Siembra generosa. Comentario para Matrimonios: Juan 12, 24-26

EVANGELIO

A quien me sirva, el Padre lo honrará.
Lectura del santo Evangelio según san Juan 12, 24-26

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«En verdad, en verdad os digo: si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda infecundo; pero si muere, da mucho fruto.
El que ama a sí mismo, se pierde, y el que se aborrece a sí mismo en este mundo, se guardará para la vida eterna. El que quiere servirme, que me siga, y donde esté yo, allí también estará mi servidor; a quien me sierva, el Padre lo honrará».

Palabra del Señor.

Aviso:

Siembra generosa.

Celebramos hoy el día de San Lorenzo, mártir. El Evangelio nos propone ser trigo que cae en tierra y muere para dar mucho fruto. San Pablo en la primera lectura, dice una frase muy reveladora: “El que siembra tacañamente, tacañamente cosechará; el que siembra generosamente, generosamente cosechará”. Pues así son las cosas del Señor, en la medida que te entregues, así recibirás.

Esta ley se cumple también en el Sacramento del Matrimonio, como camino de santidad que es: Si me entrego a mi esposo tacañamente, tacañamente cosecharé. Si mi entrega es generosa, mi cosecha lo será también y dará fruto abundante.

Aterrizado a la vida matrimonial:

María (abuela de Pedro): Pedro ¿Cómo vas con tu amigo ese que tenías problemas?
Pedro: Ahí voy, abuela. Es una persona difícil y provoca muchos conflictos. Pero mis padres dicen siempre, que la relación de amor consiste en poner yo lo que el otro no es capaz de poner. Así se mantiene el vaso siempre lleno.
María: Sabia propuesta la de tus padres.
Pedro: Sí, mi padre siempre dice que eso lo aprendieron del abuelo y de ti. Me cuenta que cuando uno de los dos estaba más nervioso o más enfadado, el otro se ponía más cariñoso y más servicial, para que el amor entre vosotros nunca flojeara.
María: ¡Ay! El abuelo. Cuánto lo echo de menos. Desde que falleció, yo le sigo amando y ofrezco todos los sacrificios por él, para que vaya al cielo y nuestro amor siga vivo eternamente.
Pedro: Qué bonito abuela. Cuando me case, me gustaría tener una esposa como tú.
María: El Señor te bendiga, hijo, con una mujer de Dios.
Pedro: Cuando te mueras, abuela, te prometo rezar por ti, para que Dios te lleve también con el abuelo y estéis eternamente juntos en el cielo.
María: Amén.

Madre,

Me ofrezco como semilla que se hunde humillada en esta Tierra, donde reina lo material, lo frívolo. Haz de mí una espiga fecunda que brote para alimentar a muchos esposos y familias que lo necesitan. Alabado sea mi Maestro, que me enseña día a día el camino del amor. Amén.

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