Un mundo light y sin cafeína. Comentario del Evangelio para Matrimonios: Lucas 7, 31-35

Un mundo light y sin cafeína.

Es habitual refugiarse en una actitud crítica, para justificar la tibieza de la fe y la dureza de corazón en nuestro matrimonio.
La falta de coherencia es un signo de que no se vive en la verdad. Si no hago lo que pienso, acabo pensando según lo que hago. Entre matrimonios es habitual el “ni contigo, ni sin ti”. La incoherencia lleva a una queja constante, porque no alcanza ninguna solución estable.

No podemos conformarnos con una fe de estantería ni con un matrimonio de “vivir bajo el mismo techo y compartir unos hijos”. La fe es para vivirla en nuestro matrimonio y en nuestras familias.

Cuando miramos a los matrimonios de alrededor, nos asombramos de lo mal que están las cosas. Pero cuando leemos lo que el magisterio de la Iglesia dice sobre el matrimonio, buscamos una explicación light y descafeinada que justifique nuestra realidad. Parece que no va con nosotros. Eso es muy complicado… eso será para los santos…

El resultado, es un matrimonio mediocre, al que le falta «azúcar» que lo endulce (el cariño nunca sobra) y «cafeína» para que le dé vigor (la ilusión y el deseo son el motor). San Juan Pablo II nos pone metas como la que veíamos este fin de semana con un grupo de matrimonios: “se ven y se conocen a sí mismos con toda la paz de la mirada interior, que crea precisamente la plenitud de la intimidad de las personas” (Catequesis 02/01/80). Queremos conocernos en la verdad de lo que somos y alcanzar la plenitud de esa intimidad. Ahí encontraremos la paz, la estabilidad. Queremos de eso! Y queremos muchas otras cosas más.

¡Esposos! San Juan Pablo II toca y no bailamos. Nuestra Madre Iglesia nos avisa de los peligros de la situación que viven las familias de hoy, y no lloramos.

Señor, envíanos tu Espíritu. Que tu carne nos dé la fuerza y tu sangre nos purifique. ¡Prende fuego en nuestros corazones! No queremos vivir un sucedáneo. Queremos ser “discípulos de la sabiduría” y darle la razón. San Juan Pablo II, ruega por nosotros.

Oramos con el salmo: Que la palabra del Señor es sincera, y todas sus acciones son leales; él ama la justicia y el derecho y su misericordia llena la tierra.

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