Archivo por meses: septiembre 2025

Siempre es fiel. Comentario para matrimonios: Lucas 16, 1-13

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Evangelio del día.

Lectura del santo Evangelio según san Lucas 16, 1-13

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Un hombre rico tenía un administrador, a quien acusaron ante él de derrochar sus bienes.
Entonces lo llamó y le dijo:
“¿Qué es eso que estoy oyendo de ti? Dame cuenta de tu administración, porque en adelante no podrás seguir administrando”.
El administrador se puso a decir para sí:
“¿Qué voy a hacer, pues mi señor me quita la administración? Para cavar no tengo fuerzas; mendigar me da vergüenza. Ya sé lo que voy a hacer para que, cuando me echen de la administración, encuentre quien me reciba en su casa”.
Fue llamando uno a uno a los deudores de su amo y dijo al primero:
“¿Cuánto debes a mi amo?”.
Este respondió:
“Cien barriles de aceite”.
Él le dijo:
“Aquí está tu recibo; aprisa, siéntate y escribe cincuenta”.
Luego dijo a otro:
“Y tú, ¿cuánto debes?”.
Él contestó:
“Cien fanegas de trigo”.
Le dijo:
“Aquí está tu recibo, escribe ochenta”.
Y el amo felicitó al administrador injusto, por la astucia con que había procedido. Ciertamente, los hijos de este mundo son más astutos con su gente que los hijos de la luz.
Y yo os digo: ganaos amigos con el dinero de iniquidad, para que, cuando os falte, os reciban en las moradas eternas.
El que es de fiar en lo poco, también en lo mucho es fiel; el que es injusto en lo poco, también en lo mucho es injusto.
Pues, si no fuisteis fieles en la riqueza injusta, ¿quién os confiará la verdadera? Si no fuisteis fieles en lo ajeno, ¿lo vuestro, quién os lo dará?
Ningún siervo puede servir a dos señores, porque, o bien aborrecerá a uno y amará al otro, o bien se dedicará al primero y no hará caso del segundo. No podéis servir a Dios y al dinero».

Siempre es fiel.

Puede parecer confuso este Evangelio: usar «el dinero de iniquidad». Los santos padres señalan que el Señor nos está diciendo que usemos este mundo para hacer el bien. El «dinero de iniquidad» entonces también es ser fiel en todas las contrariedades y sufrimientos grandes y pequeños para convertirlos en fuente de gracia, de salvación.
Dios siempre es fiel, cumple siempre Su promesa, nos pide esa fidelidad, en las cosas pequeñas, del día a día, ser fieles a nuestro esposo, fieles a la promesa que hicimos el día de nuestro matrimonio, fieles al amor que nos prometimos, acogiendo y entregándonos. Así, nos dice el Señor, podremos ser fieles en lo mucho, cuando aparezca la Cruz, un momento de prueba o de oscuridad. Y entonces Él nos promete que estará con nosotros y nos dará su Gracia. No lo olvidemos, Él siempre es fiel.

Aterrizado a la vida Matrimonial:

Cristina: ¡Ahh! Javier, estoy pasando un momento muy difícil, con esta enfermedad, es un momento muy duro para mí.
Javier: Cristina, te entiendo porque te miro y veo que lo estás pasando realmente mal, pero tienes que confiar y tener paciencia, el Señor seguro que saca un gran bien de esta prueba.
Cristina: Me cuesta mucho ver a Dios en todo este dolor, la verdad.
Javier: Pues hay que confiar, Él siempre es fiel, en lo pequeño y en lo grande. Hasta ahora en todo, Él nos ha dado Su Gracia.
Cristina: Sí, es verdad, aunque nunca habíamos estado en una situación tan dura.
Javier: Pues mejor me lo pones, nos ha ido entrenando en lo pequeño y hemos sido fieles, y ahora en esto más grande tenemos que serlo igualmente
Cristina: Tienes razón, cuantas veces nos ha dado la Gracia para vivir en Paz las pequeñas pruebas, así que ahora tenemos que serle fiel en esta grande. Gracias esposo por hacerme ver la voluntad De Dios. Sólo con Él podría vivirlo.
Javier: Así es, vamos a ofrecerle todo esto en nuestra oración conyugal.

