Ante la tentación… Comentario para Matrimonios: Juan 3, 13-17

EVANGELIO

Tiene que ser elevado el Hijo del Hombre.
Lectura del santo Evangelio según san Juan 3, 13-17

En aquel tiempo, dijo Jesús a Nicodemo:
«Nadie ha subido al cielo sino el que bajó del cielo, el Hijo del hombre.
Lo mismo que Moisés elevó la serpiente en el desierto, así tiene que ser elevado el Hijo del hombre, para que todo el que cree en él tenga vida eterna.
Porque tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Unigénito, para que todo el que cree en él no perezca, sino que tenga vida eterna.
Porque Dios no envió a su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él.
El que cree en él no será juzgado; el que no cree ya está juzgado, porque no ha creído en el nombre del Unigénito de Dios».

Palabra del Señor.

 

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Ante la tentación…

Ante la tentación, miro a la Cruz, y las serpientes no me matan. Esto ¡Es real!

Aterrizado a la vida matrimonial:

Testimonio de Álvaro:
Mirar a Cristo en la Cruz me salva, cada vez.
– Le miro cuando me siento abandonado y no me siento querido, y me salva, porque ahí le veo amándome como nadie jamás me ha amado ni me amará. Y mi corazón vuelve a llenarse.
– Le miro cuando sufro, y me salva, porque veo cómo Él se une a mí en el sufrimiento, y me siento unido a Él en Su maravillosa obra redentora.
– Le miro cuando soy despreciado, y me salva, porque Él convirtió el camino de la humillación en camino fecundo, de amor y de salvación.
– Le miro cuando estoy triste, y me salva, porque descubro que no tengo derecho a estarlo. Entonces me lleno de alegría en Dios, mi salvador.
– Le miro cuando siento desesperanza, y me salva, porque me deja tan claro que no me va a abandonar nunca, pase lo que pase…
– Le miro como esposo, y me salva, porque me enseña el camino del amor, el del verdadero Esposo.
– Le miro cuando me atrae algo que no debería, y me salva, porque en Sus llagas descubro la belleza mayor del Amor con mayúsculas, que me atrae más que cualquier otra cosa.
– Le miro cuando me cuesta perdonar, y me salva, porque descubro lo que entregó Él para instituir el perdón. ¿Cómo voy a rechazarlo?
– Y así… me salva. Siempre me salva.

Madre,

Qué fuerza tan grande tiene la entrega del Unigénito de Dios, que lo puede todo. Qué poco reconocemos el valor del don de la Cruz. Muéstranos Tú la grandeza de este inmenso don de Dios. Alabado sea por siempre. Amén.

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