De conocer a valorar. Comentario para Matrimonios: Lucas 21, 1-4

EVANGELIO

Vio una viuda pobre que echaba dos monedillas.
Lectura del santo Evangelio según san Lucas 21, 1-4

En aquel tiempo, Jesús, alzando los ojos, vio unos ricos que echaban donativos en el tesoro del templo; vio también una viuda pobre que echaba dos monedillas y dijo:
«En verdad os digo que esa viuda pobre ha echado más que todos, porque todos esos han contribuido a los donativos con lo que les sobra, pero ella, que pasa necesidad, ha echado todo lo que tenía para vivir».

Palabra del Señor.

 

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De conocer a valorar.

No se puede valorar lo que entrega una persona, o lo que se entrega una persona, si no se está en su corazón. Exteriormente puede parecer una cosa, pero Jesús, que ve el interior, descubre el valor de lo que no se ve.
Quizás estemos demasiado habituados a valorar a nuestro esposo por lo que se da aparentemente: Mido, comparo… juzgo y sentencio. Pero quizás me falta ese acto de amor de profundizar y descubrir lo que hay en su corazón. Lo que le cuesta, lo que se esfuerza, lo que no es capaz de ver… Es imposible descubrir el valor de mi esposo si no purifico mi corazón y me esfuerzo por conocerle.
Profundizando en él/ella, descubriré el don.

Aterrizado a la vida matrimonial:

Ana: Carlos, tengo la sensación de que no me quieres.
Carlos: ¿Por qué?
Ana: Porque sabes que estoy cansada, te he dicho que faltaba pan para mañana y lechuga para esta noche, y no te has ofrecido a bajar tú. Al final he tenido que bajar yo mientras tú estabas aquí descansando.
Carlos: Ana, yo te quiero mucho, y me importas mucho.
Ana: Bah! Palabras y más palabras bonitas, pero a la hora de la verdad, no te importo.
Carlos: Ana, estás nerviosa y creo que ahora no es momento de hablar. Cuando quieras lo comentamos.
(Al día siguiente)
Carlitos (Hijo de Carlos y Ana): Mamá, ¿Ya está bien Papá?
Ana: ¿Bien de qué?
Carlitos: Ayer me dijo que tenía fiebre mientras nos bañaba. Y aunque se encontraba muy mal, dijo que quería recoger la casa antes de que subieras de la compra, porque estabas muy cansada.
Ana: (Piensa: Vaya, Señor, qué mal juzgué ayer a Carlos. Pobre… Estoy deseando que llegue del trabajo para pedirle perdón y darle un abrazo).

Madre,

Qué bonito es poder profundizar el uno en el otro. Has puesto un gran misterio en cada hombre y en cada mujer. Todo un tesoro. Todo un don. Alabado sea Dios que sabe mirar en nuestros corazones y apreciar nuestra riqueza interior.

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