Me desarmó. Comentario para Matrimonios: Mateo 9, 27-31

EVANGELIO

Jesús cura a dos ciegos que creen en él.
Lectura del santo evangelio según san Mateo 9, 27-31

En aquel tiempo, dos ciegos seguían a Jesús, gritando:
«Ten compasión de nosotros, hijo de David».
Al llegar a la casa se le acercaron los ciegos, y Jesús les dijo: –
«¿Creéis que puedo hacerlo?».
Contestaron:
«Sí, Señor».
Entonces les tocó los ojos, diciendo:
«Que os suceda conforme a vuestra fe».
Y se les abrieron los ojos. Jesús les ordenó severamente:
«¡Cuidado con que lo sepa alguien!».
Pero ellos, al salir, hablaron de él por toda la comarca.

Palabra del Señor.

Para ver los próximos RETIROS Y MISIONES pincha aquí:  http://wp.me/P6AdRz-D1

Me desarmó.

Allá donde Jesús está, sana. Es una característica connatural, forma parte de Su naturaleza, Él es compasivo y misericordioso. Son los signos de Su presencia. Por tanto, si no hay sanación en mi vida, es porque no está Él, no le estoy dejando estar conmigo. Por el Sacramento del Matrimonio, nos administramos el Amor de Cristo el uno al otro, y el Sacramento es sanante. Pero no sanamos nosotros por nuestros medios, corrigiendo e insistiendo una y otra vez a ver si cambia ¡No! Eso ahoga, exaspera, hunde. Lo que sana, es el Amor que Cristo me entrega por el Sacramento para que yo se lo administre a mi esposo. En definitiva, cuánto bien hace un esposo santo a su cónyuge.
Los que mejoran el mundo de verdad, son los santos. El Señor, por mi Sacramento me ofrece el poder de amar a mi esposo con Su Amor. Que yo me llene de Su gracia, tenga fe, y me esfuerce. El resto será obra Suya.

Aterrizado a la vida matrimonial:

Marisa: Antes no estaba el Señor en nuestro matrimonio, aunque yo creía que sí. Pero en realidad me creía autora de lo que acontecía y me creía necesaria. Entonces comprendí el Corazón de Jesús. Cómo Él sana acogiendo, acercándose, tocando. La gente, por muy pecadora que fuese, se sentía a gusto con Él y se le acercaba. Me di cuenta que mi esposo no estaba a gusto conmigo y no se me acercaba. El amor de Cristo no estaba en mí. Estaba mi vanidad y mi perfeccionismo.
Matrimonio Tutor: Eso que estás diciendo, Marisa, es el resultado de mucha luz del Espíritu Santo. Da muchas gracias a Dios. Pero, sigue, por favor.
Marisa: Tenía que ordenar mis tendencias vanidosas para dejar que actuase Cristo. Acudía con mucha frecuencia a los sacramentos, me esforzaba por acoger a mi esposo pecador, el que me asignó Dios. Oraba en estas actitudes: Señor ayúdame a acogerlo como Tú. Y muchas veces superando las pasiones que me arrastraban, me esforzaba para que se sintiese a gusto conmigo. No le iba a intentar mejorar si él no me lo pedía. Sólo acoger con cariño para que se sintiese a gusto. Sólo que desease estar conmigo como si fuera Cristo. Y esa fue mi batalla. Me di cuenta de lo vanidosa que estaba siendo.
Rafael (Esposo de Marisa): Cuando vi que un día y otro día se esforzaba por estar agradable para mí, luchaba por ello, y poco a poco el Señor la iba sanando, y empezaba a estar a gusto de verdad, me relajé. Bajé mi escudo, y me quité la armadura. Literalmente “me desarmó”. Y empecé a ver en ella la ayuda adecuada que necesitaba en mi vida. Pasé de estar solo a estar juntos. Y el Señor, me sanó.

Madre,

Cristo siempre sana. Si no hay sanación, es que no está Cristo. Tenemos que descubrir qué hemos hecho con Él, por qué lo hemos relegado, pero si está Él, Él sana, Él une. Alabado sea el Señor, que está siempre presente entre nosotros para nuestra salvación.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *