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EVANGELIO
Esto es lo que habría que practicar, aunque sin descuidar aquello.
Lectura del santo Evangelio según san Mateo 23, 23-26
En aquel tiempo, habló Jesús diciendo:
– «¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que pagáis el diezmo de la menta, del anís y del comino, y descuidáis lo más grave de la ley: la justicia, la misericordia y la fidelidad!
Esto es lo que habría que practicar, aunque sin descuidar aquello.
¡Guías ciegos, que filtráis el mosquito y os tragáis el camello!
¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que limpiáis por fuera la copa y el plato, mientras por dentro estáis rebosando de robo y desenfreno! ¡Fariseo ciego!, limpia primero la copa por dentro, y así quedará limpia también por fuera».
Palabra del Señor.
Limpieza interior.
¿Cuántas veces estaremos filtrando el mosquito del esposo porque ha tenido una torpeza y acabamos por tragarnos un mal juicio hacia él o ella del tamaño de un camello?
Creo que va siendo necesario limpiar primero mi corazón por dentro antes de limpiar el de mi esposo por fuera.
Aterrizado a la vida Matrimonial:
Carlos: Perdóname esposa por tantos juicios, por mirarte mal tantas veces.
Teresa: Perdóname tú también esposo por no sacar lo mejor de ti sino provocarte y sacar lo peor.
Carlos: Te perdono.
Teresa: Te perdono. ¿No notas después de este perdón como un alivio y una limpieza interior?
Carlos: Totalmente. Qué sanador es algo tan sencillo como reconocer lo que hacemos mal y pediremos perdón.
Madre,
Que nos amemos como Tú nos amas. Alabado sea el Señor.
San Juan Pablo II nos enseña que limpiar la copa por dentro significa limpiar mi corazón.
¿Y qué nos propone para llevarlo a cabo? restituir nuestra humanidad y descubrir la dignidad del cuerpo, alcanzando la libertad de hacernos don. Una limpieza / pureza que comienza como templanza y que madura como sentido nupcial del cuerpo.
Una pureza madura que nos lleva al gozo de “poseer el cuerpo con santidad y honor”, el gozo de la eficacia del Espíritu que habita en el cuerpo como en un santuario, el gozo de su don de piedad (dar a Dios lo que le corresponde) que devuelve al cuerpo simplicidad y claridad, y lo hace gloria de Dios.
Madre mía, maestra de verdadera humanidad, enséñanos a descubrir el misterio de nuestra existencia, nuestra dignidad.