Madre,

Ayúdanos a ver la voluntad de Dios en todo lo que nos sucede y que aprendamos a serle fiel. Gracias Madre por guiarnos. ¡Bendito sea Dios!

La Palabra germina en el corazón. Comentario para matrimonios: Lc 8, 4-15

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Evangelio del día

Lectura del santo evangelio según San Lucas 8, 4-15:

En aquel tiempo, habiéndose reunido una gran muchedumbre y gente que salía de toda la ciudad, dijo Jesús en parábola: «Salió el sembrador a sembrar su semilla. Al sembrarla, algo cayó al borde del camino, lo pisaron, y los pájaros se lo comieron.
Otra parte cayó en terreno pedregoso y, después de brotar, se secó por falta de humedad. Otra parte cayó entre abrojos, y los abrojos, crecieron al mismo tiempo, la ahogaron. Y otra parte cayó en tierra buena y, después de brotar, dio fruto al ciento por uno».
Dicho esto, exclamó: «El que tenga oídos que oiga». Entonces le preguntaron los discípulos qué significaba esa parábola. Él dijo: «A vosotros se os ha otorgado conocer los misterios del reino de Dios; pero a los demás , en parábolas,» para que viendo no vean, y oyendo no entiendan».
El sentido de la parábola es este: la semilla es la palabra de Dios. Los del borde del camino son los que escuchan, pero luego viene el diablo y se lleva la palabra de sus corazones, para que no crean y se salven. Los del terreno pedregoso son los que, al oír, reciben la palabra con alegría, pero no tienen raíz; son los que por algún tiempo creen, pero en el momento de la prueba fallan. Lo que cayó entre abrojos son los que han oído, per, dejándose llevar por los afanes y riquezas, y placeres de la vida, se quedan sofocados y no llegan a dar fruto maduro. Lo de la tierra buena son los que escuchan la palabra con un corazón noble y generoso, la guardan y dan fruto con perseverancia».

La Palabra germina en el corazón.

El Señor nos habla a todos. Pero, ¿cómo tenemos el corazón para acogerle? , y para ¿acoger el de nuestro esposo por el que se manifiesta también el Señor? Acogemos como semilla al borde del camino, disfrazando mi soberbia en razones que el mensaje de Cristo no es para mi, que yo soy así, o es mi esposa la que tiene que cambiar.
Acogemos como semilla en terreno pedregoso, sintiendo una llamada en un retiro a vivir el matrimonio como quiere Dios, pero vuelvo a casa y a la mínima discusión me lleno de soberbia y lo disfrazo que lo vivido en el retiro no sirve para nada.
O podemos acoger la Palabra de Dios como semilla entre abrojos, creo en lo que me enseñan las catequesis de San Juan Pablo, creo que mi esposo es la ayuda adecuada para llevarme a Cristo, pero antepongo mis apegos, mis salidas al monte, mis lectura de todos los días, mis horas con el ordenador, mis cervezas, mis cafés con mis amigas, mis partidos de fútbol, a mi esposo y familia…
O puede ser que acoja la Palabra de Dios como semilla entre tierra buena, reconociendo el camino con humildad que sólo no puedo, entregándome a mi esposo sin esperar nada a cambio, saboreando en la oración y sacramentos la gracia de Dios que hace brotar, crecer, y dar fruto en el matrimonio, en la familia y en nuestro entorno dejando a Dios que haga Su Obra.

Aterrizado a la vida Matrimonial:

Nuria: Asier, he recibo la invitación a participar en la jornada de comienzo de curso de Proyecto Amor Conyugal este domingo. Iremos, ¿verdad?
Asier: Nuria ya sabes lo que tengo ese día. Primero llevo a Pablo al partido de futbol, luego vamos a misa, y por la tarde quisiera preparar una reunión que tengo importante el lunes. Además tampoco veo que estemos avanzando mucho con las catequesis.
Nuria: Asier, mi vida. No quiero ni pensar qué sería de nosotros si no hubiésemos ido estos dos años a las catequesis y colaborado en los retiros. Además cuánto crecemos cuando nos toca preparar la catequesis, aunque al principio nos cuesta, luego los frutos son impresionantes..
Asier: Es verdad, en casa hay más paz y la verdad es que también nos está ayudando mucho a superar la ira con nuestros hijos.
Nuria: Te parece cariño, que nos ayudemos este año a perseverar ya que nos hace tanto bien…
Asier: Claro que sí. Voy a mandar un mensaje para confirmar que vamos y animar al resto del grupo.
Nuria: Gracias Asier.

