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3 tentaciones, 3 fuentes y 3 armas. Comentario del Evangelio para Matrimonios: Mateo 4, 1-11

EVANGELIO
Jesús ayuna cuarenta días y es tentado
Lectura del santo Evangelio según san Mateo 4, 1-11

En aquel tiempo, Jesús fue llevado al desierto por el Espíritu para ser tentado por el diablo. Y después de ayunar cuarenta días con sus cuarenta noches, al fin sintió hambre.
El tentador se le acercó y le dijo:
« Si eres Hijo de Dios, di que estas piedras se conviertan en panes».
Pero él le contestó:
«Está escrito: «No sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios»».
Entonces el diablo lo llevó a la ciudad santa, lo puso en el alero del templo y le dijo:
«Si eres Hijo de Dios, tírate abajo, porque está escrito: «Ha dado órdenes a sus ángeles acerca de ti y te sostendrán en sus manos, para que tu pie no tropiece con las piedras»».
Jesús le dijo:
«También está escrito: «No tentarás al Señor, tu Dios»».
De nuevo el diablo lo llevó a una monte altísimo y le mostró los reinos del mundo y su gloria, y le dijo:
«Todo esto te daré, si te postras y me adoras».
Entonces le dijo Jesús:
«Vete, Satanás, porque está escrito: «Al Señor, tu Dios, adorarás y a él solo darás culto»».
Entonces lo dejó el diablo, y he aquí que se acercaron los ángeles y lo servían.

Palabra del Señor.

3 tentaciones, 3 fuentes y 3 armas.
(Nota: Se hace uso genérico del masculino para designar la clase sin distinción de sexos.)

El Espíritu no se equivocó llevando a Cristo al desierto para ser tentado. Es en las tentaciones donde superamos las pruebas en las que demostramos que elegimos a Dios sobre todas las cosas. Si hay tentaciones es porque proceden de algún sitio: Del mundo, del Demonio o de la Carne. Son las tres fuentes de tentaciones. En última instancia, el Demonio está detrás de todas ellas. Son las mismas tentaciones que recibe Jesús: Una que procede de una necesidad corporal, otra en la que el Demonio le incita a desviarse de su vocación de Salvador como Siervo de Dios, recurriendo a su condición Divina, y una tercera en la que se le ofrece el poder sobre el mundo.

Éstas mismas tres, son las que atentan contra nuestro matrimonio: Las pasiones y deseos desordenados (fundamentalmente mediante el deseo sexual), el afán por las cosas del mundo que absorben nuestras ilusiones y aspiraciones (El poder, las riquezas, los triunfos, la imagen personal…), y los engaños del Demonio que intenta desviarnos también de nuestra vocación (La búsqueda de la felicidad fuera de nuestro matrimonio, incluso la búsqueda de Dios fuera de nuestra vocación).

Para superar las tentaciones, tenemos fundamentalmente tres armas: La Palabra, la oración y el sacrificio. La Palabra es la revelación a través de la que educamos nuestras conciencias para tener clara la voluntad de Dios en cada momento y saber cómo Dios pensó el matrimonio. La oración y los sacramentos que nos dan la gracia y el poder para superarlas. Y el sacrificio, la renuncia que me ayuda en el autodominio que me libera de las pasiones y deseos desordenados.

Estas tres armas son las que utilizamos en Proyecto Amor Conyugal para construir un matrimonio verdadero, sobre roca.

Madre,
Qué poco nos gustan las tentaciones, porque nos muestran nuestra debilidad, pero tenemos que aprender a verlas también como oportunidades para demostrar que amamos a Dios y a nuestro esposo. Sólo en los momentos de tentación, tenemos oportunidad de amar de verdad. Tengo que tomarme más en serio esa lucha contra las tentaciones, porque es donde me lo juego todo. Cuento con Tu ayuda, Madre. Amén.

Autoridad contra el mal. Comentario del Evangelio para Matrimonios: Lucas 4, 31-37

EVANGELIO
Sé quién eres: el Santo de Dios

Lectura del santo Evangelio según san Lucas 4, 31-37
En aquel tiempo, Jesús bajó a Cafarnaún, ciudad de Galilea, y los sábados les enseñaba.
Se quedaban asombrados de su enseñanza, porque su palabra estaba llena de autoridad.
Había en la sinagoga un hombre poseído por un espíritu de demonio inmundo y se puso a gritar con fuerte voz:
-«¡Basta! ¿Qué tenemos que ver nosotros contigo, Jesús Nazareno? ¿Has venido a acabar con nosotros? Sé quién eres: el Santo de Dios».
Pero Jesús le increpó diciendo:
-«¡Cállate y y sal! de él».
Entonces el demonio, tirando al hombre por tierra en medio de la gente, salió sin hacerle daño.
Quedaron todos asombrados y comentaban entre sí:
-« ¿Qué clase de palabra es esta? Pues da órdenes con autoridad y poder a los espíritus inmundos, y salen».
Y su fama se difundía por todos los lugares de la comarca.

