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Verdaderos testigos. Comentario del Evangelio para Matrimonios: Mateo 10, 16-23

EVANGELIO

No seréis vosotros los que habléis, sino el Espíritu de vuestro Padre
Lectura del santo Evangelio según san Mateo 10, 16-23

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus apóstoles:
«Mirad que yo os envío como ovejas entre lobos; por eso, sed sagaces como serpientes y sencillos como palomas.
Pero ¡cuidado con la gente!, porque os entregarán a los tribunales, os azotarán en las sinagogas y os harán comparecer ante gobernadores y reyes por mi causa, para dar testimonio ante ellos y ante los gentiles.
Cuando os entreguen, no os preocupéis de lo que vais a decir o de cómo lo diréis: en aquel momento se os sugerirá lo que tenéis que decir, porque no seréis vosotros los que habléis, sino que el Espíritu de vuestro Padre hablará por vosotros.
El hermano entregará al hermano a la muerte, el padre al hijo; se rebelarán los hijos contra sus padres y los matarán.
Y seréis odiados por todos a causa de mi nombre; pero el que persevere hasta el final, se salvará. Cuando os persigan en una ciudad, huid a otra.
En verdad os digo que no terminaréis con las ciudades de Israel antes de que vuelva el Hijo del hombre».

Palabra del Señor.

Nota: El 19 de julio a las 20:00, primer encuentro de Proyecto Amor Conyugal en Barcelona. Para más info:

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Verdaderos testigos.

(Nota: Se hace uso genérico del masculino para designar la clase sin distinción de sexos.)

Pues sí, nos guste o no, la única manera de dar testimonio de Cristo, es desde la cruz. Los muchísimos mártires que han derramado su sangre por el Señor, son los que, soportados por el Espíritu Santo, con su testimonio, han mantenido en pie la fe de la Iglesia. Nos vienen al recuerdo los primeros cristianos, que con la ofrenda de sus vidas, acabaron convirtiendo a sus enemigos. El Imperio Romano cayó, y la Iglesia perdura.

Esos esposos por ejemplo, que han sido traicionados por sus cónyuges y se mantienen fieles (a pesar de los consejos de la gente que no lo entiende e incluso se lo recrimina), son un gran ejemplo para nosotros. Conocemos a alguno que, a pesar de todas las dificultades y sufrimientos que le ha provocado su esposo, sigue rezando por él aunque lleve viviendo muchos años con otra pareja. En ese esposo que se mantiene fiel, vemos a Cristo crucificado. Después de conocer su vida y su sufrimiento en soledad, no tenemos derecho a quejarnos de nada los que seguimos juntos. Damos muchas gracias a Dios por su testimonio.
¿Y yo? ¿Hasta dónde estoy dispuesto a llegar por ser testigo de Cristo?

Aterrizado a la vida matrimonial:

Mantenían una relación fría y distante, víctimas de la rutina, después de muchos años de no haberse preocupado de su matrimonio. Un hombre empezó a cortejar a su esposa, y ella acabó cayendo en sus brazos. Meses después, él lo descubre todo, y el mundo se le viene encima, queda destrozado. Pero tras un tremendo duelo, decide perdonarla y dedicarse más a ella. Le lleva flores, le invita a cenar… Ella vuelve con él, pero no por él, sino por sus hijos que también se acaban enterando. Ella tiene dudas de si le ha querido alguna vez.
Él vive una dura travesía, un largo desierto. Muchos le aconsejaron en su día que la abandonase, pero él, sigue fiel a su promesa. Fue un compromiso entre tres, en el que Cristo se comprometió también, y él no quiere abandonar. De vez en cuando necesita un hombro donde llorar, donde desahogar su amargura. Quizás él no lo sabe, pero está dando testimonio del amor de Dios, que ama a los que le tratan con tibieza. Damos gracias a Dios por este esposo. Que el Señor le dé el consuelo que necesita. Amén.

