Comentario del Evangelio para Matrimonios: Jn 10, 1-10

Cualquier salida no es buena:

“Os aseguro que el que no entra por la puerta en el aprisco de las ovejas, sino que salta por otra parte, ése es ladrón y bandido”
Puestos a alimentarnos de los pastos del amor, los del Padre son los auténticos, y Jesús es el buen pastor que nos dirige hacia ellos.

Hoy celebramos la Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones. Esto incluye la nuestra. Todas son vocaciones al amor y hay una puerta que nos lleva a ellas. Sólo hay una por la que Jesús nos saca de nosotros mismos.

Lo primero es reconocer el don de Dios en mí mismo. Decía San Irineo: “En el principio Dios creó al hombre para tener a alguien en quien depositar sus beneficios”.
Entender que yo soy una creatura, a la que Dios ama por mí mismo, y en la que Dios ha depositado sus beneficios. Eso es lo que me da la dignidad. Por tanto, lo primero es dar gracias a Dios por el don de mí mismo y por la vida que me entrega.

En segundo lugar, como vienen a decir Carl A. Anderson y José Granados en su libro Llamados al Amor, entender que mi esposo (en genérico) es un don precioso para Dios que me lo ha entregado. También yo soy un don precioso que Dios entrega a mi esposo. Por tanto, el amor que compartimos, no sería verdadero amor si rechazáramos esta dimensión trascendente. Disfrutamos de la maravilla del amor humano porque nuestra relación mutua es a la vez una relación con Dios.

Esta visión de nuestra relación de amor, entendida en cualquier experiencia cotidiana, hace que la vivamos de otra manera. No es lo mismo salir del aprisco de mi soledad de la mano del Señor, que me mostrará el camino del matrimonio, que de la mano de cualquier otra ideología o costumbre por muy extendida que esté, porque a lo mejor me están robando la felicidad. “Yo soy la puerta: quien entre por mí se salvará… yo he venido para que tengan vida y la tengan abundante.”

Señor, vamos a Tu Corazón cada día. Te seguimos. Refúgianos en Él porque es el único lugar donde Tú nos tienes a salvo de las tempestades y las corrientes arrolladoras del mundo, del demonio y de la carne.
Nosotros estamos en el mundo, pero nuestro corazón está y quiere estar en el Tuyo. No nos dejes.

Oremos hoy especialmente por nuestra vocación, para que la vivamos santamente con el don de nuestro/a esposo/a como ayuda adecuada. Te pedimos Padre también, por nuestros hijos, para que elijan su vocación acompañados y guiados por el buen Pastor.

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