Archivo por días: 3 septiembre, 2025

Sin medida, sin medir. Comentario para matrimonios: Lucas 4, 38-44

Para ver los próximos RETIROS Y MISIONES haz click AQUÍ

Evangelio del día

Lectura del santo evangelio según san Lucas 4, 38-44

En aquel tiempo, al salir Jesús de la sinagoga, entró en la casa de Simón.
La suegra de Simón estaba con fiebre muy alta y le rogaron por ella.
El, inclinándose sobre ella, increpó a la fiebre, y se le pasó; ella, levantándose enseguida, se puso a servirles.
Al ponerse el sol, todos cuantos tenían enfermos con diversas dolencias se los llevaban, y él, imponiendo las manos sobre cada uno, los iba curando.
De muchos de ellos salían también demonios, que gritaban y decían:
«Tú eres el Hijo de Dios».
Los increpaba y no les dejaba hablar, porque sabían que él era el Mesías.
Al hacerse de día, salió y se fue a un lugar desierto. La gente lo andaba buscando y, llegando donde estaba, intentaban retenerlo para que no se separara de ellos.
Pero él les dijo:
«Es necesario que proclame el reino de Dios también a las otras ciudades, pues para esto he sido enviado».
Y predicaba en las sinagogas de Judea.

Sin medida, sin medir.

Mi buen Jesús, te has hecho hombre y has dado tu vida para salvarnos. Estás deseando sanar nuestros corazones.
Me llama la atención cómo nada más sanar a la suegra de Pedro se pone a servir. Y Tú estabas todo el tiempo entregándote.
Antes quería que sanaras mi matrimonio para «ser servido», para que mi cónyuge actuara como yo creía que debía actuar. Que lo sanaras sobre todo cambiando lo que a mi juicio el otro no hacía bien. Ahora sé lo equivocado que estaba. Eso no era amar. Ahora quiero vivir un matrimonio como Tú quieres, que sanes mi corazón para que aprenda a amar. Amar es entregarse, es servir. En toda circunstancia, en lo que me encaja y en lo que no.
Gracias Señor, sana mi corazón, enséñame a amar.

Aterrizado a la vida Matrimonial:

Almudena: ¡Alejandro, estoy harta! Siempre soy yo quien tiene que ceder. ¡Siempre tiene que ser como tú digas! ¡Me estás ahogando mi personalidad! (Y cerrando de un portazo se va…)
(Por la noche, en su oración conyugal)
Almudena: Señor, aquí, ante ti y ante Alejandro, os pido perdón a los dos. Le he juzgado con mis criterios. He visto todo con mis ojos mundanos, que exigen. Sé lo mucho que se entrega Alejandro, aunque haya muchas cosas que aún no vea. Y yo, Señor, sólo quiero entregarme, como Tú hiciste, sin medida, sin medir. Señor, por favor, ayúdame a crecer en humildad, a no fijarme en lo que yo hago y a ver ese maravilloso corazón de mi marido.
Alejandro: Señor, gracias por darme a Almudena como esposa. ¡Me enseña tanto con su entrega! Ayúdame a aprender a ser tan servicial como ella, a dejar de pensar en mí y a ver en cada instante cómo la puedo agradar. Muchas gracias, querida esposa, ¡sería tan desastre sin ti!
Almudena: ¡Anda, dame un abrazo! ¡Te quiero tanto!

Madre,

Por favor, enséñame a amar, a entregarme como Tú, sin medida, sin medir. ¡Alabado sea el Corazón de Jesús!