Madre,

A veces pensamos que los testimonios tienen que ser bonitos, y muchas veces, los más duros, son los que nos muestran la verdad de nuestra fe y de nuestra vocación. Amar en las dificultades, en el sufrimiento, es una verdadera demostración de amor. Tenemos que estar dispuestos a pasar por lo que sea, con tal de dar testimonio de nuestro Señor. Sólo así seguiremos Sus pasos. Alabado sea el Señor, que nos hace partícipes de Su Cruz. Después, nos promete la resurrección y la Vida.

A medio hacer. Comentario del evangelio para matrimonios: Mateo 5, 43-48

EVANGELIO
Amad a vuestros enemigos
Lectura del santo Evangelio según san Mateo 5, 43-48

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Habéis oído que se dijo: «Amarás a tu prójimo» y aborrecerás a tu enemigo. Pero yo os digo: amad a vuestros enemigos y rezad por los que os persiguen, para que seáis hijos de vuestro Padre celestial, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y manda la lluvia a justos e injustos.
Porque, si amáis a los que os aman, ¿qué premio tendréis? ¿No hacen lo mismo también los publicanos? Y si saludáis sólo a vuestros hermanos, ¿qué hacéis de extraordinario? ¿No hacen lo mismo también los gentiles? Por tanto, sed perfectos, como vuestro Padre celestial es perfecto».

Palabra del Señor.

A medio hacer.
(Nota: Se hace uso genérico del masculino para designar la clase sin distinción de sexos.)

Sed perfectos, nos manda el Señor. ¿Cómo puede ser? Él conoce nuestras limitaciones y sabe que nunca en esta vida, llegaremos a serlo. Esto de cara a nuestro matrimonio nos resulta especialmente interesante. La palabra “perfecto” viene del latín: “perfectus”, que a su vez deriva de “factus”: Hecho, terminado. Es decir, que Jesús nos invita a construir nuestro amor hasta dejarlo terminado. Por ello nos apunta a la cima del amor, que es el Amor de Dios, que se complace con nuestro bien, no con lo que recibe.

Por tanto, tenemos que continuar trabajando nuestra manera de amar hasta que lo que nos satisfaga, sea el bien del otro.

Aterrizado a la vida conyugal:
Carmen: Lo cierto es que ya no estoy enamorada de Antonio. Estamos muy distanciados y ha habido mucho dolor entre nosotros. Tener relaciones con él, me repugna.
Teresa: Pero tú ¿Qué estás haciendo por evitar esa distancia con tu esposo?
Carmen: Alguna vez le hablaba intentando que comprendiese mi situación, pero él parece no enterarse. A veces me rehúye. Así que tiré la toalla hace tiempo. Estoy cansada.
Teresa: Carmen, los hombres no suelen vivir el mundo emocional que vivimos nosotras. Ellos necesitan otro tipo de cosas más sencillas. Una sonrisa, que estemos agradables, que no les recriminemos tanto las cosas…
Carmen: Ya, y yo ¿Qué? A darle todo lo que a él le gusta y a mí que me zurzan.
Teresa: Pero tú quieres amar o buscas nada más que tu consuelo. Eso no es amar. Es egoísmo. Lo siento, Carmen.
Carmen: Ya, pero él…
Teresa: (Le corta) Carmen, eso es una tentación, para que no te esfuerces. Ama tú y verás. Piensa que es un necesitado, un indigente del amor, y tú tienes que darle lo que no tiene para que sobreviva, y darle los medios para que ame por sí mismo. Eso sólo se consigue entregando amor. Ten en cuenta que tenéis un sacramento, y el Señor se hace presente cada vez que le amas o le acoges como es. Tú busca el bien de tu esposo y el Señor hará el milagro.
Carmen: Probaré a ver.
Teresa (2 meses más tarde): Hola Carmen. ¿Cómo te va?
Carmen: ¡Increíble! Empecé a esforzarme por buscar el bien de Antonio. Al principio me costaba muchísimo, pero vi que él se sorprendía un montón. De repente observé que me prestaba mucha más atención. Pero lo mejor de todo, es que esperaba que él se enamorase de mí y no sólo lo estoy consiguiendo, sino que yo también me estoy volviendo a enamorar de él, no por lo que él me demuestra, sino por lo que yo me entrego. Y no te cuento lo de anoche… que no es para menores 😉
Teresa: (unos días más tarde) Hola Antonio. ¿Cómo estáis?
Antonio: Pues muy bien, Teresa. Por cierto, quería darte las gracias. Me dijo que había hablado contigo, y desde entonces ha cambiado y está mucho mejor incluso que cuando éramos novios. Me está dejando alucinado. Ya me dirás cuál es esa pócima secreta, para bebérmela yo también.
Teresa: Se llama la pócima de la perfección en el amor. Consiste en…
Antonio: Uf! Qué difícil! Para eso hay que tener mucha fuerza de voluntad.
Teresa: La Eucaristía diaria te ayudará, como le está ayudando a ella. Es el alimento del amor de los esposos.