Madre,

Gracias por mostrarnos los frutos de la semilla de la palabra de Tu hijo en nuestros corazones. ¡Bendito y alabado sea nuestro Señor!

Anuncia-dos. Comentario para matrimonios: Lucas 8,1-3

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Evangelio del día

Lectura del santo evangelio según san Lucas 8,1-3

En aquel tiempo, Jesús iba caminando de ciudad en ciudad y de pueblo en pueblo, proclamando y anunciando la Buena Noticia del reino de Dios, acompañado por los Doce, y por algunas mujeres, que habían sido curadas de espíritus malos y de enfermedades: María la Magdalena, de la que habían salido siete demonios; Juana, mujer de Cusa, un administrador de Herodes; Susana y otras muchas que les servían con sus bienes.

Anuncia-dos.

Cuando leemos este Evangelio nos imaginamos a Jesús anunciando la Verdad, de pueblo en pueblo, de ciudad en ciudad.
Y hoy, a nosotros nos dice que nos unamos a este anuncio para mostrar la Verdad al mundo entero. Pero para poder llevar Su palabra, tenemos que unirnos a Él. Para anunciarLe hemos de unirnos en todo, en la oración, en la Eucaristía, en la confesión, y especialmente en nuestro matrimonio, nos acogemos para acogerle a Él. Por eso y para eso nos creó esposos, y nos pensó desde toda la eternidad, para verLe en mi esposo. ¿Y cuando llega la Cruz también? Sí, ahí está para que Le acoja en mi esposo y nuestro amor sea más fuerte que la muerte. Así es como nos salvaremos. ¡Así es como Te anunciaremos! Señor, queremos ser Tu boca, queremos ser Tus ojos, queremos ser Tus oídos.

Aterrizado a la vida Matrimonial:

Virginia: Hola cariño. ¡Esto que estamos viviendo no podemos callarlo!
Josué: Sí, pero aún nos queda mucho por crecer para poder hablar de Dios, del Señor…
Virginia: pues creo que debemos contar lo que nos ha pasado, nada más, lo que estamos viviendo. Nada más. Es la mejor manera de anunciar la Verdad, siendo testigos de lo que el Señor está haciendo en nosotros y en nuestro matrimonio.
Josué: ¿Tú crees?
Virginia: Sí, ¿tú no has vivido una transformación de nuestro matrimonio? ¡Pues eso lo ha hecho él Señor! Somos testigos de lo que Él ha hecho.
Josué: Es verdad Virginia, eso es lo que Él ha hecho y no podemos quedárnoslo. Está tarde que hemos quedado con Bea y Nacho les contamos…

Madre,

Queremos hacer como Tú y decir cómo Tú: Proclama mi alma la Grandeza del Señor. Y proclamar ¡Bendito y Alabado sea el Señor!

