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Evangelio del día
Reproductor de audioLectura del santo evangelio según san Mateo 5, 17-19
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«No creáis que he venido a abolir la Ley y los Profetas: no he venido a abolir, sino a dar plenitud.
En verdad os digo que antes pasarán el cielo y la tierra que deje de cumplirse hasta la última letra o tilde de la ley.
El que se salte uno solo de los preceptos menos importantes y se lo enseñe así a los hombres será el menos importante en el reino de los cielos.
Pero quien los cumpla y enseñe será grande en el reino de los cielos».
Ser grandes hasta en lo pequeño.
Es la ley del amor, la que tiene que prevalecer y en eso no puede haber rebajas. ¿Amo o no amo? Es la pregunta en cada acto, en cada palabra, en cada pensamiento, en cada deseo: Con esto ¿Te estoy amando o no te estoy amando?
Aterrizado a la vida Matrimonial:
Román: En este último conflicto que hemos tenido, te estaba echando la culpa a ti, porque empezaste tú pidiendo una solución frente a actitudes mías que te dificultan en tu día a día, pero luego me he dado cuenta de que mi actitud ha sido de defensa, y de ponerte a ti como la causante de todas esas dificultades que vives. Eso no es amor, así que te pido perdón.
Carla: Yo también te pido perdón, porque en ningún momento busqué tu bien, sino el mío y a costa de quejarme de ti. Y eso, no es amor. Así que también te pido perdón sinceramente.
Román: Te perdono.
Carla: Te perdono. ¿Esto sí es amor no?
Román: Esto sí. ¿Me das un beso? Eso también es amor.
Madre,
Dios nos pide amarnos hasta en lo más pequeño, para ser grandes. Él sí que sabe lo que necesitamos. Alabado sea.
Cada día comienzo con María y este hermoso proyecto.- Gracias Dios mío por por los dones que has esparcido en las personas que sostienen este proyecto, ayúdalas a seguir con Fe e Ilusión.
Gracias porque mi esposa y yo cada día caminamos más a lo unísono gracias a este proyecto de amor.
Alabado Seas mi Buen JESÚS por ver los errores en mi matrimonio y saber pedirnos perdón
¡Como dejo volar la imaginación cuando leo el testimonio de un mártir o el estupor del que protagoniza un milagro patente! Me veo viviéndolo y siendo ejemplo, con multitudes boquiabiertas ante mi valor. Y segundos más tarde, en la realidad cotidiana, me descubro ignorando a mi mujer cuando me necesita o dejando de lado un pequeño sacrificio en casa. Me olvido de Dios y me convierto en un diosecillo que desea su propia gloria. Perdón, Señor.