¡Mira como luces! Comentario para matrimonios Lucas 8,16-18

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Evangelio del día

Lectura del santo Evangelio según san Lucas 8,16-18

En aquel tiempo, dijo Jesús al gentío:
«Nadie ha encendido una lámpara, la tapa con una vasija o la mete debajo de la cama; sino que la pone en el candelero para que los que entren vean la luz.
Pues nada hay oculto que no llegue a descubrirse ni nada secreto que no llegue a saberse y hacerse público.
Mirad, pues, cómo oís. Pues al que tiene se le dará y al que no tiene se le quitará hasta lo que cree tener».

¡Mira como luces!

El evangelista relata estas palabras de Jesús después de haber hablado de la llegada del Reino y cómo hay que acogerlo en nuestro corazón. El Reino es Cristo que llega a nuestra vida. Cristo es esa luz que irradia la lámpara. Una luz que no es para esconderla, sino para alzarla con el fin de que alumbre todas nuestras realidades y las transforme. Solo la luz de Cristo puede sanar las heridas que nos hacen tanto daño, y solo la luz de Cristo puede traer la plenitud a la que estamos llamados en nuestra vocación de esposos. Cuando los matrimonios vivimos bajo esa luz nos convertimos en esa lámpara encendida de la que se vale Jesús para iluminar al mundo. Sin esa luz, el mundo no ve, no entiende, su corazón se va embotando cada vez más y termina perdiendo hasta lo que creía tener.

Aterrizado a la vida Matrimonial

Rocio: Luis tenemos que rezar por Lourdes. Hoy al acabar la misa se ha acercado y me ha dicho emocionada que al vernos comulgar juntos con tanta ternura, le ha hecho recordar su matrimonio roto y cómo siente todo lo que ha perdido.
Luis: Rezaremos por ellos. Para Dios no hay nada imposible. Nosotros también podríamos haberlo perdido todo si Cristo, por su Gracia, no nos hubiese iluminado. De esta manera descubrimos lo que estábamos haciendo mal y nos mostró todo lo que tenía para darnos.
Rocío: Es verdad… La relación con tu familia era causa de tantas discusiones y heridas… ¡podíamos haberlo perdido todo!
Luis: Doy gracias a Dios por iluminar cada día nuestra vida.

Madre,

Guíanos hacía tu Hijo, para que Su luz nos ilumine y sepamos qué debemos cambiar en nosotros y así dar gloría a Dios con nuestra vida. ¡Gracias Madre! ¡Alabado sea el Señor!

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