Palabra del Señor.

Autoridad contra el mal.
(Nota: Se hace uso genérico del masculino para designar la clase sin distinción de sexos.)

El Demonio conoce perfectamente a Dios. Reconoce a Jesús inmediatamente, cosa que muchos del pueblo de Israel no eran capaces de hacer. Y el Demonio teme a Dios, porque sabe que no tiene ningún poder ante Él.

Pero ¿Y yo? ¿Tengo fuerza ante el Demonio?. Está claro que él es mucho más inteligente que nosotros y tiene mucho más poder. Pero Dios nos ha hecho libres, y eso significa que me ha dado el poder para decidir (autodeterminación), es decir, que los malos espíritus no pueden hacer nada contra mí si yo no les abro la puerta. Es impresionante saber que cada vez que el mal ha entrado en mí es porque se lo he permitido.

Los demonios lo que hacen es vestirme de bien aquello que destruye el amor, mediante razonamientos. En las tentaciones a Jesús, utilizó textos de la Palabra de Dios, desviando su sentido verdadero. ¿Qué no hará conmigo?.

En mi matrimonio utiliza constantemente argumentos para compararme con mi esposo, para valorar sus acciones, convencerme de mis derechos… Tengo que estar atento a todos estos razonamientos y plantearme si me llevan a amar más a mi esposo o no. Si aportarán un bien común o no. A veces es tan sencillo como esto.

Pero aun así, puede que se me cuele por muchos huecos, distracciones y puede que mis propias debilidades abran la puerta de mi corazón a los malos espíritus a pesar de que soy consciente de que no estoy haciendo lo correcto.

Por eso es tan importante contar con el poder de la Palabra, que transforma el corazón y por lo tanto, la vida. Esa de la que dicen en el Evangelio: -«¿Qué clase de palabra es esta? Pues da órdenes con autoridad y poder a los espíritus inmundos, y salen». Tiene autoridad, porque va en nombre del que le ha enviado; que habla no para lucirse, sino con el corazón porque ama a sus receptores; expresada con convicción porque es consecuencia de una verdad vivida… Es la palabra del Señor, la que leemos juntos los esposos todos los días, la que nos va educando, mostrando la verdad y dando fuerzas, porque nos habla con autoridad.

Madre:
Protégenos del Maligno, instrúyenos en las sendas de Jesús, para que teniendo nuestro corazón abierto a Dios, contemplando al Señor, no nos distraigamos con otras opciones. Para que llenos del Señor no dejemos hueco para el Maligno. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén.

4 actitudes. Comentario del Evangelio para Matrimonios: Mateo 13, 1-9

EVANGELIO
Cayó en tierra buena y dio fruto

Lectura del santo Evangelio según san Mateo 13, 1-9
Aquel día, salió Jesús de casa y se sentó junto al mar. Y acudió a él tanta gente que tuvo que subirse a una barca; se sentó y toda la gente se quedó de pie en la orilla.
Les habló mucho rato en parábolas:
-«Salió el sembrador a sembrar. Al sembrar, una parte cayó al borde del camino; vinieron los pájaros y se lo comieron.
Otra parte cayó en terreno pedregoso, donde apenas tenía tierra, y, como la tierra no era profunda brotó en seguida; pero, en cuanto salió el sol, se abrasó y por falta de raíz se secó.
Otra cayó entre abrojos, que crecieron y lo ahogaron.
Otra cayó en tierra buena y dio fruto: una, ciento; otra, sesenta; otra, treinta.
El que tenga oídos que oiga».

Palabra del Señor.

4 actitudes.
(Nota: Se hace uso genérico del masculino para designar la clase sin distinción de sexos.)

