordia.
(Nota: Se hace uso genérico del masculino para designar la clase sin distinción de sexos.)

Dos claves resalta hoy el Evangelio: Mateo un modelo para mi “sí” y mi actitud ante los que aún no han dicho “sí”.

Del modelo de Mateo aprendo. Que el Señor le cambia totalmente los planes, que no estaba preparado para seguir al Señor, no lo había previsto, no lo había madurado. Pero el Señor le llama y él se levanta y le sigue. Sin más. Y no vuelve a su antigua vida. Quizás el sí coherente es el que nunca se estanca ni da marcha atrás.

«Avanzad siempre, hermanos míos… Examínate y no te contentes con lo que eres, si quieres llegar a lo que todavía no eres. Porque en cuanto te complaces en ti mismo, allí te detuviste. Si dices ¡basta!, estás perdido» (San Agustín).

La segunda clave es la de mi actitud ante los que aún no han dicho sí. Ponemos aquí un texto que nos ha gustado:

“Pero los hombres nos olvidamos de ser humanos. Perdimos la misericordia. Y caímos en la miseria.
En cambio Dios supera la miseria con la misericordia. Por eso Dios se humanizó. Y los humanos nos humanizamos con la misericordia…
Así son las cosas. Quien opta por la disciplina, mata y crucifica. Deshumaniza. Quien opta por la misericordia, es crucificado, pero da vida y humaniza.” (P. Carlos Bazarra)

Ahora, la pregunta es: En mi matrimonio ¿Quiero ser el que crucifica o el crucificado?

Pero ¡Cuántos sacrificios se pueden hacer con el careto! ¡Cuántos generando un clima de amargura! Necesito voluntad para amar con una sonrisa, con ternura como se estremece una madre ante la limitación de su hijo y le escusa. Señor, quieres que nos amemos y en lo que somos más pobres, así quieres que le ame más, que le perdone más. Quieres que le ame más que a mí mismo como debería amarte a Ti.

Hoy me comprometo a orar por mi esposo. Orar especialmente cuando le falte amor. Alentarle y no juzgarle.

Señor hoy quiero seguirte, como Mateo y elegir por la misericordia y no como un sacrificio, sino con amor, porque yo también tengo enfermedades que curas con Tu misericordia, Tu paciencia, comprensión, cariño, consuelo…

Madre:
Dije sí a seguir al Señor, y quiero seguirle siempre hasta la cruz. Quiero ayudar amando y no exigiendo. Aunque sufra yo por el camino. Ayúdame Madre, que soy débil. Amén.