Madre,
Es tremendo como mi yo reaparece de vez en cuando exigiendo su parte del pastel, y dejo de construir. Ayúdame, Madre, tú sabes que “al atardecer nos examinarán de amor”. ¿Qué clase de amor voy a presentar?. Enséñame a mirar a mi esposo como un necesitado de amor, para que se conmueva mi corazón endurecido. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén.

Las exigencias de la plenitud. Comentario del Evangelio para Matrimonios: Mateo 5, 17-19

EVANGELIO
No he venido a abolir, sino a dar plenitud
Lectura del santo Evangelio según san Mateo 5, 17-19

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«No creáis que he venido a abolir la Ley y los Profetas: no he venido a abolir, sino a dar plenitud.
En verdad os digo que antes pasarán el cielo y la tierra que deje de cumplirse hasta la última letra o tilde de la ley.
El que se salte uno solo de los preceptos menos importantes, y se lo enseñe así a los hombres será el menos importante en el reino de los cielos.
Pero quien los cumpla y enseñe será grande en el reino de los cielos».

Palabra del Señor.

Las exigencias de la plenitud.
(Nota: Se hace uso genérico del masculino para designar la clase sin distinción de sexos.)

Las leyes establecían unos límites que no debían superarse para no entrar en un camino autodestructivo. Pero Cristo nos trae el verdadero espíritu de nuestra fe, que no son un conjunto de prohibiciones, sino un cambio de vida. Pasamos del no matar a amar hasta morir, como Él nos enseña con su propia vida. Pasamos de darle acta de repudio a una mujer para que se pueda defender, a un matrimonio a imagen del amor Trinitario, o del amor de Cristo por nosotros. Desde luego que es un enfoque más exigente, pero sobre todo, la dignidad que alcanza nuestra vocación es incomparablemente mayor.

Aterrizado a la vida conyugal:
Antonio: Pues claro que te quiero, Lucía. ¿Qué tonterías preguntas? ¿A qué viene eso?
Lucía: Pues yo no lo percibo así.
Antonio: Vamos a ver, ¿Quién ha puesto el lavaplatos después de comer? ¿Quién te ha recogido el coche del taller? ¿Quién bañó a la niña anoche?
Lucía: Me estás hablando de nuestras obligaciones, pero ¿Qué más hay entre nosotros?
Antonio: Bueno, nunca nos faltamos al respeto… Vamos con los niños al campo…
Lucía: ¿Me puedes decir Antonio cuál es mi mayor preocupación? ¿Me puedes decir por qué me siento triste desde hace casi un año? ¿Me puedes explicar por qué no tengo ganas de vivir?
Antonio: Eso son bajones que te dan de vez en cuando. Lo que tienes que hacer es dejar de darle vueltas a la cabeza.
Lucía: Antonio ¿Tú crees que somos una sola carne, un solo corazón y un solo espíritu?
Antonio: Bueno… a tanto no llegamos.
Lucía: Pues eso es lo que pone el catecismo que estamos llamados a ser. ¿Qué te parece si empezamos ya? Da igual que llevemos 10 años de casados.
Antonio: Por mí bien. Pero ¿Cómo se hace eso?.
Lucía: Compartiendo nuestra intimidad. Dedicándonos tiempo y entregándonos uno al otro todo lo que somos. Aprendiendo a amar, que no sabemos. Y sobre todo, rezando juntos.