El borde del camino es la autosuficiencia. Como yo me creo capaz, solo, no dejo que entre su Palabra en mi vida.
El terreno pedregoso es el mundo emocional y las apetencias. Como me apetece o me siento bien, acojo muy rápido la Palabra, pero basta que vengan las dificultades para que esa ilusión se seque y mis propósitos queden en nada.
Los abrojos puede ser el orgullo de defenderme, de creerme importante, de llamar la atención. Cuando mi yo se pone por encima del Señor, su Palabra se ahoga y ya sólo me veo yo y mis razones.
La tierra buena es la humildad, la de entender que soy una creatura de Dios, que todo lo que me ha dado es para darle gloria, para servirle, para que venga su reino. Nada me pertenece, ni yo mismo, y Él es lo único importante. Sólo Dios basta.

En mi matrimonio, como camino del amor, existen estos mismos terrenos para sembrar.
Cuando voy de autosuficiente, no crezco con las diferencias y la riqueza que me aporta mi esposo. No dejo que me complemente.
Cuando vivo el amor desde las emociones y solo amo cuando estoy a gusto y feliz, el amor verdadero entre nosotros no se construye y se seca.
Cuando mi orgullo me hace encerrarme en mis razones, imponerme e intentar dominar, mi yo ahoga el amor.
Cuando creo en el proyecto de amor de Dios que ha creado para mí, cuando pongo mis ilusiones en mi matrimonio como proyecto de santidad y estoy abierto a aprender de mi esposa y acojo cada circunstancia como un medio para crecer… entonces daremos fruto: Ciento o sesenta o treinta.

Madre:
Gracias por hacernos ver este Proyecto de Amor que Dios ha diseñado para mí y para mi esposo, y para tantos esposos. Que no nos resistamos a toda la gracia que Dios quiere darnos a través del don de nuestro Sacramento del matrimonio. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén.

Escuchar, aprender y creer. Comentario del Evangelio para matrimonios: Juan 6, 44-51

EVANGELIO
Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo

Lectura del santo Evangelio según san Juan 6, 44-51

En aquel tiempo, dijo Jesús al gentío: – «Nadie puede venir a mí si no lo atrae el Padre que me ha enviado. Y yo lo resucitaré en el último día. Está escrito en los profetas: «Serán todos discípulos de Dios.» Todo el que escucha al Padre y aprende viene a mí. No es que alguien haya visto al Padre, a no ser el que está junto a Dios: ese ha visto al Padre. En verdad, en verdad os digo: el que cree tiene vida eterna. Yo soy el pan de la vida. Vuestros padres comieron en el desierto el maná y murieron; este es el pan que baja del cielo, para que el hombre coma de él y no muera. Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo; el que coma de este pan vivirá para siempre. Y el pan que yo daré es mi carne para la vida del mundo».

Palabra del Señor.
Escuchar, aprender y creer.
(Nota: Se hace uso genérico del masculino para designar la clase sin distinción de sexos.)

Todo viene del Padre. Él es el dador de todo. La fe obviamente también.
Pero el proceso nos lo enseña el Señor: “Todo el que escucha al Padre y aprende viene a mí”. 1º Escuchar al Padre, 2º Aprender y 3º Creer o ir a Jesús. Si variamos este orden, podemos equivocarnos, como les pasó a los fariseos y no vamos hacia el Señor que es quien nos da la vida eterna. Veamos los posibles caminos erróneos:

Creérselo todo no es bueno. Si no escuchamos, no creeremos en el Dios verdadero, lo sustituiremos por otros dioses falsos: Pulseritas magnéticas que equilibran nuestra vida, el yoga, el control mental, la suerte…

Tampoco es bueno aprender de cualquiera que no haya escuchado la Verdad. Después descubrimos que no somos felices con esos aprendizajes, y nos tocará desaprender para volver a aprender con el esfuerzo que conlleva. Es un camino que hemos experimentado la mayoría, pues mucho de lo que nos pasa es que hemos aprendido malos hábitos.

Y por fin, lo correcto: Escuchar la Palabra de Dios, aprender de los que nos enseña el magisterio de la Iglesia que interpreta correctamente la Verdad y por fin, creer en ello y lanzarnos a vivirlo con toda ilusión y todo interés, para ir a Jesús.

Nuestro sacramento del matrimonio es una vocación, y por tanto una llamada de Dios. Y el problema también en este caso es que no hemos escuchado para aprender y después lanzarnos al abismo. Así nos ha ido… El proceso tiene que ser exactamente el mismo: Primero escuchar juntos lo que Dios nos dice en la Palabra sobre nuestra vida de esposos. Segundo, aprender lo que el magisterio de la Iglesia nos enseña sobre esa interpretación de la Palabra para nuestra vocación. Tenemos ahora una nueva fuente que es la reciente exhortación apostólica Amoris Laetitia del Papa Francisco, un texto de una riqueza impresionante. Y por último creer, es decir, seguir a Jesús, es decir vivir lo aprendido, hacer la Eucaristía.

