El truco de Ana. Comentario para Matrimonios: Lucas 2, 36-40

EVANGELIO

Hablaba del niño a todos los que aguardaban la liberación de Jerusalén.
Lectura del santo Evangelio según san Lucas 2, 36-40

En aquel tiempo, había una profetisa, Ana, hija de Fanuel, de la tribu de Aser, ya muy avanzada en años. De joven había vivido siete años casada, y luego viuda hasta los ochenta y cuatro; no se apartaba del templo, sirviendo a Dios con ayunos y oraciones noche y día. Presentándose en aquel momento, alababa también a Dios y hablaba del niño a todos los que aguardaban la liberación de Jerusalén.
Y, cuando cumplieron todo lo que prescribía la ley del Señor, Jesús y sus padres volvieron a Galilea, a su ciudad de Nazaret. El niño por su parte, iba creciendo y robusteciéndose, lleno de sabiduría; y la gracia de Dios estaba con él.

Palabra del Señor.

 

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El truco de Ana.

La profetisa Ana alababa también a Dios. Ella estaba centrada en Dios y la alabanza es una muestra de ello. Cuando alabamos nos liberamos de todo, porque nos centramos solo en Dios. Nos descentramos de nosotros mismos para poner nuestra atención en Dios. De hecho, es Dios quien pone las palabras en nuestra boca, ni siquiera eso lo ponemos nosotros. Él infunde esas palabras y esos sentimientos en nuestro corazón y nosotros lo expresamos. Gracias Señor por permitirnos alabarte.

Aterrizado a la vida matrimonial:

Ana: He descubierto un truco que me funciona genial. ¿Te lo cuento?
Alfredo: Muy bien. Cuenta, cuenta.
Ana: Cuando me viene algún pensamiento negativo hacia ti, me pongo a alabar al Señor. Me pongo músicas de adoración o de alabanza. Todo lo que pasa por mi cabeza y mi corazón es esta alabanza a Dios. Y ¿Sabes qué ocurre?
Alfredo: Que se te pasan tus malos pensamientos.
Ana: Exactamente. ¿No es genial?
Alfredo: Sí, lo practicaré yo también. Recuerdo que a eso le llamaba San Juan de la Cruz los movimientos anagógicos. Consiste en apartar el alma de las situaciones de tentación y centrarla sólo en Dios. Él dice que al alma no habita donde anima, sino donde ama. De esta manera, aparta al alma del alcance del demonio y se centra sólo en el Amor.
Ana: Anda, pues mira por dónde, he llegado a la misma conclusión que San Juan de la Cruz. Ni más ni menos.
Alfredo: Ni más ni menos… jajaja

Madre,

¿Qué hay más importante que alabar a Dios? Nada. Pues deseamos alabarle en todo y con todo lo que hacemos. ¡Alabado sea el Señor!

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