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Evangelio del día
Lectura del santo Evangelio según san Mateo 20, 20-28
En aquel tiempo, se acercó a Jesús la madre de los hijos de Zebedeo con sus hijos y se postró para hacerle una petición.
Él le preguntó:
«¿Qué deseas?».
Ella contestó:
«Ordena que estos dos hijos míos se sienten en tu reino, uno a tu derecha y el otro a tu izquierda».
Pero Jesús replicó:
«No sabéis lo que pedís. ¿Podéis beber el cáliz que yo he de beber?».
Contestaron:
«Podemos».
Él les dijo:
«Mi cáliz lo beberéis; pero sentarse a mi derecha o a mi izquierda no me toca a mí concederlo, es para aquellos para quienes lo tiene reservado mi Padre».
Los otros diez, al oír aquello, se indignaron contra los dos hermanos. Y llamándolos, Jesús les dijo:
«Sabéis que los jefes de los pueblos los tiranizan y que los grandes los oprimen. No será así entre vosotros: el que quiera ser grande entre vosotros, que sea vuestro servidor, y el que quiera ser primero entre vosotros, que sea vuestro esclavo.
Igual que el Hijo del hombre no ha venido a ser servido sino a servir y a dar su vida en rescate por muchos».
¿Valdrán las excusas?
Como decía San Juan de la Cruz, al atardecer de la vida nos juzgarán por el amor. ¿De verdad creemos que valdrán los «esques», las excusas…? Es que mi esposo era…, es que mi esposa… ¿Cómo empieza el mandamiento que resume todos? «Escucha, Israel» ¿Y escuchamos de verdad al Señor? Porque no puede ser más claro. Como la madre de los Zebedeo, pidiendo cosas “razonables siguiendo criterios humanos”: Señor, te pido que mi esposo cambie esto, que no es justo…, que mi hijo sea así,… Pero el Señor nos dice: ¿sabes lo que estás pidiendo?, ¿quieres de verdad ser grande a Mis Ojos? Pues tú, como el Hijo del Hombre, a servir y a entregar la vida.
Así que, escuchemos al Señor, sin excusas, dejemos de mirar lo que los demás no hacen bien y dediquémonos sólo a servir, a entregar la vida, a amar en esas circunstancias que tanto nos cuestan. ¿Y quién le va a decir a mi esposo lo que tiene que cambiar? Eso déjalo en Manos del Señor, tu busca hacer la voluntad de Dios, entrégate y ama. Y ya verás lo que hace el Señor a través de la gracia de tu Matrimonio.
Aterrizado a la vida Matrimonial:
Mar: No puedo más. Otra vez bronca con Angel. Es que no me ayuda nada. Tengo que hacer yo todo. No es justo. Se lo he dicho mil veces. Y mira que le pido al Señor que le cambie, aunque sea por el ejemplo que debe dar a los niños.
Tutores: Mar, ¿lo has puesto en oración?, ¿qué te dice el Señor?
Mar: Claro que lo he puesto en oración. Le cuento al Señor cómo se porta Angel, cómo pasa de ayudar,…
Tutores: El Señor ya sabe lo que piensas. Pero, ¿tú lees Su Palabra y luego escuchas al Señor? En silencio, con atención amorosa.
Mar: Uf, creo que hablo mucho y le escucho poco…
(Al mes siguiente)
Mar: Queridos tutores, mil gracias por lo que me dijisteis. Llevo desde que hablamos tratando de escuchar al Señor, leyendo su Palabra y escuchando de verdad… y he visto que no paro de juzgar a Angel, de fijarme sólo en lo que no hace bien y me he olvidado de mirar su corazón, lo maravilloso que es, todo lo bueno que tiene. De tanto fijarme en lo malo se me había olvidado lo bueno. Y, además, me he tomado al pie de la letra lo de servir y entregar la vida. Así que he dejado de exigirle… Me cuesta, pero se nota la ayuda de Dios.
Tutores: ¡Qué alegría, Mar!
Mar: ¿Y sabes cuál ha sido la sorpresa? Que Angel dijo en nuestra oración conyugal de ayer que estaba viendo mi esfuerzo, que antes se sentía fatal por todo lo que le decía, que ahora me ve más cariñosa, que ve cuánto le quiero, y que está tratando de esforzarse por no disgustarme y por ayudarme más.
Tutores: ¡Qué grande es el Señor!, ¡cuánto nos quiere! Y no te confíes, que la lucha seguirá pero ése es el camino. Escucha al Señor, entrega tu vida y ama cada día más.
Madre,
Mil gracias por todo, sobre todo por tu Hijo que nos marca el camino. Ayúdanos a escucharle, a negarnos a nosotros mismos, a abrazar la cruz de cada día y a seguirle. ¡Alabado sea el Señor!