Madre,
El Señor nos ha mostrado el camino hacia la plenitud del amor. Gracias Señor por tanta belleza y tanta grandeza. Alabado seas por tu obra magistral y por compartirla con nosotros. Amén.

Sin bajar el listón. Comentario del evangelio para Matrimonios: Mateo 5, 13-18

EVANGELIO
Vosotros sois la luz del mundo
Lectura del santo Evangelio según san Mateo 5, 13-18

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Vosotros sois la sal de la tierra. Pero si la sal se vuelve sosa, ¿con qué la salarán?
No sirve más que para tirarla fuera y que la pise la gente.
Vosotros sois la luz del mundo. No se puede ocultar una ciudad puesta en lo alto de un monte.
Tampoco se enciende una lámpara para meterla debajo del celemín, sino para ponerla en el candelero y que alumbre a todos los de casa.
Brille así vuestra luz ante los hombres, para que vean vuestras buenas obras y den gloria a vuestro Padre que está en los cielos».

Palabra del Señor.

Sin bajar el listón.
(Nota: Se hace uso genérico del masculino para designar la clase sin distinción de sexos.)

El mundo necesita testigos del amor de Dios. Esposos que, a pesar de grandes dificultades, se amen. Esposos capaces de afrontar problemas complicados, esos con los que la gente se suele venir abajo, y que los lleven adelante con confianza en Dios, con alegría. Porque en esas situaciones, se demuestra cuánto nos amamos.
Los mártires han sostenido con fuerza nuestra fe durante siglos. Han caído imperios y la Iglesia se ha mantenido gracias al Espíritu Santo, a través de ellos. Y gente que ha entregado su vida totalmente, como Madre Teresa, descolocan, marcan a la gente. Una sola mujer que se entrega totalmente y se convierte en un signo del amor de Dios.

Pues así tiene que ser el amor para que represente el amor de Dios: Hasta el extremo. Porque si la sal se vuelve sosa ¿Con qué la salarán? Si le quitamos fuerza al amor, ya no es lo mismo. Ya no es tan sabroso. Ya no convence.

Aterrizado a la vocación conyugal:
Marga: Yo pienso que el amor es un espejismo. Es un trance que llega un momento en que se desvanece. Prefiero no comprometerme, sólo sirve para tener líos cuando te quieras separar. Te juntas, de una manera natural, y con la misma naturalidad te separas cuando no estés a gusto.
Juan: Pero Marga ¿En qué te basas para decir eso?
Marga: Mira, mis padres, toda la vida han hecho cada uno lo que le ha dado la gana. Y ahora, que están jubilados, han decidido separarse de mutuo acuerdo. Su misión ha terminado. Ya han criado a sus hijos y a vivir tan a gusto…
Juan: Pues yo sí creo en el matrimonio, también por la experiencia de mis padres. Se comprometieron para toda la vida en su matrimonio y jamás les he oído hablar de separarse. Han pasado por enfermedades graves. Mi madre tuvo cáncer y estuvo a punto de llevársela por delante, y mi padre estuvo siempre ahí, ayudándola, cuidándola, animándola a pesar de su preocupación. Rezaban mucho el rosario juntos. Y cuando ella lo superó, estaban mucho más unidos que antes de la enfermedad. También se les murió un hijo, mi hermano Pablo, con 3 meses. Fue de repente, una malformación del corazón. Son de estas situaciones de las que otros no se recuperan… Pues ellos, lo vivieron con dolor, pero con alegría por el tiempo que habían podido disfrutar de él. Hablaban mucho de Pablo, como su angelito del cielo.
También mi padre se quedó en paro un tiempo largo, y no sabes cómo mi madre se apretó el cinturón, y cómo estaba pendiente del estado de ánimo de mi padre.
Yo he asistido a un testimonio de amor verdadero con mis padres, Marga. Y en el día a día, cómo se miraban… tenías que haberlos visto. Tanto se querían, que murió mi padre y unos meses más tarde murió mi madre. Yo quiero un matrimonio así, con fe, lleno del amor de Dios. Así se lo pido a Él todos los días.
Marga: Cuéntame más de tus padres, según me hablabas, he sentido como un escalofrío… cuéntame todos los detalles, quiero volver a creer en el amor.

