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Evangelio del día
Lectura del santo evangelio según san Mateo 13, 44-46
En aquel tiempo, Jesús propuso otra parábola al gentío:
«El reino de los cielos se parece a un grano de mostaza que uno toma y siembra en su campo; aunque es la más pequeña de las semillas, cuando crece es más alta que las hortalizas; se hace un árbol hasta el punto de que vienen los pájaros a anidar en sus ramas».
Les dijo otra parábola:
«El reino de los cielos se parece a la levadura; una mujer la amasa con tres medidas de harina, hasta para que todo fermenta».
Jesús dijo todo esto a la gente en parábolas y sin parábolas no les hablaba nada, para que se cumpliera lo dicho por medio del profeta:
«Abriré mi boca diciendo parábolas, anunciaré lo secreto desde la fundación del mundo».
Siéntete lo más pequeño.
El Señor enseña la Verdad a su pueblo a través de parábolas, porque así le entendían mejor. En este Evangelio tenemos dos parábolas. En la primera, nos enseña el Señor lo que puede hacer con nuestro casi nada, sintiéndonos pequeños, insignificantes como el grano de mostaza, si nos dejamos ser regados, alimentados por Él. Con los sacramentos, la oración, y la entrega mutua en nuestro matrimonio, el Señor puede convertirlo en un árbol firme, donde todo en nuestra vida lo vivamos con él, por Él y en Él, porque su sabia corre por nuestro tronco, y de esta forma nuestras ramas y frutos serán imagen del Señor. E incluso se acercarán a nosotros otros matrimonios y familias, porque el Señor se servirá de nosotros para acogerles, como los pájaros anidan en las ramas, El Señor hace más grande cuanto más pequeño y humilde es la semilla.
En la segunda parábola, la de la levadura, porque la levadura es discreta, no se ve pero transforma. Como los pequeños actos de amor, servicio, perdón, y renuncia, que van fermentando nuestro hogar. Lo transforman y lo convierten en presencia de Cristo.
Aterrizado a la vida Matrimonial:
Mariqui: Gonzalo, no te comas la cena de tu padre, que se la he preparado porque vendrá hambriento.
Nacho: Mariqui, ya he llegado, vengo muy cansado y no me apetece cenar. Me voy a la habitación.
Mariqui: Tenía ganas de cenar contigo. Es increíble. Cuanto más ilusión pongo en agradarle, más desprecio recibo de él…
(No me voy a dejar llevar por mi criterio, porque seguro que ha tenido un duro día de trabajo. Iré donde Nacho aunque me cuesta). Nacho, sé que has tenido un mal día y estás cansado. Estoy aquí contigo por si necesitas hablar. Te quiero.
Nacho: Pero qué bonita eres. No sabes lo mal que venía pero tus palabras delicadas me han roto. Gracias por acercarte a mí. Me gustaría cenar contigo y rezar el rosario también con nuestros hijos.
Gonzalo: papás qué paz tenemos en casa desde que rezamos en familia.
Mariqui: Bendito sea Dios por los frutos que el Señor nos concede por la entrega en nuestro matrimonio.
Madre,
Gracias porque nos enseñas que hay que sentirse pequeño y humilde para entregarse al esposo por amor. ¡Alabado sea el Señor!

