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Pequeños prelidectos. Comentario para matrimonios: Mateo 11, 11-15

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Evangelio del día

Lectura del santo evangelio según san Mateo 11, 11-15

En aquel tiempo, dijo Jesús al gentío:
«En verdad os digo que no ha nacido de mujer uno más grande que Juan el Bautista; aunque el más pequeño en el reino de los cielos es más grande que él.
Desde los días de Juan el Bautista hasta ahora el reino de los cielos sufre violencia y los violentos lo arrebatan. Los Profetas y la Ley han profetizado hasta que vino Juan; él es Elías, el que tenía que venir, con tal que queráis admitirlo.
El que tenga oídos, que oiga».

Pequeños prelidectos.

A lo largo de la Sagrada Escritura Dios manifiesta su predilección por los pequeños, los humildes. Desde el rey David hasta la virgen María, Dios se fija en los pequeños, en los que escuchan su Palabra y la ponen por obra.
María dice que Yahvé “ha mirado la humildad de su esclava”
Esas dos actitudes: la humildad y escuchar la Palabra, abren las puertas del cielo.
Pero no olvidemos lo que nos dice Jesús: “Sin mí no podéis hacer nada”. Sólo podemos ser humildes y acoger su Palabra si dejamos que el obre en nosotros, si le entregamos todo. Y para eso es necesario tener la determinada determinación de tener vida de oración y sacramentos y una vida de lucha ascética contra el defecto dominante. Esa violencia contra el pecado en nosotros es la que arrebata el reino de los cielos.

Aterrizado a la vida Matrimonial:

Pedro: Cuanto bien me hizo que nuestros tutores me ayudaran a descubrir cuál es mi defecto dominante. Ahora se dónde centrar la lucha y no ando dando palos de ciego, un día aquí y otro allí.
Rosalía: Es verdad, a mí me ha pasado lo mismo. Y que maravilla que podamos saber dónde ayudarnos el uno al otro, ser la ayuda adecuada.
Pedro: Desde que se que tengo que centrar el tiro en luchar contra la soberbia, encuentro a lo largo del día un montón de ocasiones para callar mi opinión si no es necesaria, escuchar a los demás y acoger lo que dicen, no creerme el más listo ….
Rosalía: Me encanta la ilusión con la que has acogido este camino de purificación para ser santo. Y te admiro cuando caes y te levantas. Te quiero, esposo mío.

Madre,

Ayúdanos a poner nuestra mirada en ti, la humilde, la esclava del Señor. Bendito sea Jesús.