Madre,
Las cosas de Dios son bellas, pero muy exigentes. Si rebajamos el listón, pierden su belleza. Ayúdanos a no interpretar su voluntad a nuestra manera, ayúdanos a ser fieles hasta las últimas consecuencias. Alabado sea el Señor que ha creado tanta belleza para nosotros.

Casi más misterio. Comentario del Evangelio para Matrimonios: Juan 3, 16-18

EVANGELIO
Dios envió a su Hijo para que el mundo se salve por él
Lectura del santo Evangelio según san Juan 3, 16-18

Tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Unigénito para que todo el que cree en él no perezca, sino que tengan vida eterna.
Porque Dios no envió a su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él.
El que cree en él no será juzgado; el que no cree ya está juzgado, porque no ha creído en el nombre del Unigénito de Dios.

Palabra del Señor.

Casi más misterio.
(Nota: Se hace uso genérico del masculino para designar la clase sin distinción de sexos.)

En el Evangelio hay dos hechos principales: Cristo murió y resucitó. Murió por nuestros pecados y resucitó por nuestra justificación. Pero por qué lo hizo. Es el misterio del amor de Dios. Él nos amó antes de que existiéramos, y este es el mensaje de Dios para el hombre: «Con amor eterno te amé» (Jr 31,3). Y este es el mensaje que no se recibe en ninguna otra religión ni filosofía. Este es el gran misterio de Dios.

Pues bien, Cristo ES el amor de Dios. Dios no nos ama de lejos, sino que se encarna, se integra, se implica, se mezcla con nosotros. Se hace uno de tantos, y nos ama hasta el extremo. Tanto amó Dios al mundo…

Y este misterio del amor de Dios, es en el que ponemos nuestra esperanza. ¿Qué podemos esperar de un Dios que nos ama tanto?

Aterrizado a la vida conyugal:
Juan: Cuando nos casamos estaba pendiente de mí, parecía que yo era toda su ilusión. Después vinieron los hijos y todo cambió. Parecía que se hubiese olvidado de mí.
Teresa: Cuando nos casamos era tan atento, y después, parecía que se escaqueaba y me dejaba a mí tirando de la pesada carga de sacar a unos hijos adelante.
Juan: Después aprendimos que Dios no se podía equivocar uniéndonos, enviándonos el don de los hijos… Dios nos ponía en una circunstancia en la que teníamos que aprender a amarnos.
Teresa: Era como un nuevo reto. Aprender a amarnos en las dificultades, era madurar en el amor. Era aprender a amar de verdad, como Él.
Juan: Así que, a base de mucha oración, de recibir los sacramentos y de aprender a considerar que esas eran las circunstancias que nos enviaba el Señor con todo su amor infinito, nos pusimos a ello.
Teresa: Sí. Fue duro, pero nos empeñamos en ello. Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único. Tanto nos amaba a nosotros que nos creó para entregarnos también el uno al otro. Era un lujo poder participar del amor de Dios, de Su misión inmensa por amor.
Juan: Y Dios lo hizo posible. Entre dodotis, tareas del cole y estrés del trabajo, había miradas de cariño entre nosotros. Había un hombro en el que llorar cuando uno de los dos llegaba al límite, había mensajes de “te amo” a media mañana…
Teresa: Y el sábado por la noche, había largos ratos para compartir juntos nuestras cosas. Era nuestro momento para reavivar el amor.
Juan: Tanto nos amó Dios, que entregó su vida para hacer nuestro amor posible. No podíamos defraudarle.

Madre,
Qué hermosa es la creación, y más si cabe, nuestra redención. Es un misterio que Dios nos quiera tanto, pero tristemente, es casi más misterio que nosotros no lo acojamos. Ayúdanos, Madre a acoger cada gota, cada resquicio del amor de Dios. Alabado sea nuestro Señor, honor y gloria a Él por los siglos. Amén.