Custodiar la pureza. Comentario para Matrimonios: Lucas 6, 39-42

EVANGELIO

¿Acaso puede un ciego guiar a otro ciego?
Lectura del santo Evangelio según san Lucas 6, 39-42

En aquel tiempo, dijo Jesús a los discípulos una parábola:
«¿Acaso puede un ciego guiar a otro ciego? ¿No caerán los dos en el hoyo?
No está el discípulo sobre su maestro, si bien, cuando termine su aprendizaje, será como un maestro.
¿Por qué te fijas en la mota que tiene tu hermano en el ojo y no reparas en la viga que llevas en el tuyo? ¿Cómo puedes decirle a tu hermano: «Hermano, déjame que te saque la mota del ojo», sin fijarte en la viga que llevas en el tuyo? ¡Hipócrita! Sácate primero la viga de tu ojo, y entonces verás claro para sacar la mota del ojo de tu hermano».

Palabra del Señor.

 

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Custodiar la pureza.

Ciego, así es como estoy cuando salgo del estado de pureza del corazón y acojo la impureza que sale de él. Es como una oscuridad que me envuelve y me transforma. Un mal pensamiento lleva a otro, y éste a otro y éste a un acto pecaminoso… Es la cadena del mal que me arrastra y me lleva “a donde no quiero”.
En un vídeo de las recientes inundaciones de Toledo, se ve cómo en un chalet, comienza a entrar agua por el hueco entre la puerta y el murete. De repente, cae el murete y entra el agua a lo bestia arrasando todo lo que se encuentra por delante e inundando la casa en un santiamén. Así es el mal, en cuanto dejo que entre, se instala la viga en mi ojo, todo lo veo oscuro y acaba arrasando con mucho más de lo que yo esperaba. Luego toca limpiar el fango…
Así que, mantengamos nuestra mirada limpia, para ver con claridad y así además, poder ayudar a otros. El estado de gracia es maravilloso. Todo se ve hermoso, hay alegría, hay paz, paciencia… y todos los frutos del Espíritu Santo. Me esforzaré por custodiar ese estado de pureza en mi corazón.

Aterrizado a la vida matrimonial:

Julia: Jaime, cuántas veces te corrijo por el orgullo de que es la tercera o cuarta vez que te lo digo y no me has hecho caso. Cuántas veces por la vanidad de creer que yo lo haría mejor. Cuántas veces te corrijo por el egoísmo de que algo de ti me molesta y quiero que desaparezca para mi comodidad, en lugar de esforzarme por comprenderte, por ayudarte y animarte a ser más santo.
Jaime: Gracias, Julia. Me admira la humildad de tus palabras. Sólo escucharte me hace confiar más en ti, a pesar de que lo que me estás diciendo no es bueno. Pero al ver que Dios te ilumina sobre tus pecados, te siento más capacitada para ayudarme a ver los míos. Es curioso que, mientras me presentas lo peor de ti, crece en mí la confianza hacia ti.

Madre,

Cuánto te debe hacer sufrir nuestra soberbia. Madre querida, por tu misericordia, despeja nuestra mirada pecadora lo suficiente para que podamos ver nuestra verdad y actuar en consecuencia. Te lo pedimos por Jesucristo Nuestro Señor.

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