El hueco que dejaste. Comentario para Matrimonios: Juan 6, 51-58

EVANGELIO

Mi carne es verdadera comida, y mi sangre es verdadera bebida
Lectura del santo Evangelio según san Juan 6, 51-58

En aquel tiempo, dijo Jesús a los judíos:
«Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo; el que coma de este pan vivirá para siempre. Y el pan que yo daré es mi carne para la vida del mundo».
Disputaban los judíos entre sí:
«¿Cómo puede este darnos a comer su carne?».
Entonces Jesús les dijo:
«En verdad, en verdad os digo: si no coméis la carne del Hijo del hombre y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros. El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día.
Mi carne es verdadera comida, y mi sangre es verdadera bebida.
El que come mi carne y bebe mi sangre habita en mí y yo en él.
Como el Padre que vive me ha enviado, y yo vivo por el Padre, así, del mismo modo, el que me come vivirá por mí.
Este es el pan que ha bajado del cielo: no como el de vuestros padres, que lo comieron y murieron; el que come este pan vivirá para siempre».

Palabra del Señor.

Avisos:

El hueco que dejaste.

Parece una locura y sin embargo es una locura de Amor. Parece mentira y sin embargo, es la mayor Verdad. Parece imposible y sin embargo, Tú Señor, lo has hecho posible. Pues si imposible era que Tú, tan grande, te hicieses pan ¿cómo no vas a poder hacerme a mí, tan pequeño, parte de Ti? Parece imposible, pero Tú lo harás.
Eso celebro hoy, Señor. Que Tu locura de amor no tiene límites y que has querido fijarte en mí. Tú quieres que yo también me haga pan para mi esposo, que caiga en tierra y muera, para que por mi sacrificio, unido al Tuyo, mi esposo viva. Mi matrimonio es el hueco que dejaste en Tu Sacrificio para que me pudiera unir Contigo a él. Por mi matrimonio querías hacerme protagonista de Tu obra.
Los esposos hacemos también nuestra eucaristía en la acogida y entrega mutuas. Así, nuestra eucaristía se alimenta de Tu Eucaristía.
¡Qué locura! Cómo has querido Señor que se entrelacen nuestras vidas, nuestros corazones, nuestros sacrificios. Es una locura la Tuya que arrastra mi corazón y se lo lleva Contigo.

Aterrizado a la vida matrimonial:

Mercedes: (El lunes) Paco, a qué Misa vas hoy.
Paco: No sé. Me escuece un poco la garganta. Prefiero quedarme en casa y reservarme.
Mercedes: Vale, pues me voy yo.
Mercedes: (Al día siguiente) Paco, ¿Vas a ir hoy a la Eucaristía?
Paco: No, Mercedes. Sigo cuidándome a ver si se me pasa.
Mercedes: (El viernes de aquella semana) Paco ¿Me echas una mano para subir la ropa de invierno al altillo?
Paco: ¿Tiene que ser hoy?
Mercedes: Sí, porque no se va a quedar rodando. No tengo dónde dejarla.
Paco: Pero bueno, no me das opción. Cuando se preguntan las cosas, es con la posibilidad de decir que no ¿no te parece? Me estás forzando a hacer algo que no quiero hacer ahora.
Mercedes: Paco ¿Qué te pasa? ¡No te reconozco! Tus respuestas parecen las del antiguo Paco.
Paco: (Después de un largo silencio) Sí, tienes razón, Mercedes. Es que, llevo toda la semana sin ir a la Eucaristía por curarme este resfriado. Al final, no me lo he curado y encima, me falta el alimento y estoy cayendo en mis antiguos pecados. Hoy me doy cuenta una vez más de que no soy nada. Sin la Eucaristía sucumbo.
Mercedes: Claro, ahora lo entiendo. Venga, que te llevo en coche a misa esta tarde. ¿Te parece?
Paco: Alabado sea el Señor. Él es la fuente de nuestro amor.

Madre,

Me puede faltar todo en la vida, me puede faltar hasta la vida, pero nunca quiero que me falte el deseo de amarle hasta el final. Hasta la locura te amo, Señor. Ya no quedan dudas en mi corazón de que te amo, Señor. Alabado sea el Señor.

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