Llamados a amar. Comentario para matrimonios: Lucas 7, 36-50

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Evangelio del día

Lectura del santo evangelio según san Lucas 7, 36-50

En aquel tiempo, un fariseo rogaba a Jesús que fuera a comer con él, entrando en casa del fariseo, se recostó a la mesa. En esto, una mujer que había en la ciudad, una pecadora, al enterarse de que estaba comiendo en casa del fariseo, vino trayendo un frasco de alabastro lleno de perfume y, colocándose detrás junto a sus pies, llorando, se puso a regarle los pies con las lágrimas, se los enjugaba con los cabellos de su cabeza, los cubría de besos y se los ungía con el perfume. Al ver esto, el fariseo que lo había invitado se dijo:
«Si este fuera profeta, sabría quién y qué clase de mujer es la que lo está tocando, pues es una pecadora».
Jesús respondió y le dijo:
«Simón, tengo algo que decirte».
El contestó:
«Dímelo, maestro».
Jesús le dijo:
«Un prestamista tenía dos deudores: uno le debía quinientos denarios y el otro cincuenta. Como no tenían con qué pagar, los perdonó a los dos. ¿Cuál de ellos le mostrará más amor?»
Respondió Simón y dijo:
«Supongo que aquel a quien le perdonó más».
Le dijo Jesús:
«Has juzgado rectamente».
Y, volviéndose a la mujer, dijo a Simón:
«¿Ves a esta mujer? He entrado en tu casa y no me has dado agua para los pies; ella, en cambio, me ha regado los pies con sus lágrimas y me los ha enjugado con sus cabellos. Tú no me diste el beso de paz; ella, en cambio, desde que entré, no ha dejado de besarme los pies. Tú no me ungiste la cabeza con ungüento; ella, en cambio, me ha ungido los pies con perfume. Por eso te digo: sus muchos pecados han quedado perdonados, porque ha amado mucho, pero al que poco se le perdona, ama poco».
Y a ella le dijo:
«Han quedado perdonados tus pecados».
Los demás convidados empezaron a decir entre ellos:
«¿Quién es este, que hasta perdona pecados?».
Pero él dijo a la mujer:
«Tu fe te ha salvado, vete en paz».

Llamados a amar.

Hoy el evangelio nos presenta a dos personas y dos formas de estar ante Jesús. El fariseo es una persona “religiosa”, correcta, educada, con buena formación y criterio. Y ante un dilema que le plantea el maestro contesta y recibe un halago de Jesús: “Has juzgado rectamente”.
La pecadora, por el contrario, sería una mujer del mundo, ordinaria, sin ninguna formación. “Sólo” tenía en su corazón deseos de reparar, de humillarse, de amar. Y ante tanto amor el Señor le dice lo más hermoso que podamos oír: Has amado mucho, tu fe te ha salvado.
En nuestro matrimonio corremos el riesgo de “juzgar rectamente” alguna actuación del esposo. Rectamente, sí; pero sin amor. Ante hechos “objetivamente” malos, incluso ante el pecado de mi esposo, el Señor no me llama a “juzgar rectamente” sino a acoger y a amar, a amar mucho.

Aterrizado a la vida Matrimonial:

(Teresa está hablando con Cristina, su tutora)
Teresa: Mira Cristina, no puedo más con la poca seriedad de Eugenio.
Cristina: ¿Qué ha pasado?
Teresa: Pues lo de siempre. Teníamos entrevista en el colegio con el profesor de nuestro hijo, y para variar Eugenio ha llegado media hora tarde. Y luego se pasa el rato mirando el móvil. Siempre hace lo mismo. Que vergüenza me hace pasar.
Cristina: No me extraña que hayas pasado un mal rato. ¿Y tú cómo has respondido?
Teresa: Pues muy enfadada. Le he dicho que es un maleducado, que me hace pasar mucha vergüenza. Que la gente ya le tiene calado. Que siempre me promete que no va a volver a ocurrir pero que es un informal y un maleducado.
Cristina: Es verdad que la impuntualidad y no estar atento a una conversación es algo “objetivamente” incorrecto. Pero no estás llamada a “reaccionar” dejándote llevar por el enfado y la ira, sino a responder con amor. Ayúdale corrigiéndole con amor. Díselo pero cuando seas capaz de hacerlo con tranquilidad.
Teresa: Se que tienes razón, pero me cuesta tanto mantener la calma. Pobrecillo, en el fondo sufre con esa falta de orden y atención. Quiero ser su Ayuda Adecuada.

Madre,

Queremos besar y ungir los preciosos pies de Jesús, queremos amar mucho. Ayúdanos tú, Madre del amor conyugal. ¡Bendito sea el Señor por su amor y misericordia con nosotros!