Madre:
¡Qué Grande es nuestro Padre Bueno! Que se hace pan vivo para alimentarnos. Qué manera más comprometida de quedarse con nosotros. Dios es persona, familia, Padre Y Madre, Esposo, Hermano, Hijo, que nos alimenta, recibimos esa Luz que nos da vida, fuerza… A través de ella experimentamos cómo la Vida brota desde lo más profundo de nosotros, tomamos conciencia de nuestra alma, pues el alimento la hace crecer y estar viva, comprobamos que de ella procede una alegría, un gozo, una confianza, la amplitud de las cosas… Una visión nueva, un matrimonio nuevo. Alabado seas Señor por siempre, te damos gracias por dejarnos el sacramento del amor y la paz, pan vivo que da la Vida.

Sin medida. Comentario del Evangelio para Matrimonios: Juan 3, 31-36

EVANGELIO
El Padre ama al Hijo y todo lo ha puesto en su mano

Lectura del santo Evangelio según san Juan 3, 31-36

El que viene de lo alto está por encima de todos. El que es de la tierra es de la tierra y habla de la tierra. El que viene del cielo está por encima de todos. De lo que ha visto y ha oído da testimonio, y nadie acepta su testimonio. El que acepta su testimonio certifica que Dios es veraz. El que Dios envió habla las palabras de Dios, porque no da el Espíritu con medida. El Padre ama al Hijo y todo lo ha puesto en su mano. El que cree en el Hijo posee la vida eterna; el que no crea al Hijo no verá la vida, sino que la ira de Dios pesa sobre él.

Palabra del Señor.

Sin medida.
(Nota: Se hace uso genérico del masculino para designar la clase sin distinción de sexos.)

Dios le da a Cristo su Espíritu sin medida. A nosotros nos lo da “con medida” y a través de la gracia, mientras que Cristo lo recibe todo por su naturaleza. Eso nos dice Teofilacto.

Hemos recibido el gran don de Dios, el inmenso don de Dios, que es Jesús. Ha venido a traernos todo lo que el Padre le ha dado. ¡Todo!. Así es la sobreabundancia de Dios. Cuando lo acogemos, nos maravillamos al certificar que el Padre es veraz. Y esto lo reconocemos porque lo experimentamos.

Jesús se hace Hombre, ya no hay excusas. El Rostro del Amor de Dios ante nosotros. Vemos su vida, escuchamos sus palabras, paga por nuestras culpas y nos trae el perdón, nos hace parte de Él integrándonos en Su Cuerpo místico, nos deja su Iglesia para que recibamos la fe y la vivamos, nos deja a Su Madre, permanece con nosotros… Y nos deja Su Espíritu, ese que recibió sin medida del Padre, ese que es el mismísimo Amor entre el Padre y el Hijo.

Después de todo esto, entendemos que nos mande: “Que os améis unos a otros como yo os he amado”. De manera que no depende tanto de lo que yo haga por mí mismo, sino de cuánto crea en Él, cuánto confíe en Él y de cuánto me una a Él.

Un matrimonio que vive por Cristo, con Él y en Él, en la unidad del Espíritu Santo para llegar al Padre, experimenta un amor nuevo, que certifica que el Padre es veraz. Se convierten en testigos del Amor, no por ellos, sino por Cristo que vive en ellos. Aceptan el testimonio que el Señor quiere dar a través de ellos. No es fácil, porque Él te lo pide todo… pero a cambio, recibe la vida eterna ¡desde ya!.

Así que, ama a tu esposo por Cristo, con Él y en Él, dejando que te conduzca el Espíritu y experimentarás que Dios es Dios de verdad.

Madre:
Estábamos sobrecogidos ya con los dones que recibimos de Dios en la Creación. Contemplamos el universo, la naturaleza, el milagro del ser humano, el tesoro del amor entre hombre y mujer… Pero cuando envía a Su Hijo, es para reventar de alegría y de gozo. Un don tan increíblemente impresionante… Digno de la mayor alabanza y el mayor agradecimiento. ¿Cómo le podré pagar?. Alabado y bendito seas por siempre Padre, en Tu generosidad infinita, sin medida.