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Evangelio del día
Lectura del santo evangelio según san Lucas 14,1-6
En sábado, entró Jesús en casa de uno de los principales fariseos para comer y ellos lo estaban espiando.
Había allí, delante de él, un hombre enfermo de hidropesía, y tomando la palabra, dijo a los maestros de la ley y a los fariseos:
«¿Es lícito curar los sábados, o no?».
Ellos se quedaron callados.
Jesús, tocando al enfermo, lo curó y lo despidió.
Y a ellos les dijo:
«¿A quién de vosotros se le cae al pozo el asno o el buey y no lo saca enseguida en día de sábado?».
Y no pudieron replicar a esto.
Gracia, Gracia.
Hoy vemos al Señor curando en sábado, porque su Misericordia quiere alcanzarnos en todo momento. Y nos dice que está presto para curarnos y salvarnos.
Por tanto, ¿por qué no nos dejamos? ¿por qué nos resistimos a la Gracia? El Señor está deseoso de que la acojamos. En la oración, en los sacramentos, y especialmente, quiere curarnos en el sacramento de la confesión.
En el sacramento del matrimonio tenemos la gracia de poder detectar mi pecado cuando «miro mal a mi esposo». Cuando estoy viendo que mi esposo «lo hace todo mal», nos dice el Señor: «La lámpara del cuerpo es el ojo», así que, acudamos a la confesión para curar nuestro interior, reconciliémonos con Dios y después con mi esposo.
¡Gracias Señor por darnos los sacramentos! ¡Gracias por el matrimonio!
Aterrizado a la vida Matrimonial:
Carmen: ¡Hola Carlos! ¿Como estás? ¿Qué tal el día?
Carlos: Bien.
Carmen: (piensa… ya está otra vez seco y borde, como siempre llegará cansado y pensando en sus problemas de trabajo…)
¿Y el día bien?
Carlos: Sí.
Carmen: (piensa… desde luego, ¿ya podía preguntarme qué tal yo, no? Voy a hacer la cena, a ver si me ayuda) Carlos, voy a hacer la cena, ¿qué quieres cenar?
Carlos: Me da igual, lo que te parezca.
Carmen: (piensa… ¡pero bueno, este es el colmo! ¡Ni siquiera me ayuda a pensar qué cocinar! Es que no me ayuda ni en eso…
Señor ayúdame Tú, porque yo no puedo. Voy a rezar.
Y el Señor le dijo: «La lámpara del cuerpo es el ojo»
Bueno, Señor, es verdad que estoy viendo todo lo malo, así que seré yo la que debo limpiar mi corazón y mi mirada.
Iré a confesarme. ¡Gracias Señor!
Carmen: Carlos, he ido a confesarme porque estaba viendo en ti todo lo malo, voy a preparar la cena tan rica que te gusta, y así la disfrutamos juntos, ¿te parece?
Carlos: ¡Claro que sí mi amor! Qué bendición la Fe que tienes y lo perseverante que eres en la Fe. ¡Qué maravilla tenerte Carmen!
Madre,
Tú eres ejemplo de humildad y de acoger la Gracia de Dios. Gracias por ser Madre y modelo nuestro para llegar a tu Hijo, Nuestro Señor. ¡Alabado sea por siempre el Señor!









