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EVANGELIO
Los espíritus inmundos gritaban: «Tú eres el Hijo de Dios», pero él les prohibía que lo diesen a conocer.
Lectura del santo Evangelio según san Marcos 3, 7-12
En aquel tiempo, Jesús se retiró con sus discípulos a la orilla del mar y lo siguió una gran muchedumbre de Galilea.
Al enterarse de las cosas que hacía, acudía mucha gente de Judea, de Jerusalén, Idumea, Transjordania y cercanías de Tiro y Sidón.
Encargó a sus discípulos que le tuviesen preparada una barca, no lo fuera a estrujar el gentío.
Como había curado a muchos, todos los que sufrían de algo se le echaban encima para tocarlo.
Los espíritus inmundos, cuando lo veían, se postraban ante él, y gritaban:
– «Tú eres el Hijo de Dios».
Pero él les prohibía severamente que lo diesen a conocer.
Palabra del Señor.
Me sosiegan.
Es cierto que le tenemos cierto respeto al poder de la concupiscencia sobre nosotros. Puede parecer que estamos dominados por nuestros desórdenes y provocarnos esto cierta desesperanza. Pero hoy, en el Evangelio, vemos cuánto miedo le tienen los espíritus inmundos al Señor: Se postran ante Él gritando, temerosos de que les diera una orden que iban a tener que obedecer sí o sí. Entonces ¿por qué preocuparme tanto? Debería rezar como David en el Salmo 23, 4 Aunque camine por cañadas oscuras, nada temo, porque tú vas conmigo: tu vara y tu cayado me sosiegan.
Aterrizado a la vida Matrimonial:
Gabriel: Paloma, estoy muy preocupado con mi soberbia. Me doy cuenta del daño que te hago y no lo quiero, pero tengo estas reacciones que me dominan y no soy dueño de mis pensamientos ni de mi forma de hablarte tan agresiva.
Paloma: Te comprendo, Gabriel. A mí me pasa con el rencor hacia ti. Sin darme cuenta me vienen pensamientos oscuros hacia ti por cosas que hiciste en el pasado y que me dolieron.
Gabriel: ¿Qué te parece si rezamos el uno por el otro ante el Señor de manera habitual? Nuestro Sacramento tiene mucho poder. Estoy seguro de que el Señor actuará en nosotros como ministros de la gracia el uno para el otro.
Paloma: Me parece maravilloso, además que la gracia de Dios tiene mucho más poder que todos los consejos que nos demos mutuamente. Me quedo muy tranquila de que nos ponemos en Sus manos.
Madre,
Confiamos en el Señor. Queremos estar unidos a Él como los sarmientos a la Vid. Su vara y Su cayado nos sosiegan. Alabado sea por siempre.