¿Reacciono ya? Comentario para matrimonios: Lucas 7, 31-35

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Evangelio del día

Lectura del santo Evangelio según san Lucas 7, 31-35

En aquel tiempo, dijo el Señor:
«A quién, pues, compararé los hombres de esta generación? ¿A quién son semejantes?
Se asemejan a unos niños, sentados en la plaza, que gritan a otros aquello de:
“Hemos tocado la flauta y no habéis bailado, hemos entonado lamentaciones, y no habéis llorado”.
Porque vino Juan el Bautista, que ni come pan ni bebe vino, y decís: “Tiene un demonio”; vino el Hijo del hombre, que come y bebe, y decís: “Mirad qué hombre más comilón y borracho, amigo de publicanos y pecadores”.
Sin embargo, todos los hijos de la sabiduría le han dado la razón».

¿Reacciono ya?

Mi querido Jesús, estas palabras tuyas me interpelan. Siento que me dices, con mirada entre triste y misericordiosa, “¿a qué esperas?, ¿reaccionas ya?, ¿me vas a escuchar de verdad y vas a hacer lo que te digo?”.
Quieres que sea muy feliz. Me has dado todo lo que necesito para empezar a serlo aquí en la tierra y gozar contigo toda la eternidad. Me amas con locura, has muerto por mí, te has quedado en la Eucaristía, me has enviado al Espíritu Santo, me has dado a tu Madre, a los Sacramentos,… Y me miras con tristeza porque ves que sigo buscando la felicidad donde no está, sigo con otros señores en mi corazón que impiden que Tú reines en él. Son señores aparentemente inofensivos, que si este ratito de móvil de más, que si esto que “lo necesito”, que si mi trabajo, que si quedar por encima porque tengo razón,… Y no son inofensivos, son las cadenas disimuladas que atenazan mi corazón e impiden que se llene de tu Amor. Y lleno de tu Amor, ya mi corazón podría amar, amarte, amar a mi cónyuge, a mi familia,… como Tú quieres. Y ahí está la verdadera felicidad.
Señor, hoy quiero decirte sí, ya para siempre. Con la determinada determinación de hacer tu Voluntad cada segundo. Con la ayuda de tu gracia, sé que lo conseguiré. Muchas gracias, Jesús.

Aterrizado a la vida Matrimonial:

Borja: ¡Ay Ana, qué susto, qué sueño he tenido! He soñado que te morías. ¡Qué horror! Y me he dado cuenta todo lo que te quiero y cuántas oportunidades he perdido de decírtelo, de mirarte a esos ojos tan maravillosos, de ser delicado contigo,…
Ana: ¡Qué mono eres! Yo pienso muchas veces que si hoy me muriera, cuánto se me habría quedado por hacer. ¿De qué me valdría el tiempo gastado con chats, series, mis caprichos,…? Por eso estoy intentando cada día empezar con oración y Misa para que el Señor me centre y ya sólo busque hacer su Voluntad y no la mía.
Borja: La verdad es que se nota. Llevo tiempo pensando cómo estás más cariñosa conmigo, te enfadas menos y te veo más sonriente y feliz. Y yo quiero seguirte. No quiero perder más tiempo. Veo claramente que ahí está la felicidad, en dejar de mirarme a mí mismo y empezar a mirar sólo al Señor y a ti. Por favor, ayúdame a ir cogiendo los hábitos diarios, que sabes cómo me cuesta. ¿Vamos juntos a Misa y hacemos oración antes?, ¿alguna otra cosa que creas que me ayudaría?
Ana: A mí me ayuda mucho hacer pequeños sacrificios que no se ven, ese pan que no como, esa camisa tirada que recojo y no digo nada, esa última palabra que me callo,… Esos pequeños sacrificios con amor los ofrezco a Dios por nuestro matrimonio y me ayudan mucho a descentrarme de mí y centrarme en lo importante.
Borja: ¡Qué bueno! Voy a rezar qué puedo hacer yo. Me va a costar pero sé que con la ayuda del Señor y con la tuya lo conseguiré.

Madre,

Qué gozada ver cómo, de Tu Mano, este camino de oración y sacramentos va dando sus frutos. Y de mortificación para ir venciendo mi amor propio… ¡Mil gracias, Madre! ¡Alabado sea el Señor!