Los matrimonios a los que Jesús promete la dicha. Comentario del Evangelio para Matrimonios: Lucas 12, 35-38

EVANGELIO
Dichosos los criados a quienes el señor, al llegar, los encuentre en vela

Lectura del santo evangelio según san Lucas 12, 35-38
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
-«Tened ceñida la cintura y encendidas las lámparas; vosotros estad como los que aguardan a que su señor vuelva de la boda, para abrirle apenas venga y llame.
Dichosos los criados a quienes el señor, al llegar, los encuentre en vela; os aseguro que se ceñirá, los hará sentar a la mesa y los irá sirviendo.
Y, si llega entrada la noche o de madrugada y los encuentra así, dichosos ellos.»

Palabra del Señor.

Los matrimonios a los que Jesús promete la dicha.

Son diametralmente opuestas la actitud que propone hoy Jesús para los esposos cristianos y la que aparece en el Génesis protagonizada por Adán y Eva después del primer pecado.
Ellos se escondieron porque escucharon a Dios que se acercaba: (Gen 3, 8-10) “Oyeron al Señor Dios que se paseaba por el jardín tomando el fresco. El hombre y su mujer se escondieron entre los árboles del jardín, para que el Señor Dios no los viera. Pero el Señor Dios llamó al hombre: —¿Dónde estás? Él contestó: —Te oí en el jardín, me entró miedo porque estaba desnudo, y me escondí.”

Decía San Juan Pablo II que el Creador es “el lugar de la totalidad, el hogar de todos los encuentros y de todos los hombres. Fuera de este sitio, son hombres sin hogar”.
El hombre sin Dios se encierra en sí mismo, pero la tragedia es que ni siquiera dentro de él mismo encuentra cobijo. La grieta que le separa de Dios le rompe por dentro. Se enzarza en una lucha sin tregua consigo mismo, pierde la paz interior: “Estaba en conflicto conmigo mismo, separado de mí mismo” (San Agustín).

Es incapaz de dominarse a sí mismo, de poseerse a sí mismo y por tanto, es incapaz de entregarse con todo su ser.

Jesús propone que reconozcamos nuestra filiación divina, que estamos esperando al Señor que vuelve de su boda, de su entrega esponsal a la Iglesia. Dependemos de su intervención para salvarnos. Por tanto, debemos ser exigentes. Seguir nuestro camino de esposos a Su imagen. Formarnos sobre nuestra vocación para conocer el plan de Dios para los esposos, mantener la relación de intimidad con Él rezando juntos y trabajar: Ceñirse es lo que hacían con la túnica cuando iban a trabajar o se ponían en camino. Trabajar nuestro matrimonio, poner en práctica lo que aprendemos, luchar día a día por ser mejores esposos, ponernos metas.

Hoy el Señor nos habla del Amor, un Amor que no puede ser abandonado, el amor es grande, delicado, necesita los mejores cuidados cada día como el mejor tesoro.
Para ello tenemos que ser exigentes.
Amar es buscar el bien integral del otro. El que ama y sólo el que ama, conoce bien a la persona amada, porque la conoce no sólo como aparece sino como es por dentro, y más aún conoce “su posible”, aquello que puede y “debe” llegar a ser.
El que ama no sólo conoce lo que la persona amada puede llegar a ser, sino que “le ayuda a ello”, le ayuda a que desarrolle todas las potencialidades que tiene y que muchas veces ignora, le ayuda a que sea lo que puede llegar a ser.
Esto requiere una dedicación continua con mucha delicadeza, entrega de si… amor

Que cuando venga el Esposo, nos encuentre trabajando nuestra relación conyugal a Su imagen. Entonces será Él quien llene nuestro matrimonio, quien nos siente a la mesa y nos haga participar de Su banquete nupcial, nos haga saborear los mejores manjares del verdadero matrimonio. “dichosos ellos”.

Oramos por los frutos del sínodo de la familia:
http://proyectoamorconyugal.wordpress.com/2014/09/30/oracion-a-la-santa-familia/

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